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La Gran Encuesta

En medio del pesimismo y de un ambiente político enrarecido, el gobierno Santos arranca su segundo tiempo con una baja en su popularidad. Encuesta Colombia Opina de RCN Radio, RCN Televisión, La FM y SEMANA.

28 de julio de 2012

El segundo año del gobierno de Juan Manuel Santos ha sido un año para olvidar. Los 12 meses que tenía la Casa de Nariño para consolidar tanto su ambicioso paquete reformista como el cambio de estilo político terminaron en bajos niveles de popularidad que no se veían en Colombia desde hace una década.

El pesimismo inunda el país. El 68 por ciento de los encuestados cree que la nación va por mal camino, un nivel similar al de Estados Unidos y algunas sociedades europeas que llevan años agobiados por la crisis económica. Lo paradójico es que cuando a los colombianos se les pregunta sobre su situación personal, casi la mitad afirma que va en franca mejoría. Esto puede significar que las raíces de la desazón generalizada están más en el estado de la sociedad y el Estado que en los vaivenes del hogar.

Bajo este marco sombrío no causa mayor sorpresa que los indicadores relativos al presidente Santos tiendan casi todos a la baja. Durante su segundo año de mandato la favorabilidad del mandatario pasó de 71 por ciento en julio pasado a 47 por ciento hoy día. Solo en el último trimestre, este índice bajó 11 puntos porcentuales. Existe un dato mucho más preocupante para la Casa de Nariño: el 48 por ciento de los colombianos tiene una imagen desfavorable del jefe del Estado. En otras palabras, a partir de esta medición, Santos es víctima del fenómeno de la 'tijera': el momento en que la tendencia desfavorable se cruza con la favorable y los encuestados que expresan rechazo superan, en este caso ligeramente, a los que apoyan.

Al descenso en la imagen presidencial se suman bajas similares en la percepción sobre la evaluación de la gestión y en el índice de cumplimiento. Más de la mitad de los colombianos, el 54 por ciento, se declaran insatisfechos con el trabajo que está haciendo Santos frente a un 28 por ciento en julio de 2011. Esto quiere decir que en un año la proporción de rechazo a la gestión se ha casi duplicado.

En un sistema con reelección como el colombiano la capacidad de cumplir el programa de gobierno está directamente ligada con las posibilidades de repetir mandato. Al fin de cuentas, la campaña reeleccionista de un gobernante en ejercicio termina casi siempre convertida en un plebiscito de su gestión. Precisamente en lo que Mitt Romney, el candidato presidencial republicano, busca convertir la carrera hacia la Casa Blanca. Este frente necesita la atención urgente de la Casa de Nariño. Mientras que hace un año, seis de cada diez colombianos pensaban que Santos ha cumplido las promesas de gobierno, hoy ese indicador ha caído a cuatro. A primera vista, un desgaste un poco más acelerado que lo habitual.

Otro aspecto por resaltar se relaciona con el perfil del respaldo al gobierno. Hasta la pasada medición de Colombia Opina, el apoyo santista era mucho mayor en sectores altos y medios que en los estratos populares. Los mensajes reformistas y tecnocráticos de la administración resonaban mejor en los colombianos más favorecidos. No obstante, la última encuesta borra estas distancias por estratos y revela un patrón más constante. Prácticamente no hay distinción entre los porcentajes de apoyo y rechazo entre los grupos medios y bajos mientras que el mayor respaldo de los altos se mantiene.

Un comportamiento parecido a los indicadores de la figura presidencial se registra en las preguntas relacionadas con los temas prioritarios de la agenda pública. Los colombianos perciben no solo un empeoramiento de la situación económica del país sino también del estado de la seguridad nacional. Solo un tercio de los encuestados aprueba la forma como el presidente Santos viene manejando la seguridad y seis de cada diez encuestados se sienten menos seguros hoy que antes de iniciar la administración Santos. No todo son malas noticias para el Ejecutivo. La aprobación del manejo de las relaciones internacionales y de la inversión social aumentó, y el respaldo a la devolución de las tierras a las víctimas se mantuvo alrededor del 50 por ciento.

La satisfacción frente al desempeño de los ministros del gabinete va de la mano de los respaldos populares a estos temas de agenda. Por ejemplo, mientras los indicadores de la canciller María Ángela Holguín subieron 6 puntos desde abril, el ministro de Defensa Juan Carlos Pinzón cayó 11 puntos en los últimos ocho meses. Aunque muy desconocido todavía, el ministro del Interior Federico Renjifo arrancó con un bajo nivel de favorabilidad: 25 por ciento.

Con estas cifras como preámbulo no genera mayor sorpresa la respuesta de los colombianos frente al balance del segundo año del gobierno. Para el 35 por ciento de los encuestados las cosas están hoy peor que hace un año, mientras que para el 23 por ciento la situación está hoy 'igual de mal' que en julio de 2011. Al cumplir Santos su primer año esos dos indicadores sumaban solo 32 por ciento. En cuestión de apoyo la caída no es pequeña: mientras que siete de cada diez colombianos respaldó la gestión del primer año de Santos, este apoyo disminuyó al 47 por ciento para el segundo año. Más que la reacción temporal, las tendencias reflejadas en las mediciones de Colombia Opina ratifican que la desconexión del presidente Santos y de su equipo con la opinión pública es más profunda.

A lo anterior se añade el análisis de hechos de coyuntura que marcaron el debate público en el pasado trimestre. Uno de ellos fue el lanzamiento de un proyecto de oposición al gobierno encabezado por su antecesor, Álvaro Uribe Vélez. Los colombianos recibieron con expectativa este anuncio: un 59 por ciento piensa que es muy pronto para saber qué clase de consecuencias puede generar la postura uribista. Lo que queda claro es que nadie está en capacidad de recoger las banderas del expresidente: el 51 por ciento de los encuestados no optó por ninguno de los ocho líderes que han venido sonando.

El apoyo con el que nació la alternativa uribista no es menor. Un 40 por ciento de los colombianos da la bienvenida a la intervención del exmandatario en política mientras que el 47 por ciento cree que la bancada de La U, partido inspirado en Uribe, debería abandonar la coalición oficial de Santos y acompañar el nuevo proyecto. De hecho, el expresidente subió 2 puntos y alcanzó el 58 por ciento de imagen favorable. En otras palabras, declararse opositor a Santos no le ha hecho mella a Uribe y hasta le ha servido para un leve aumento de su respaldo popular.

Otro hecho reciente de gran impacto fue el escándalo alrededor del debate de la reforma de la Justicia en el Congreso. Como lo afirmó esta revista hace pocas semanas, "todos quedaron mal". En términos institucionales, todos los poderes públicos terminaron salpicados por el fallido acto legislativo. El Legislativo alcanzó un punto bajo con solo el 21 por ciento de favorabilidad mientras que el rechazo a la Corte Suprema de Justicia y la Corte Constitucional aumentaron 8 y 10 puntos porcentuales respectivamente. Un 42 por ciento de los colombianos cree que gobierno y congresistas son responsables por los micos de la polémica iniciativa. Al final de cuentas, la institucionalidad es la más afectada: solo un tercio de los encuestados aprueba la lucha contra la corrupción de la administración Santos, mientras que dos tercios no creen en la Justicia colombiana. Estos son efectos que apenas se comienzan a dimensionar.

Dentro de este abanico de acontecimientos coyunturales se incluye así mismo la hospitalización y posterior convalecencia del vicepresidente Angelino Garzón. La gravedad de la afección que sufrió así como el secretismo que ha rodeado su estado de salud y tratamiento han despertado rumores en las esferas políticas e inquietudes frente a un eventual vacío de poder. Ante esta delicada situación los encuestados apoyan tanto al vicepresidente Garzón como a la institución que representa. Su imagen positiva subió 8 puntos en tres meses y alcanzó el 57 por ciento mientras que dos de cada tres colombianos rechazan la intención del presidente Santos de acabar con la figura del vicepresidente.

En conclusión, el gobierno cierra su segundo año con un balance regular en materia de aceptación popular y reconocimiento de su gestión. A la sorpresa del primer año le siguieron 12 meses en los cuales, a pesar de sus esfuerzos, la Casa de Nariño fue incapaz de detener la tendencia a la baja de los principales indicadores de imagen y desempeño. Al reto político de la oposición uribista se suman los desafíos de mejorar la ejecución, pulir los mensajes, realizar ajustes en materia de seguridad, enfrentar los nubarrones de la economía y empezar a cumplir promesas y comunicar mejor los resultados.
 
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