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La encrucijada de los mandos medios

Antes eran los hombres clave de la insurgencia y ahora enfrentan la lucha de la civilidad. Por qué en estos hombres recae el desafío más grande de la seguridad democrática.

2 de mayo de 2009

Pocos golpes afectan tanto la médula del aparato militar de las Farc como la desmovilización de sus mandos medios. Se trata de un zarpazo que priva a la guerrilla de curtidos combatientes y cuadros políticos, con experiencia de más de una década en las filas. La deserción de esta especie de 'coroneles' de los insurgentes mina la moral de los guerrilleros rasos, rompe los lazos de la subversión con las comunidades y resquebraja los planes estratégicos de la guerrilla. Es una jugada a tres bandas con la que el gobierno debilita por dentro a las Farc.

Hace seis años, por primera vez desertó el jefe de un frente guerrillero con sus combatientes para acogerse al plan de reinserción. Se trataba de Nicolás Baena, más conocido en la guerrilla como 'Plotter', un muchacho de origen campesino con formación universitaria que después de 12 años de guerra, se dio cuenta de que el proyecto revolucionario de las Farc no era ni revolucionario ni viable para Colombia. En los años siguientes a la deserción de 'Plotter' por lo menos 1.300 guerrilleros con algún nivel de mando se han desmovilizado.

En conjunto representan el 10 por ciento del total de los desertores y entre ellos están dispersos los ingredientes 'secretos' que le permitieron a la Fuerza Pública asestar golpes como la Operación 'Jaque' o el ataque al campamento de 'Raúl Reyes'. Son ex combatientes con más de una década de vida rebelde, que tuvieron hombres bajo su mando y saben como nadie cómo piensa y actúa la guerrilla. De hecho, eran los encargados de materializar los planes militares y políticos de la subversión.

De este grupo, por lo menos 70 son verdaderos cuadros de la insurgencia. Personas como 'Karina', que era hasta antes de dejar las armas la mujer más buscada de Colombia, o como 'Edward', fundador y comandante de la compañía Héroes de Anorí del ELN en Antioquia, que abandonó las filas en 2005. O como 'Isaza', que siendo jefe de frente, huyó de su campamento junto al congresista Óscar Tulio Lizcano, que estaba secuestrado.

Todos estos casos tuvieron amplia difusión en la prensa. Muchos de ellos fueron recibidos casi como héroes por el Presidente, el Ministro de Defensa y varios sectores de la sociedad. Pero una vez las cámaras se fueron y los reflectores de los medios se apagaron, empezó un camino duro para encontrar un espacio de nuevo en la sociedad. El mismo sendero tortuoso que han recorrido otros desmovilizados que anónimamente han dejado la guerra para empezar una nueva y difícil batalla: la de la vida civil.

Aunque todos consideran acertada su decisión de haber desertado, y agradecen la oportunidad que les ha brindado el Estado, no esperaban encontrar tantas dificultades. Y la primera es la de la lucha por subsistir.

El gobierno mismo ha reconocido que el plan de reinserción no fue diseñado para los mandos medios. Es el caso de los desmovilizados de las autodefensas: si bien la mayoría de los combatientes de base logró volver a sus regiones, y los jefes fueron extraditados, los mandos medios se rearmaron en bandas emergentes. En el caso de las guerrillas, los incentivos que ofrece el gobierno son insuficientes para que muchas personas que han hecho carrera en la guerra, aunque estén cansados, la abandonen.

Un guerrillero de base -generalmente muchachos jóvenes- que se desmoviliza recibe mensualmente 280.000 pesos de apoyo, con el compromiso de que se capacite. Los mandos medios son gente mayor, con una familia por alimentar, necesitan más que un auxilio para sostenerse y la premura de las necesidades les deja poco tiempo para capacitarse. Es el caso de 'Edward', quien abandonó el ELN con una veintena de hombres a su mando y ahora trata de sostener a su familia con lo que le deja una minitienda.

El tema de la seguridad también complica las cosas. Los mandos medios suelen ser más perseguidos por sus otrora compañeros de armas, pues el nivel de traición aumenta. El otro gran escollo es el tema jurídico. Las leyes y los decretos están hechos para los combatientes de base a los que sólo se les imputa rebelión y que pueden ser indultados. Pero muchos mandos medios no pueden ser indultados por los delitos que cometieron y tienen que acogerse a Justicia y Paz. Es decir, correr el riesgo de desertar para ir a la cárcel, como es el caso de 'Rojas', el guerrillero que mató a Iván Ríos. Y aunque esto es importante y justo de cara a las víctimas y la sociedad, el gobierno continúa buscando fórmulas para incentivar las deserciones de los dirigentes guerrilleros bajo la promesa de que no irán a la cárcel. Por eso, a pesar de las críticas, garantizó que 'Isaza' viajara a Francia.

Pero, curiosamente, a pesar de las penurias económicas, las amenazas y la incertidumbre jurídica, todos comparten una preocupación emotiva: la política.

"Las Farc desertaron de sus ideales y eso explica por qué nosotros tomamos la decisión de dejar las armas para continuar luchando desde la civilidad", afirma Julián Forero, más conocido en las Farc como 'Boris'. Como él son muchos los que se quejan de que aunque renunciaron voluntariamente a las armas, no han tenido un espacio en la democracia. Sí lo tuvieron -alegan- los grupos guerrilleros que negociaron con los gobiernos en los años 90, como el M-19, el EPL y la CRS, que contaron con representación en el Congreso como una minoría política. "A pesar de que los desmovilizados de ahora sumamos tantos o más que todos esos otros grupos juntos", dice 'Plotter'.

La preocupación de estos mandos medios es que aunque todavía sectores de la sociedad los miran como criminales irredentos, ellos se consideran líderes, con capacidad de aportarle al país propuestas para atacar las problemáticas regionales. Y reclaman oportunidades para demostrarlo.

Frente a este conjunto de dificultades, lo más interesante es que una veintena de ex guerrilleros decidió encararla al constituir la Fundación para la Paz y el Medio Ambiente (Fupama). La idea es conquistar espacios políticos entre las comunidades a las que quieren cautivar al vincularlas con proyectos de su dominio, como la prevención de reclutamiento de menores, el desarrollo de cultivos alternativos en zonas de conflicto y la conservación del medio ambiente. Todas metas exigentes, pero realizables con suficiente empeño y algo de apoyo oficial.

"Los ex compañeros nos señalan de traidores, la sociedad nos excluye y el gobierno nos mira con desconfianza. Lo que queremos desde Fupama es demostrar que podemos aportar. Vamos a involucrar desplazados porque la guerra tiene sólo una cosa buena y es que teje hermandad entre ajenos. Sentimos que ellos han sido quizá los más afectados de esta guerra y requieren oportunidades", explica 'Plotter'.

"No sólo en Colombia, en todo el mundo, la reintegración de los mandos medios es uno de los elementos más complejos", explica el alto comisionado para la Paz, Frank Pearl. Según el funcionario, el programa de Reintegración ya tiene identificados a los líderes desmovilizados con mayor potencial y próximamente empezará a impulsar iniciativas como la de Fupama.

En el plano de la guerra un mando medio tiene una mayor capacidad de hacer daño, pero así mismo, esa potencialidad revertida es un gran aporte a la paz. El Estado tiene que actuar con buen tino para asegurar lo segundo. Historias como la del senador Gustavo Petro y la del gobernador Antonio Navarro, desmovilizados del M-19; o la de Carlos Franco, ex combatiente del EPL y hoy director del Programa para los Derechos Humanos de la Presidencia, son prueba de que quienes empuñaron equivocadamente las armas ayer pueden constituir importantes aportes a la democracia y la paz hoy.