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LA DICHA NO ES TANTA

12 de enero de 1998

A pesar de lo que la gente cree, la palomita de Carlos Lemos podría traerle más honores políticos que beneficios económicos. Ser ex presidente en un país como Colombia siempre ha significado un gran poder político y muchas prerrogativas. Tanto es así que el propio presidente Ernesto Samper cuando en una entrevista se refirió a sus ambiciones, confesó que más que ser presidente lo que él quería llegar a ser era ex presidente. Es por esto que cuando el Senado de la República le dio licencia a Samper para hacerse un chequeo médico en el exterior hasta el propio vicepresidente Carlos Lemos pensó que se le había aparecido la Virgen. Y de algún modo así fue. Por cuenta de la palomita presidencial, sin haber pasado por los sabores y sinsabores de una campaña, Lemos se posesionará el 14 de enero próximo como el Presidente Nº 112 de los colombianos. De este modo ingresará a la galería de ilustres presidentes efímeros que en otra época ocuparon hombres de la talla de Carlos Lozano y Lozano, Darío Echandía, Indalecio Liévano y Víctor Mosquera Chaux. Si en términos políticos la licencia de Samper representará para Lemos ingresar a la notable lista de los ex presidentes, en la práctica la palomita presidencial puede no significar tanto como muchos se imaginan. Por cambiar su oficina de Hans Crescent Street en las cercanías de Harrod's en Londres por el Palacio de Nariño en el centro de Bogotá, dejará de recibir su sueldo de 12. 690 marcos alemanes como embajador _que al cambio de hoy equivalen a cerca de ocho millones de pesos_ para ganar el de Presidente que es de 6.440.618 pesos. Aunque es cierto que un primer mandatario no tiene que gastar plata en las cosas en que los demás mortales lo hacen, como alimentación, servicios, transporte, personales, etc., no deja de ser paradójico que al pasar de subalterno a jefe, Lemos termine ganando menos plata. A pesar de que no se sabe todavía dónde se alojará mientras sea Presidente, cualquiera que sea el lugar escogido _Casa de Nariño, Hatogrande, Club Militar u Hotel Tequendama_ sin duda poco tendrá que ver con la lujosa residencia de la embajada en el corazón de la capital británica. De todos modos es indudable que la palomita vale la pena. Después de dejar el Palacio de Nariño, Lemos Simmonds, por su condición de ex presidente, será miembro permanente de la Comisión de Relaciones Exteriores; tendrá derecho a que el Estado le garantice un carro y unos escoltas para su seguridad personal y cuando muera no sólo recibirá los honores de primer mandatario sino que además el Estado le pagará el entierro. Lo que probablemente Lemos no sabe, ni tampoco el presidente Samper, es que ninguno de los dos tiene garantizada la pensión vitalicia de la que han gozado los demás ex presidentes del país. La razón es tan sencilla como absurda: cuando entró en vigencia la nueva ley de seguridad social, o ley 100, ésta acabó con los regímenes especiales que existían hasta el momento, dentro de los cuales se encontraban las pensiones de Los presidentes. A César Gaviria no alcanzó a afectarlo el cambio. Pero nadie se dio cuenta de que a partir de ese momento la ley no preveía absolutamente nada en materia de pensiones presidenciales y que por lo tanto no había forma de incluir una partida para ello dentro del presupuesto de la Nación. Según algunos abogados consultados por SEMANA, si el Estado no resuelve pronto este problema, no sólo Samper y Lemos sino todos los ex presidentes de ahora en adelante, para obtener su pensión tendrán que cotizar al Seguro Social o a los Fondos de Pensiones como colombianos comunes y corrientes, durante 20 años, y esperar a cumplir los 60 años de edad para poder disfrutar de ella.