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La fuga de 'Batichica'

Esta es la extraña historia de la fiscal que, luego de una carrera meteórica, terminó fugitiva tras ser acusada por una infiltración de paramilitares en Cúcuta.

23 de mayo de 2004

El 11 de marzo Ana María Flórez Silva comenzó a huir de su pasado. No de todo, sino del de los últimos dos años, el de su paso por la Fiscalía de Cúcuta. Ese día la abogada Flórez rindió indagatoria en el proceso que se adelanta por la infiltración de paramilitares en dicha Fiscalía, renunció a su cargo como directora seccional de Fiscalías en la capital de Norte de Santander y abandonó el país.

Al parecer abordó un vuelo hacia Miami y de allí, otro en dirección a Costa Rica. Durante 55 días la ex fiscal fue una viajera más. Pero el 4 de mayo un fiscal delegado ante la Corte Suprema de Justicia le decretó una medida de detención preventiva por concierto para delinquir, sin beneficio de excarcelación. A partir de ese momento Flórez Silva se convirtió en una fugitiva, ya no sólo de su pasado, sino también de la justicia colombiana.

Su historia resulta vertiginosa. Ana María Flórez Silva estudió derecho en la Universidad Javeriana de Bogotá. Recién terminó en 1990, y sin haberse graduado, le dijo a su papá, Álvaro Flórez Bernal, que quería trabajar. Él prefería que ella tuviera el título primero, pero ante la insistencia de su hija le consiguió una cita con el entonces procurador Carlos Gustavo Arrieta, con quien tenía amigos comunes. Arrieta recibió a la joven Flórez sin ningún compromiso. Pero en la entrevista ella sacó a relucir su personalidad arriesgada y le hizo una propuesta que el Procurador no pudo rechazar. La novel abogada le dijo que le diera un mes y que si no daba la talla se iba. Se quedó seis años en diferentes cargos. Arrieta recuerda que la dejó porque "tenía méritos para el cargo y estaba comprometida con lo que estaba haciendo". Sin embargo, él fue uno de los que más la presionó para que se graduara. Cosa que finalmente hizo en 1992. Durante su paso por la Procuraduría la abogada se especializó en derecho internacional del transporte en la Universidad Externado.

En 1996 Flórez asesoró durante tres meses al Instituto de Desarrollo Urbano (IDU) y al año siguiente fue nombrada directora de la Unidad de Transporte Público de la Secretaria de Tránsito y Transporte de Bogotá. Para entonces Ana María se había casado y separado de Alfredo Flórez, un abogado javeriano especializado en derecho canónico, hijo de un reconocido notario y líder conservador de Cúcuta. Quienes lo conocieron dicen que era un hombre muy inteligente, con rasgos de genio, y profundamente religioso. Tal vez por eso, después de un viaje por Europa y Tierra Santa, decidió reanudar su relación matrimonial. Alfredo regresó a la capital nortesantandereana como contralor departamental con su esposa Ana María, quien tiene allá algunos familiares también, a comenzar una nueva vida. Pero fue asesinado en extrañas circunstancias el 6 de octubre del año pasado, cuando llegaba a su apartamento.



Relaciones peligrosas

Por su experiencia, la abogada fue contratada en Cúcuta en 2000 como asesora de la Dirección del Departamento Administrativo de Tránsito y Transporte. El alcalde de entonces era José Fernando Bautista, quien recuerda a la funcionaria por su inteligencia y por lo inusual que resultaba que se la pasara en operativos con la Policía. El 13 de diciembre de 2001 fue nombrada fiscal delegada ante los Jueces Penales del Circuito Especializados de Cúcuta. Uno de sus compañeros de entonces dice que algunos funcionarios se sorprendieron porque "no tenía calidades jurídicas ni el más mínimo conocimiento de lo que era ser fiscal". Esto generó un malestar que se exacerbó cuando a ella le dieron un chaleco antibalas y le asignaron un carro blindado con escoltas. Nadie se explicaba este tratamiento preferencial.

Ella misma se encargó de responder este interrogante con los comentarios que les hacía a sus escoltas. Cuando tenía problemas con alguien les decía: "Si (fulanito) sigue jodiendo voy a llamar al 'Mono' para que lo bote". 'El Mono' era el fiscal Luis Camilo Osorio, quien la conoce desde niña por su cercanía con su papá, que también ha incursionado en cargos públicos.

Como fiscal también era reconocida por su teatralidad. Ana María, cuenta un amigo cercano, se paraba con los brazos abiertos y esperaba a que los escoltas le pusieran el chaleco y las dos pistolas que solía portar. Por esta pose, y por su gusto desmedido por participar en operativos rastrillo (batidas que en muchos casos no tenían respaldo probatorio) junto con miembros de la Policía, el Ejército y el DAS, sus compañeros la bautizaron 'la Batichica' y 'Nikita'. En la Fiscalía General la conocían como 'Rambo'.

En 2003 su buena estrella le sonrió una vez más. En marzo, luego del atentado en Alejandría y de las denuncias de infiltración guerrillera en la Fiscalía de Cúcuta, fue nombrada directora de la seccional. Ese mes les dijo a sus subalternos que era muy amiga del fiscal Osorio, que él le había cambiado los pañales cuando bebé, y les pidió comprensión porque como ella no tenía hijos "la Fiscalía es mi juguete para distraerme".

Y en efecto se comportó como una niña con juguete nuevo. Quienes se le oponían o la enfrentaban fueron declarados insubsistentes o trasladados. La fiscal Elexa Paredes, por ejemplo, fue enviada a El Charco, Nariño. Ella tuteló y la Corte Constitucional exigió su reintegro. Los amigos de Ana María dicen que depuró la institución y por eso se ganó tantos enemigos. Pero muchos testimonios sostienen que sí tenía fama de villana. Uno de sus subalternos dice que la entonces directora se portaba como "una mala de película mexicana, pero tres veces peor".

Pese al poder que tenía y ejercía y la temeridad que demostraba en las operaciones, la abogada Flórez vivía con miedo. Además del chaleco y las pistolas, Flórez usaba una camioneta con blindaje grado cinco y vivía rodeada por ocho escoltas. No salía mucho del apartamento en el que vivía con su esposo, ubicado en el edificio Fontana, en el sector de La Floresta, y todo lo pedía a domicilio. Sin embargo, cuando salía se ponía una peluca (tenía una colección de estas de varios colores) sobre su cabellera pelirroja y se tapaba con pañoletas o con gorras, una azul o una negra que alternaba con frecuencia. Su asistente Magali Moreno, una investigadora judicial II del Cuerpo Técnico de Investigaciones, la secundaba en sus disfraces. Su relación era tan cercana que Magali tenía la confianza suficiente para sentarse en la silla de Flórez o representarla en reuniones con fiscales a los que debería estar subordinada.

Esta cercanía es la que tiene hoy a Flórez contra las cuerdas. Magali declaró que por orden de la ex directora de Fiscalías se infiltró en un grupo paramilitar con el que supuestamente intercambiaba información. Para ello dice que contó con la colaboración del abogado Alexis Sandoval -un personaje que se presenta además como radiólogo, teólogo y se jacta de ser dueño de un motel en construcción en las afueras de Cúcuta-, a quien le gustaba presumir de su estrecha amistad con Flórez. Las autoridades creen que los paramilitares eran los verdaderos y únicos beneficiados en esa relación. Por cuenta de todo ello Magali está detenida en la cárcel de Chimitá en Bucaramanga y Sandoval, en La Modelo de la misma ciudad. Mientras tanto, Flórez huye de la justicia sorprendida de que en la película de acción en que convirtió su vida ella se haya transformado en la mala del paseo.