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La generación '$'

Si quiere saber cómo operan los nuevos narcos lea este informe especial.

28 de abril de 2003

Aunque parezca increíble las mafias de los grandes capos de la droga se acabaron en Colombia. Las épocas de los poderosos carteles de Cali y Medellín son cosa del pasado. Ahora quienes están inundando de cocaína a Estados Unidos y al mundo son una confederación de 'cartelitos', integrados por narcos de una segunda generación que manejan un perfil muy distinto al de los capos de sombrero de ala ancha, gafas negras y collar de oro. Ya no tienen la intención de pavonearse ni exhibir su riqueza. Ahora se mueven a través de pequeñas oficinas clandestinas que llaman "boutiques".

Los llamados 'capos de última generación', hombres y mujeres cuyas edades en pocas ocasiones superan los 40 años, procuran mantenerse en el anonimato, sobre todo en las grandes ciudades. No les interesan los medios de comunicación. Y aunque ya no defienden nombres de territorio sino su buen nombre y la calidad del producto (algo así como la imagen corporativa), estos nuevos narcos hacen parte de grupo significativo de organizaciones independientes que operan por toda Colombia. "Técnicamente no son carteles, sino un sinnúmero de organizaciones que se unen para realizar envíos grandes. Se caracterizan porque dentro de esas organizaciones nuevas hay especialidades: un grupo controla los precursores, otro la producción, otro la distribución y otro más las rutas", dijo a SEMANA el representante del programa de la ONU para la fiscalización internacional de drogas, Klaus Nyholm.

Para esa 'segunda generación' trabajan unos lugartenientes de la mafia, que son totalmente evasivos en cuanto a su actividad comercial pero que aún les gusta mezclarse con la sociedad en discotecas, gimnasios, clubes y les encanta lucir su éxito y su plata.

Pero el negocio de la droga, como tal, tiene hoy un estilo diferente.

¿Como funciona el negocio?

Para las autoridades, hoy en día 'un cartel' es una red de oficinas donde trabajan, sin conocerse, cientos de personas. En el solo proceso de producción de la droga se mueven: proveedores de semilla, cultivadores, raspachines, cocineros, empacadores, transportadores y vigilantes. En el país hay unos 30 grupos expertos en el manejo de estas actividades y quienes conocen del negocio aseguran que se produce una cocaína de muy alta calidad. "La llamamos 'excelsa' y tiene un grado de pureza hasta del 102 por ciento. En Colombia el kilo se vende en cinco millones de pesos. En Miami ese mismo kilo se coloca en 10.000 dólares. En Nueva York en 15.000 y en Europa en 25.000", le contó a SEMANA un experto en el negocio.

Más sorprendente aún la teoría que sostiene el general Francisco René Pedraza, comandante de la tercera división del Ejército, con sede en Cali, quien dice que "el precio de la droga en Estados Unidos fluctúa como en cualquier otro mercado de acuerdo con los riesgos, la oferta y la demanda. Por eso con cada atentado que hay en Colombia los inversionistas gringos proyectan una ofensiva contra los productores de droga y el precio sube, como sucedió hace poco con lo de El Nogal. Al otro día del atentado el kilo de coca, precio mayorista en Estados Unidos, subió a 25.000 dólares", sostuvo el oficial.

De acuerdo con estos precios de la cocaína, y teniendo en cuenta que los narcotraficantes sacan de Colombia alrededor de 1.000 toneladas al año, es evidente que el negocio está igual o mejor que antes. Basta con observar el último informe de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes, con sede en Washington, en el que se revela que 3 por ciento del PIB (Producto Interno Bruto) de Colombia, o sea, seis billones de pesos o 2.000 millones de dólares, proviene del dinero del narcotráfico. Otros cálculos llegan al 10 por ciento del PIB.

Y por si esto fuera poco, en el último informe sobre Estrategia Internacional de Control de Narcóticos del Departamento de Estado, se asegura que la tonelada de cocaína proveniente de Colombia se vende en las calles de Estados Unidos a 100 millones de dólares y dos veces más si se le han agregado otras sustancias. Ponen este ejemplo: "123 toneladas de cocaína colombiana tendrían un valor en las calles de Estados Unidos de más de 12.000 millones de dólares. Aun si una parte de estas utilidades regresara a las organizaciones de drogas, no se trataría de cientos de millones sino de miles de millones de dólares", dice el informe del Departamento de Estado.

No es gratuito que cada día más personas se metan en el negocio y cada una tiene una especialización. Pero muchas de ellas trabajan en 'celdas'. Es decir que una persona, que trabaja como cocinero jamás conocerá a uno que trabaja en la oficina de contabilidad. Esto asegura al capo que su organización está protegida frente a las delaciones y traiciones que tan a menudo se dan en el mundo de la mafia.

Existen otros asesores que ayudan a la organización a comprar las armas, les consiguen los insumos y hasta las mujeres. "Los asesores sirven para todo, desde conseguir una orquesta y mujeres para una parranda, hasta comprar propiedades en otros países", señala el comandante de la Policía en el Valle del Cauca, coronel Alvaro Caro.

De manera independiente trabajan los especialistas en insumos químicos que aprovisionan los centros de producción. Después están los colaboradores financieros y administrativos, que se encargan de que a la gente de la producción no le falte nada, de cobrar y de pagar los envíos de la droga. Luego están los que dominan las rutas terrestres, aéreas y marítimas. Se ha detectado que son más de 50 estructuras las que realizan esta labor.

Y les siguen los colaboradores que lavan el dinero y manejan las inversiones lícitas, mejor conocidos como testaferros. La cadena además la integran contadores, abogados, contrabandistas, pilotos, asesores financieros y, por último, está el grupo de escoltas especializados y sicarios reclutados de la delincuencia común, quienes se encargan de ejecutar labores de convencimiento, control interno y ajuste de cuentas. "Hoy en día los muchachos que están haciendo los mandados tienen entre 13 y 14 años, ellos saben que metiéndose a trabajar con la mafia se aseguran un futuro que en otro trabajo no tienen, y todos van con la esperanza de llegar algún día a ser el gran capo del cartel", le dijo a SEMANA un integrante de este tipo de organizaciones en el norte del Valle.

De esta segunda generación del narcotráfico las autoridades han identificado 162 grupos, de los cuales 40 ayudan a financiar a la guerrilla y a las autodefensas y por lo menos 4.000 personas conocidas como 'traquetos' se mueven dentro del negocio.

La mano de los 'manitos'

Aquel conocido concepto empresarial, denominado outsourcing, no podría entenderse entre los narcos colombianos sin la alianza que tienen con los grandes carteles de la mafia mexicana, que es la encargada de recibir la droga e introducirla en el mercado estadounidense a través de sus 5.200 kilómetros de frontera. "Los lazos con los mexicanos son muy fuertes, pero ha cambiado la relación de poder ya que, a diferencia de años atrás, hoy son ellos y no los colombianos los que controlan la parte final del negocio, que es la más rentable, el ingreso a Estados Unidos", dijo Nyholm, del programa de fiscalización de la droga de la ONU.

La explicación del negocio se entiende más con el ejemplo que le dio a SEMANA un narcotraficante: "Ahora es menos complicado. Los mexicanos se encargan de bajarla en su costa y les pagamos con el 50 por ciento de la inversión. Es decir, si coronamos 10 toneladas, cinco son nuestras y cinco de ellos".

La manera más común que utilizan para sacar la droga es en lanchas rápidas y el sitio preferido los 1.600 kilómetros del Pacífico colombiano. El año pasado la Armada Nacional incautó 57 toneladas de cocaína y en lo que va corrido de este le han quitado a la mafia 19 toneladas del alcaloide.

"De las 57 toneladas 60 por ciento salieron por las zonas aledañas a Tumaco. Es una región inhóspita, llena de canales en donde ya no es necesario que utilicen los puertos para alcanzar el mar. El Caribe está muy controlado, pero el Pacífico es ideal porque es mucho más extenso y no es posible ejercer un control tan estricto", sostuvo el almirante Mauricio Soto, comandante de la Armada Nacional.

Ese control que ejercen las autoridades y los decomisos y acciones contra el lavado de activos obligaron a los nuevos narcos a diversificar sus acciones y formar pequeñas estructuras regionales que dividen las utilidades. Según dijo a SEMANA un oficial de antinarcóticos: "Ahora se ha vuelto común que un cargamento no tenga un solo dueño como ocurría antes. Ahora varios narcos 'amigos' se asocian para realizar un envío y dividen los gastos que esto implica. Lo que buscan con eso, aparte de negar una cabeza visible, es reducir los riesgos, porque si el cargamento es decomisado las pérdidas no serán tan grandes porque también se dividen", aseguró el oficial.

El sur en la mira

Ese salto generacional en el mundo de la mafia se ve muy marcado en el norte del Valle del Cauca porque las autoridades colombianas y estadounidenses enfilaron sus baterías contra el narcotráfico en el sur del país. Ahora la guerra se trasladó hacia esa zona en donde se tienen identificados 'amigos' que manejan el negocio y 'traquetos' que están a su servicio, "Le hemos dado mayor entrenamiento a la Brigada Antinarcóticos para aumentar su movilidad. Sin embargo ahora se ve que muchos laboratorios están operando en Nariño. Necesitamos un fuerte impacto contra el narcotráfico en el sur del país", sostuvo la embajadora de Estados Unidos, Anne Patterson.

Otra característica de los nuevos capos es su don de la ubicuidad. Saber donde están ha resultado imposible para las autoridades. "Los capos manejan un ritmo de vida que les permite desayunar en La Guajira, almorzar en Leticia, cenar en Bogotá y dormir en una de sus fincas en el Valle", afirmó el coronel Caro, comandante de la Policía en el Valle.

Pero resulta paradójico que en los territorios, en este caso los del Valle, en que se mueven los 'nuevos narcos', Trujillo, La Unión, Versalles, Roldanillo, Bolívar, Restrepo, Zarzal, Cartago, La Victoria, Tuluá y Andalucía, entre otros, la sociedad ha convivido con ellos. Y aunque no es la primera vez que figuran en informes de inteligencia, hasta hace solo nueve meses la Policía y la DEA los tienen en la mira como objetivos.

Uno de ellos es Diego Montoya Henao, conocido como 'Don Diego'. Es el narcotraficante colombiano más perseguido actualmente. Tiene 43 años y según los registros de antinarcóticos de la Policía se inició en el mundo de la droga como ayudante de los hermanos Urdinola Grajales, ex jefes del llamado cartel del norte del Valle del Cauca.

Desde octubre del año pasado el nombre de 'Don Diego', fue incluido por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos en su lista de traficantes sujetos a sanciones económicas y figura en la lista del FBI como uno de los terroristas más buscados del mundo.

La Policía y la DEA intentaron infructuosamente conseguir colaboración para capturarlo con fines de extradición, lanzando afiches desde avionetas, en los que se ofrecían 1.000 millones de pesos por su cabeza.

Informantes que apetecían el jugoso botín les dieron pistas a las autoridades pero, como en los viejos tiempos de las grandes fugas de los capos, 'Don Diego' se les ha escapado varias veces.

La última vez fue en un espectacular operativo hace ocho meses cuando 30 hombres de la CIA, la DEA, el FBI y la Policía colombiana sobrevolaron en helicópteros el lago Calima, un embalse artificial a media hora de Buga, en el Valle, rodeado por casas campestres. La operación tenía que ser 'sorpresa' con tal mala suerte que los helicópteros se demoraron en llegar y dicen que 'Don Diego' tuvo todo el tiempo del mundo para planear su escape. Más aterrados quedaron aún los hombres de las agencias federales y de la Policía cuando se enteraron de que 'Don Diego' no estaba solo. Con él se encontraban Miguel Solano y Ever Villafañe, dos hombres reconocidos en el mundo de las drogas.

El buen negocio para todos

Según la investigación que realizó SEMANA es evidente el esfuerzo de la Policía, del Ejército y de la Armada por combatir al narcotráfico, pero también es cierto que el negocio de la droga continúa más rentable que nunca y cada día tiene más aliados.

Por algo Paul Collier, director del grupo de investigaciones del Banco Mundial, señala que "los narcotraficantes reciben 5.000 millones de dólares anuales del comercio de la droga que sale de Colombia". Y el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz reiteró en su reciente viaje a Colombia que "existe una doble moral de Estados Unidos sobre el negocio de las drogas y sobre los miles de millones de dólares que le ingresan a su torrente económico".

Pero a la par de la ilegalidad de la industria de la droga los narcos han invertido en tierras colombianas una buena parte del capital acumulado.

El más reciente informe del Incora revela que los narcos tienen tierras en 85 por ciento del Valle, en 71 por ciento de los municipios antioqueños, en 84 por ciento de Córdoba, en 75 por ciento del Quindío, en 70 por ciento de Cundinamarca, 60 por ciento en Risaralda y en 66 por ciento del Magdalena, La Guajira y Tolima.

El Valle del Cauca presenta el mayor incremento de ingresos de la droga en su economía, pero particularmente los narcotraficantes de esa región han comprado tierras en siete municipios del nororiente del Cauca y en Nariño para poder justificar sus ganancias, según dijo la última investigación de Fedesarrollo.

Por ahora la guerra contra las drogas se trasladó al sur del país. Mañana las autoridades enfilarán sus baterías hacia cualquier parte del territorio colombiano.