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S E C U E S T R O

La fuga

Así fue el escape de los tres parapentistas que estuvieron secuestrados medio año por las Farc.

20 de agosto de 2001

El agente de policia que vio por primera vez libres a los tres parapentistas tras su escape de las Farc recuerda la impresión que le dejó la joven María Carolina Rodríguez Amaya: “Me sorprendió su fortaleza. Se notaba que hablaba con rabia, como adolorida, pero también daba a entender que es de esas mujeres que no se rinden ante nada”.

En efecto, ella llegó a este municipio de Colombia, Huila, el 4 de noviembre cuando el sol se ponía en la cordillera Central. Iba en compañía de su esposo, John Alejandro Rayckovich, y de Francisco Javier Hoyos Arango. Hacía siete días que ellos se habían fugado de las Farc, que los secuestró el 20 de mayo.

Pese al tiempo transcurrido los tres tenían buen semblante. Tras el cansancio se les veía felices por su osadía. Habían culminado el objetivo que se trazaron tan pronto fueron privados de la libertad: escapar. “Durante todo el tiempo de cautiverio estuvimos haciendo ejercicio”, recordaron. Así querían estar en forma para cuando se dieran las condiciones de la huida. Estas, sin embargo, tardaron. El secuestro ocurrió en Cunday, Tolima, cuando los tres fueron a inspeccionar la región para un torneo internacional de parapente.

Las Farc los obligaron a ir cordillera arriba. Después de tenerlos en un campamento que creían seguro, pues estaban en poder del frente 25 en el sur del Tolima, una zona de difícil acceso, empezó la negociación con sus familiares en Bogotá. Acostumbrados a exigir duro comenzaron por cifras astronómicas que ninguno podía pagar.

Entre tanto los deportistas continuaban con su rutina, en la que los ejercicios y la disposición mental para huir en la menor oportunidad eran su pan de cada día. Fue así como el lunes 29 de octubre sintieron que las condiciones eran las apropiadas: “Afortunadamente ese día la comisión del grupo que nos vigilaba se descuidó y aprovechamos para escapar”.

Se internaron entre las montañas con la convicción de que saldrían adelante. En su huida se habían llevado cuatro cajas de atún, las cuales les servirían de alimento. Además consumieron plantas, bebieron agua de los ríos y durmieron poco durante los siete días del escape. “Aprovechábamos las noches para caminar porque sabíamos que así era más seguro. En el día nos escondíamos”, explican. Aunque iban con una meta definida siempre marcharon nerviosos pues eran conscientes de que la reacción de las Farc en caso de hallarlos sería fatal.

Y esta posibilidad no era remota pues la región es un santuario histórico de ese grupo. Las poblaciones cercanas no tienen teléfono, las pocas sedes de las oficinas gubernamentales están en ruinas y las autoridades deben permanecer resguardadas para evitar los ataques. Este es el caso de Colombia, otrora una próspera población de más de 25.000 personas y hoy con escasos 10.000 habitantes. Su ubicación es estratégica para la guerrilla pues, además de limitar con la zona de distensión, desde allí se puede acceder al Valle del Magdalena y es clave en la cordillera Central.

A esta localidad se la tomaron las Farc hace unos meses y la destruyeron por completo. Las edificaciones cercanas al puesto de policía fueron voladas con cilindros de gas, las antenas telefónicas dinamitadas y las zonas de acceso minadas. Precisamente esta fue la primera visión que tuvieron los parapentistas cuando sintieron que habían encontrado un lugar seguro. Allí llegaron con sus vestidos de práctica deportiva. “Estábamos secuestrados por las Farc. Llevamos seis días de camino. Somos deportistas, ayúdenos”, dijeron a los policías del pueblo, que viven en vigilia permanente a la espera de otro ataque de las Farc.

Desde el comando se comunicaron por radio con Neiva. El comandante de Policía Huila, coronel Joaquín Correa López, de inmediato montó un espectacular operativo para ir en su búsqueda. “Llamé a todo mundo porque a esa zona uno no puede entrar desprotegido porque si no lo matan”, dijo el coronel.

El destacamento partió de Neiva hacia las 3 de la mañana y después de tres horas de marcha por una vía pedregosa llegó al municipio fantasma. “Lo primero que ordené fue que les dieran papaya porque debían comer algo suave para ir adaptando sus cuerpos, dijo el oficial. El regreso fue tensionante porque sabíamos que las Farc podían estar buscándolos, así que nuestra misión era llevarlos con vida”, agregó el coronel.

Luego llegaron a Neiva, donde María Carolina volvió a mostrar su fortaleza. Al contrario de la mayoría de los secuestrados, que tan pronto recobran la libertad agradecen a sus captores porque les perdonaron la vida, ella fue categórica: “Es cierto que nos dieron comida y dormida pero nos trataron mal, porque tratar mal significa que extorsionaron a nuestras familias y nos privaron de la libertad seis meses”. Por si fuera poco, no vaciló al dar sus conceptos sobre las Farc: “Están locos, dijo. La guerrilla no conoce a la gente, lo que quiere es generar inestabilidad... Están locos, creen que todo el mundo aquí es millonario”, explicó.

Los tres insisten en que la motivación mayor para huir fue su amor por la libertad, esa que conquistan desde las alturas cuando practican su deporte favorito.