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| Foto: Daniel Reina

ADOPCIONES

La espera eterna de la adopción

En Colombia hay 8.000 niños que esperan que una familia los adopte.

29 de noviembre de 2014

Alexis Tenorio vivió su niñez y adolescencia sin saber la fecha en que nació. Pero el dato vino a importar el día en que sus compañeros de internado quisieron averiguar cuándo era su cumpleaños, pues querían que lo celebrara por primera vez. Buscaron en el archivo del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (Icbf) y concluyeron que se acercaba a la mayoría de edad.

Tenorio tenía apenas un mes cuando sus padres lo abandonaron en una calle de Cali. Cuando lo hallaron, lo llevaron a un hogar sustituto: una casa donde abundaban los golpes, los gritos y el hambre. Desde entonces, su vida no ha sido distinta a la de millones de colombianos. Se voló y pasó siete años entre basureros y ollas de vicio y ha debido vivir los últimos años en un ambiente institucional en vez de aquel que puede prodigar el calor de una familia.

Él hoy no cuenta con personas que pueda llamar papás: sus únicos referentes paternos son un defensor de familia del ICBF y un sacerdote de la Fundación Hogares Claret que lo ayudaron a dejar la droga, terminar el bachillerato y obtener una beca para ser profesional. Pero durante años, Tenorio esperó a que alguien lo tomara en adopción. Recuerda que a la casa sustituta llegaban familias buscando niños. “Yo cruzaba los dedos por la espalda para que me llevaran pero seguían derecho, por más cara de gatico velón que yo les hacía”, cuenta. Y cuando hubo interesados, las trabas legales le impidieron instalarse en un nuevo hogar.

Su caso refleja el drama de más de 8.000 menores en Colombia que esperan a que una familia los adopte. Todos reúnen las condiciones para ser dados en adopción y hay padres interesados, pero muchos quedan atrapados en un sistema de trámites tan engorrosos como absurdos que los obliga a esperar años para solucionar su situación.

La fuente del problema yace, según expertos consultados por SEMANA, en una sentencia de la Corte Constitucional de 2011, que obliga al Estado a adelantar “una investigación exhaustiva con la familia extensa”, antes de adelantar cualquier trámite de adopción. La decisión surgió de la preocupación de proteger a los niños y evitar que queden en manos de familiares o familias adoptivas que no pueden garantizarles una mejor vida. Pero terminó siendo contraproducente.

El caso que estudió la Corte tenía que ver con una niña de 9 años a quien su madre la había dejado con sus abuelos. Cuando la abuela murió, la menor pasó a vivir con unas tías abuelas que la golpearon, según testimonios, hasta con piedras. Una de ellas, una monja, la entregó al ICBF en 2003. El instituto la dio en adopción, pero lo hizo sin consultar a los bisabuelos, quienes, a diferencia de los otros familiares, sí estaban en la capacidad de cuidarla.

El fallo pasó desapercibido, hasta que en 2012 el programa Séptimo Día puso en la agenda la problemática de las adopciones, al emitir la serie ‘Niños made in Colombia’ sobre los dramas de algunos adoptados por extranjeros que, supuestamente, el ICBF les había arrebatado a sus padres. El programa generalizó una situación específica, descontextualizó la realidad de la adopción y recibió críticas de las  instituciones del sector. Pero las historias enfurecieron a la gente y encendieron un debate.

El ICBF, para zanjar los cuestionamientos, decidió acogerse a lo estipulado por la corte, cuyo concepto de “familia extensa” obligó a los funcionarios a buscar a los familiares de hasta sexto grado de consanguinidad, antes de dar a un niño en adopción. Hoy, la medida se ha convertido en una  piedra en el zapato de las adopciones. Ha hecho más compleja la labor de los defensores de familia y ha terminado por perjudicar a quienes la ley busca proteger: los niños. La lentitud de los procesos ha convertido la vida de miles de jóvenes en una espera y una tragedia interminable.

“Mis tíos eran abusadores”


Las cifras reflejan el drama. Entre 2010 y 2011, la cantidad de adoptados se había reducido en 10 por ciento, pero en el primer año tras la sentencia el número se fue en picada. De 2011 a 2012, las adopciones se redujeron a la mitad, pasando de 2.713 a 1.465. El año siguiente volvieron a caer, y solo hubo 1.125. La tendencia se mantiene hasta hoy y es grave, puesto que mientras las adopciones caen, las listas de niños que necesitan una familia engordan y hoy abarcan más de 8.000.

Hay quienes aseguran que la traba no es la sentencia, sino la protocolización que el ICBF hizo de ella. Una abogada, que trabaja para el Estado y pidió el anonimato, opina que la sentencia de la Corte no obliga a buscar familiares en sexto grado. “Esa fue la interpretación que ellos hicieron”, dice.

Pero casos como el de Camilo Estrada, un muchacho de 24 años de Medellín, muestran que el problema es más profundo, pues también los parientes cercanos pueden ser un riesgo. Estrada vivió el drama que a veces conlleva no poder ser dado en adopción y quedar en manos de familiares, con quienes, como dijo el genetista Emilio Yunis, “la relación familiar es la misma que hay entre dos completos extraños que se cruzan en la calle”.

“Lo del sexto grado resulta absurdo si se tiene en cuenta que el ICBF no está especializado en buscar personas”, le dijo Estrada a SEMANA. “A mí, con el argumento de que conservaba mi familia biológica, nunca me pudieron adoptar”, dice Estrada, quien debió crecer con unos tíos que eran integrantes de una banda armada y estaban involucrados en el abuso sexual de menores. “A mí nunca me dieron en adopción porque yo tenía una familia. ¿Pero cuál era mi familia? Un ramillete de marihuaneros que me maltrataban”, cuenta.

Sabrina Drago, directora de la Corporación Amiga Joven, que atiende a menores víctimas de explotación sexual, está convencida de que la familia biológica no siempre es una garantía de protección. Según ella, en el grueso de los casos, las violaciones vienen de ahí. “Hay niñas abusadas por el abuelo, el padre, el tío. La adopción sería lo más recomendable”, dice.
 
Menos crítica, más acción

La adopción de niños es un tema espinoso en todo el mundo, pues toca una fibra sensible de la sociedad: la protección de los menores. En Estados Unidos, la opinión debate sobre la calidad de las casas sustitutas, y los españoles remedian los problemas de sus casas de adopción. Esos y otros problemas, naturales del manejo de adopciones, también acosan a Colombia. La misma Ley de Infancia y Adolescencia dice que la adopción no es ideal y la considera “un instrumento excepcional”.

Pero los expertos están de acuerdo con que a la hora de aplicarse es necesario seguir la ley y exigir ética y rigor a las instituciones con el fin de que la adopción se vuelva un tema popular entre la población. El estadounidense David Brodzinsky, el científico que más sabe de adopción en el mundo estuvo en Bogotá y le dijo a SEMANA: “Yo sé que aquí todavía se manejan prácticas cuestionables. Y eso debe cambiar, pues solo así será posible convencer a quienes hacen las leyes que adoptar debe ser algo libre de tecnicismos y burocracias y así mismo una necesidad urgente de la sociedad”.

Los defensores de familia ven esto amenazado, pues no se sienten capaces de hacer el trabajo casi detectivesco de buscar familiares lejanos. Uno de ellos le dijo a SEMANA que sus colegas ya no logran cumplir el “término ideal” de 15 meses entre el momento en que un niño es vulnerado y el momento en que es adoptado. Esto ha llevado a “casos extremos” donde se ha llegado a tener familias hasta siete años en lista de espera. “Son casos dolorosos”, dice. “Pasan por delante del derecho del niño a tener una familia”. Y tiene razón: a partir de los 5 años es difícil conseguir una familia, y a los 14 ya prácticamente no tiene opciones de ser adoptado.

Pero no solo las esperas vierten combustible sobre el drama, sino también los prejuicios de una sociedad que no se le mide a adoptar. Algunos sectores critican que cientos de niños terminen en familias extranjeras y no colombianas, pero olvidan un dato desconcertante: los colombianos no están interesados en adoptar. Y no lo hacen por razones diversas: quieren heredar su sangre, no quieren hijos de piel morena o no quieren adoptar a un niño víctima del conflicto armado o a uno con enfermedades o discapacidades. Según el ICBF, entre 2006 y 2014 han sido adoptados 3.634 niños, de los cuales solo una décima parte, es decir 305, están en familias colombianas. Los demás se fueron al extranjero.