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FERIA DEL LIBRO

“Cali es una ciudad donde la belleza, la muerte y la violencia siempre están muy cerca”

La escritora caleña Alejandra López presenta su novela ‘El vuelo del flamenco’, que tiene como escenario a la capital del Valle en medio de una historia de amor con un trasfondo de muerte.

4 de mayo de 2017

La historia macabra de una mujer apuñalada 95 veces, a finales de 2013, fue la semilla para que la escritora Alejandra López empezara a darle forma a El vuelo del flamenco. López, quien también hizo parte del equipo de investigadores de El patrón de mal, la serie sobre Pablo Escobar, escribe en su nueva obra sobre muerte y violencia, pero también de esperanza a través de la historia de amor entre el periodista Pascual Bianchi y Lucrecia Ackerman.

Semana.com: Su novela, ‘El vuelo del flamenco’, parece una gran crónica. ¿El origen de esta novela es una historia periodística?

Alejandra López: El origen es una noticia publicada por SEMANA, a finales de 2013, sobre una mujer que sobrevivió a 95 puñaladas y que siete meses después fue encontrada descuartizada, metida en un costal, a orillas del río Cauca en Marsella, Risaralda. Ese fue el detonante. Me obsesioné con esa noticia. La leí en todos los medios en la que fue publicada. Me impactó muchísimo porque esa chica había puesto la denuncia, había advertido que la querían matar y nadie hizo nada. Pero además me impactó que sobreviviera a 95 puñaladas y que la descuartizaran. Es decir, ese nivel de salvajismo y violencia. La muerte es un tema que me inquieta muchísimo. La muerte por causas violentas me inquieta aún más. En Hot Hot Bogotá, mi primera novela, abordo el tema de las fosas comunes. Esta nueva novela habla sobre los desaparecidos y los descuartizados en el río.

Semana.com: Usted es periodista, Pascual Bianchi, el protagonista de su novela, es periodista. ¿Parece difícil desprenderse del oficio?

A.L.: Bueno, es que uno no puede negar lo que es. Lo curioso es que yo trabajo en una agencia de comunicaciones y de relaciones públicas desde hace siete años, que aparentemente no tiene nada que ver con periodismo. Pero intento escribir y colaborar con varios medios para no desligarme del todo. Yo critico mucho a los periodistas. Me choca ese periodismo de escritorio, de Twitter y de Google, que se hace hoy. Pero al final del día yo también soy periodista y no lo puedo negar. Es como una cruz que cargo a cuestas.

Semana.com: En temas de violencia urbana, de conflicto, la literatura mira mucho hacia Medellín y hacia Bogotá, pero no tanto hacia Cali, una ciudad igualmente golpeada. ¿Ser de allí la motivó para ponerla en ese escenario?

A.L.: Creo que mi espíritu, mi carácter, mi forma de ser, está muy marcado por el hecho de ser caleña. Desde que pensé en esta novela sabía que los personajes debían ser caleños y que la historia tenía que ocurrir en Cali y en el Valle. Las mujeres caleñas somos frenteras, decimos las cosas que nos gustan y las que no, tenemos ese espíritu medio indomable que tanto le choca a mucha gente. Y hablar del tema de la violencia es incómodo y más si quien lo toca es una mujer. Todo lo de la fiesta, la salsa, el baile, el sudor, la noche, el sexo, la lujuria, es muy caleño. Cali es muy pasional en todo.

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Semana.com: ¿Y tuvo problemas para publicarla?

A.L.: A mí un editor me dijo que no publicaba mi novela porque el tema de la violencia ya estaba “agotado”, porque “era muy local” y eso “no era comercial ni vendía”. Eso te da una idea de cómo ven la cosa las grandes editoriales...

Semana.com: Pero había que seguir adelante…

A.L.: Sí. Jorge Navas, el director de La sangre y la lluvia, que presentará la novela en la Feria del Libro de Bogotá, este viernes 5 de mayo a las 6: 00 p. m. me habló del “gótico tropical”, este rollo que comenzó entre Luis Buñuel y Álvaro Mutis. Mutis le decía a Buñuel que él podía ser “gótico en el trópico” y Buñuel le respondía que eso era imposible, que el gótico solo tenía sentido en los paisajes de nieve, neblina y desolación. Luego la gente del grupo de Cali, Andrés Caicedo, Carlos Mayolo y Luis Ospina, adaptaron este concepto en sus obras, pero más hacia lo político. Por ejemplo, hacían la comparación con los dueños de las haciendas azucareras del Valle diciendo que eran como vampiros que les chupaban la sangre a los esclavos negros. Yo siento que en Cali hay cierta obsesión por la muerte. Es una ciudad donde la belleza, la muerte y la violencia siempre están muy cerca. Hay mucho que explorar en ese contraste de ese lado tan dulce y femenino de Cali con la violencia y el salvajismo que se ha vivido en el Valle desde hace siglos.

Semana.com: El tema de la violencia, al menos profesionalmente, parece tocarla mucho. Usted hizo parte del equipo de investigadores de ‘El patrón de mal’, la serie sobre Pablo Escobar. ¿Qué le da a una escritora acercarse de esta manera al tema?

A.L.: Es un tema que me ronda, que me obsesiona, que me inquieta mucho. Me encanta la obra de artistas como la maestra Beatriz González, Doris Salcedo, Juan Manuel Echavarria y hace poco descubrí la obra de la también caleña Erika Diettes: me conmueve mucho la obra de todos estos artistas que hablan de la violencia, de los desaparecidos, de los NN, del dolor que genera la muerte. Y esto sirve para intentar comprender el alma humana y lo hermoso y lo espantoso que puede ser el hombre. En ese contraste de la belleza, el amor, la violencia y la muerte hay mucha poesía. Es la metáfora de lo efímero.

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Semana.com: ¿Es ‘El vuelo del flamenco’ una novela de amor?, ¿o sería una definición que se queda corta?

A.L.: Yo no sé si es una historia de amor. Yo creo que lo que intenté contar fue la posibilidad de enamorarse en medio del dolor, de la tragedia. Es posible el amor aún en los peores momentos. Pero no sé. Mejor que lo digan los lectores…

Semana.com: ¿Las alusiones a Emma Reyes, Kate Moss, The Cure o los Rolling Stones en ‘El Vuelo del flamenco’ son por gusto personal o por qué eran esenciales en la historia? 

A.L.: Esas alusiones hacen parte del espíritu de Lucrecia Ackerman, la protagonista. Ella las usa o las saca a flote como una forma de hablar de ella misma y explicar su propia vida. Por ejemplo, en el caso de Emma Reyes, Marilyn Monroe y Coco Chanel, ella usa las vivencias de estas mujeres para explicar su propio desamparo o para, de alguna manera, convencerse a sí misma de que el abandono de sus padres, esa sensación de orfandad, desamor y soledad, también la han tenido mujeres que han sido importantísimas en la historia del arte, del cine o de la moda. Lucrecia Ackerman se consuela pensando en eso. Como diría el dicho: "mal de muchos consuelo de tontos". Pero la respuesta es que esas referencias son necesarias -no para mí como escritora- sino para el personaje.

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Semana.com: Usted publica con la editorial Himpar, ¿Qué es Himpar, cómo nace, cuál es su proyección, dónde está en la Filbo?

A.L.: Himpar Editores empezó en el 2015 como una iniciativa editorial que busca acompañar de cerca el proceso de escritura de los autores. Ellos le apuestan a nuevas propuestas editoriales y hasta el momento han publicado tres novelas: Siete días de ruido, de Óscar Mora; Semáforos rotos, de Santiago Infante, y la mía. Todas las novelas están en la Filbo en el stand de la Asociación Colombiana de Libreros Independientes - ACLI (Pabellón 3) y luego en las principales librerías de Bogotá.

Semana.com: ¿Y qué tan definitiva fue la editorial?

A.L.: Siento que gracias a ellos logré escribir una novela fluida y limpia. A una de las editoras, por ejemplo, le chocaba mucho una escena de amor que le parecía muy cursi. Obvio, la sacamos. Recuerdo que en su momento ella me pidió ahondar sobre el tema de los muertos en lugar de las cursilerías amorosas. Y eso me encantó. Era como alguien diciendo: “Muerte al amor. Vida a la muerte”. Me parece que la apuesta, la proyección de ellos es encontrar buenos proyectos y trabajar muy de cerca con los autores para sacar adelante novelas bien escritas y con contenidos que a las grandes editoriales por ahí les da miedo publicar. Yo siento que ellos corren riesgos.

Semana.com: Hace poco usted publicó un trabajo sobre el regreso del América a la A. ¿Cómo hizo para alternar al tiempo entre este par de proyectos?

A.L.: La escritura de la novela empezó en el 2011. Llevo seis años en este calvario. El libro del América (Y Dale Rojo Dale) nació el 27 de noviembre de 2016, día en que el equipo logró –por fin- ascender después de 5 años. Fueron dos procesos distintos, dos momentos distintos. Cuando me metí de lleno con el libro del América ya había entregado la novela a los editores. Y justo cuando terminé y entregué los textos del libro del América aparecieron otra vez los editores de la novela para que trabajáramos la versión final. Con uno de los editores incluso revisamos el manuscrito horas antes de que se fuera a imprenta. Lo de encontrar el tiempo para hacerlo, pues es como cuando uno quiere a alguien: saca el tiempo para estar y compartir con esa persona. Es lo mismo, creo.

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Semana.com: Usted hizo parte de las escuelas de escritura creativa. Siempre se debate su utilidad. ¿Qué tan productivas son?

A.L.: Fui alumna del taller de cuento y novela de NahumMont y del taller de escritores de Isaías Peña Gutiérrez, de la Universidad Central. Esos talleres los tomé hace más de 10 años y, en mi caso, ambas experiencias fueron útiles y enriquecedoras. Yo no creo que un taller haga a un escritor. Le da herramientas, pero no lo hace. Es igual que los jugadores de fútbol. Tú puedes ir a una escuela de fútbol desde niño, pero si no tienes el talento en la sangre, podrás aprender a bajar el balón, a pegarle con la izquierda, con la derecha, a cabecear, a hacer esas cosas técnicas y seguro las harás bien. Pero si te falta la magia, la mística, la pasión, pues te fregaste, jamás serán un Messi ni un Neymar.

Semana.com: En Colombia hay una gran generación de escritores jóvenes que cada vez publican más…

A.L.: Espero que sea una respuesta a que existe también una gran generación de lectores jóvenes. Personalmente pienso que hay algunos personajes de estas nuevas generaciones con muchas ganas de aprender, gente interesada en la historia, en el arte, en la arquitectura, en la literatura. Mi hermano es ingeniero civil, tiene 27 años, y a veces me habla de unas cosas increíbles de las que yo no tengo ni idea. Lee como loco, le fascina la música clásica, el cine, la literatura, la historia, se obsesiona con un tema y lo investiga hasta volverse experto. A veces uno tiende a juzgar a estos chicos muy rápido y resulta que tienen grandes inquietudes. Supongo que el hecho de que haya un boom de escritores jóvenes responde también a eso.