Home

Nación

Artículo

LA GUERRA SUCIA

El asesinato de dos congresistas de la UP pone en entredicho el futuro del proceso de paz y plantea interrogantes sobre quiénes quieren desatar la guerra

6 de octubre de 1986

Pasado el mediodía del lunes 1°, avanzaba la reunión de los dirigentes de la Unión Patriótica con el ministro de Gobierno Fernando Cepeda Ulloa, quien los había recibido minutos antes en su despacho en compañía del viceministro Fernando Botero Zea, para escuchar las quejas y peticiones a raíz de la serie de asesinatos de activistas de ese movimiento en diferentes zonas del país, que se había intensificado en los últimos días y que había cobrado 40 horas antes en Barrancabermeja, su hasta entonces última y más notable víctima en la persona del representante a la Cámara por Santander, Leonardo Posada Pedraza.

La conversación transcurría en forma cordial, aunque no exenta de ciertos momentos de tensión, cuando una de las secretarias del ministro entró al despacho y dijo: "Hay una llamada para el doctor Hernando Hurtado".
Este, senador de la UP por Cundinamarca, pasó al teléfono y escuchó en silencio. Después de despedirse de su interlocutor y colgar el auricular, se quedó mirando a los demás asistentes a la reunión y finalmente les dijo: "Esto va de mal en peor. Acaban de asesinar en Villavicencio al senador Pedro Nel Jiménez". Según relató a SEMANA uno de los asistentes, en esos momentos, se vivieron instantes dramáticos, mientras Cepeda confirmaba la noticia con el gobernador del Meta, Jorge Ariel Infante. Hubo algunos murmullos y uno que otro alcanzó a decir frases como: "Esto no puede ser. ¿Hasta dónde vamos a llegar?" El ministro no dejó pasar mucho tiempo antes de tomar uno de los teléfonos de su escritorio y comunicarse con la línea directa del presidente Virgilio Barco en el Palacio de Nariño.

En pocas pero nerviosas palabras Cepeda informó al Primer Mandatario lo que estaba sucediendo y Barco le respondió dé inmediato que los esperaba a todos en pocos minutos en su despacho. Uno a uno, los dirigentes de la UP fueron bajando las escaleras del Palacio Echeverri para luego atravesar la carrera octava en compañía del ministro y entrar a Nariño.
Antes de hacerlo, algunos de ellos fueron abordados por una nube de periodistas que se había congregado en el lugar.

Braulio Herrera, representante a la Cámara y hombre venido del monte gracias al proceso de paz, se encargó de dar las declaraciones más fuertes.
Al ser interrogado sobre los posibles móviles del asesinato del senador Jiménez, Herrera dijo: "Se busca aniquilar un experimento muy importante que puede abrir un canal distinto al de la guerra. Pero, además, sabemos claramente que hay un plan definido de aniquilamiento físico que se llama "Baile Rojo" en donde está comprometido, les voy a decir el nombre de uno de ellos, el general (Fernando) Landazábal Reyes".

Con estas palabras, se inició una guerra de declaraciones y la violencia verbal se comenzó a adueñar de las emisoras de radio y los noticieros de televisión. La respuesta del general Landazábal dos días después en un comunicado no mejoró las cosas. El ex ministro de Defensa aseguró que "hoy, después de más de 50 mil campesinos muertos por los guerrilleros, estos se nos presentan en las corporaciones públicas como los ángeles de la paz" y agregó más adelante, recordando los planteamientos del ex presidente norteamericano Richard Nixon, que "una paz comunista produce más muertes que una guerra anticomunista".

En realidad, el botafuegos había comenzado semanas antes. En una declaración política publicada el 13 de agosto por la prensa y titulada "Al oído de nuestros dirigentes", el general Landazábal había asegurado que no se debía romper por ahora el pacto bipartidista para gobernar ya que "el verdadero enemigo" era la UP y su "brazo armado" las FARC. Landazábal definía a ese enemigo como "agazapado tras los montes, con las armas de la muerte en las manos, vestido de túnicas blancas en los salones de las corporaciones públicas...".

Aunque nadie parecía dar crédito a la posibilidad de que el general Landazábal estuviera vinculado a los planes del "Baile Rojo", lo cierto es que muchos colombianos de distintos sectores se estaban preguntando hasta qué punto ese tipo de declaraciones, como las del comunicado del 13 de agosto, no contribuían a cargar de tensiones el ambiente. De hecho, a medida que fue transcurriendo la semana, los dirigentes de la UP fueron bajando el tono, lo mismo que el propio general, y declaraciones un poco más prudentes entraron a reemplazar las encendidas frases iniciales.
Mientras el ex ministro de Defensa deploraba en el noticiero TV Hoy de Andrés Pastrana, la muerte de los congresistas, algunos dirigentes de la UP modificaban sus acusaciones a Landazábal y, en vez de presentarlo como el líder de una conspiración, comenzaban a referirse a él más bien como un inspirador, como una persona que con sus declaraciones podía estar estimulando las acciones en contra de la UP (ver entrevistas en esta edición).

LOS CRIMENES
Pero más allá de las declaraciones ¿qué era realmente lo que estaba sucediendo? Para empezar, después de los últimos asesinatos, cada vez resultaba más dificil sostener la tesis de que estos crímenes correspondian a casos aislados motivados por situaciones netamente regionales. Las cifras eran demasiado elocuentes: la UP había perdido en los últimos 4 meses a 33 de sus integrantes, entre ellos un senador, un representante, 5 concejales y 25 activistas, que elevaban el total de muertos desde que se inició la tregua en 1984 a más de 300 sin contar los 30 desaparecidos en ese mismo lapso.

En el caso de los dos congresistas muertos entre las 7 de la noche del sábado 30 y las 11 y 45 del lunes 1°, había detalles realmente asombrosos, que revelaban la facilidad con que habían podido actuar los sicarios.

Según testimonios recogidos por SEMANA, Leonardo Posada, un hombre generalmente tranquilo y jovial, se había mostrado bastante preocupado por la situación y las amenazas de los últimos días. A su amigo, el senador liberal Horacio Serpa Uribe, Posada le habia dicho el viernes a las 6 y 30 de la tarde, a la salida de los actos de posesión del gobernador de Santander en Bucaramanga: "Maestro, están pasando cosas muy graves. Tenemos que hablar". Serpa le respondió lamentando que no pudieran verse ese fin de semana en Barrancabermeja, pues el senador liberal no podía ir. Las sospechas de Posada se confirmarían trágicamente 24 horas después.

En efecto, el sábado a las 7 y 20 de la noche, el representante salió de las oficinas del Partido Comunista en Barranca, en compañía de un grupo de muchachas que habían participado con él en una reunión de activistas.
Poco después de que comenzaran a caminar por la calle, un hombre se mezcló en el grupo y disparó seis tiros contra el cuerpo de Posada. Mientras este rodaba por el suelo y era rodeado por sus compañeras, el sicario se retiró caminando sin mayor prisa. Entonces, una de las muchachas le gritó a un motociclista que estaba a pocos metros y que resultó ser el segundo sicario: "Ayúdenos, que todavia está vivo". El hombre que había disparado se devolvió en ese momento y remató a Posada.

Moribundo, el representante alcanzó a expresar un último deseo a una de las muchachas: "No quiero--le dijo--que en mi funeral haya himnos, sino una tanda de boleros", deseo que se cumpliría 3 días después en el entierro en Bogotá. Mientras Posada moría, los dos sicarios se retiraban del lugar y, de nuevo, se mostraban absolutamente tranquilos y sin afanes. Sin embargo, su cinismo rebosaría todas las barreras horas después, durante la velación del cuerpo del representante, en la sede del Concejo de Barranca. Allí, uno de los asesinos se paseó durante un largo rato y llegó incluso a entregarle un pañuelo a una de las muchachas que lloraba al muerto, diciéndole: "Tome para que llore, pues quedó bien muertecito".
A raíz de esto, en forma repetida los deudos pidieron a la Policía que se hiciera presente para capturar al sujeto, pero todos los llamados resultaron inútiles.

En el caso del senador Pedro Nel Jiménez, numerosos testimonios recogidos por SEMANA en Villavicencio y que, al parecer, fueron consignados ya por los investigadores designados por el gobierno, coinciden en señalar que los sicarios, que se movilizaban en una moto, hacen parte del personal del F-2 en la capital del Meta.

Estas primeras versiones parecieron venirse al suelo el miércoles, cuando un supuesto comando del grupo guerrillero Ejército Popular de Liberación (EPL) se tomó una pequeña emisora al sur de Bogotá y transmitió un casete en el que reivindicaba la autoría del crimen de Jiménez y de otros dirigentes de la UP. El grupo, cuya identidad despertó toda clase de sospechas, terminaba su proclama con una frase que nada tenía que ver con el lenguaje tradicionalmente utilizado por los grupos guerrilleros: "Vivan las fuerzas subversivas". Al día siguiente, el comando superior del EPL desmintió la historia que, de todos modos, muy pocos colombianos alcanzaron a creer.

¿QUIEN ESTA DETRAS?
Una vez desvirtuada la anterior versión, la pregunta que surgía era la de quién estaba detrás de los crímenes contra la UP. Teniendo en cuenta que las pistas eran en principio escasas, la anterior pregunta sólo se podía contestar tratando de establecer a quién estaba beneficiando la situación.
Asumiendo que los crímenes, o por lo menos buena parte de ellos, responden a una conspiración y no a una serie de coincidencias, estaba claro que el objetivo del complot consistía en eliminar las cabezas más políticas y menos "calientes" del movimiento.
En el caso del Magdalena Medio, por ejemplo, el representante Posada se había hecho famoso por su carácter conciliador y por la capacidad de tranquilizar y controlar a los suyos frente a las provocaciones. Como le dijera a mediados de la semana el senador Horacio Serpa a esta revista, "en el Magdalena Medio el proceso de paz habia logrado recuperar un ambiente de confianza que ahora está en grave peligro porque están matando, precisamente, a quienes escuchan y a quienes confían y crean confianza".

Teniendo en cuenta lo anterior, lo que queda por ver es la lista de los que pueden pescar en el río revuelto que se crearía si las FARC se llegan a desesperar. En este punto no se puede descartar a los grupos guerrilleros que están por fuera del proceso, ya que mientras las FARC no combaten, prácticamente todo el peso de la lucha militar recae sobre esos grupos. Sin embargo, SEMANA pudo establecer que el ambiente que reina entre las FARC y esos grupos--a diferencia de lo sucedido hace algunos meses--es de diálogo.

Por otra parte, por los lados de la derecha son muchos los sectores que, por diversas razones, se consideran perjudicados por la tregua con las FARC y el crecimiento político de la Unión Patriótica. Es evidente que en algunas regiones el boleteo por parte de sectores de las FARC, no ha cesado, para desesperación de ganaderos y agricultores. Algunos de estos se pueden estar preguntando entonces si la tregua consiste en que, a pesar de ser escasos los combates, las prácticas chantajistas se perpetúen. De ahí que tales sectores puedan estar interesados en propiciar la guerra para que los guerrilleros, en vez de andar boleteando, tengan que vérselas a tiros con el Ejército. Este análisis tiene un defecto: explicaría que estos crímenes, fruto de la desesperación de algunos hacendados, no responderían a una conspiración sino a un conjunto de hechos aislados.

La otra posibilidad es que, efectivamente, como dice la UP, la situación sea el resultado de un complot organizado por sectores militaristas, civiles y de las Fuerzas Armadas, que, con base en la teoría de la seguridad nacional, estarían asumiendo que no tiene ningún sentido negociar con los comunistas y que por ello la única solución es aniquilarlos.
El gobierno y la prensa le han pedido insistentemente a la UP que presente pruebas, teniendo en cuenta, además, que han sido acusados con nombre propio, oficiales activos como Velandia y Gil Muñoz. La respuesta de la UP ha sido decir que las pruebas serán entregadas a los investigadores designados por el gobierno y, por otra parte, explicar que los manuales de contrainsurgencia que utiliza el Ejército colombiano prevén la existencia de los grupos paramilitares bajo la denominación de "grupos de autodefensa".

Sea como sea, lo que queda claro es que hay un sector, si no numeroso, por lo menos muy poderoso, que no cree en el proceso de paz y que está dispuesto a evitar que se culmine con éxito. Cuál es su verdadero poder, cuál su tamaño y cuáles sus ramificaciones, son las preguntas que quedan por responder.

LA RESPUESTA DEL GOBIERNO
Uno de los aspectos interesantes para analizar frente a lo sucedido la semana pasada es el comportamiento del gobierno en su primera gran crisis de orden público. En un principio las críticas llovieron sobre la actual administración. El diario El Espectador en su editorial del miércoles 3 se preguntaba si lo sucedido no reñia con la promesa del presidente Barco "en el sentido de que tomaría bajo su dirección el proceso de paz". Otros iban más lejos y aseguraban que las cosas que estaban pasando eran una prueba más del desgobierno denunciado por algunos sectores a finales de agosto.
SEMANA consultó a un alto vocero de la administración, quien respondió a las críticas asegurando que la reunión del lunes entre el presidente Barco y los dirigientes de la UP, era la demostración de que el Primer Mandatario sí está tomando en sus manos el proceso de paz. "En el pasado --agregó el vocero-la Unión Patriótica hubiera tenido que entenderse con una comisión de paz sin ningún poder real. En esta ocasión el presidente Barco no sólo afrontó personalmente el problema, sino que ordenó a su ministro de Justicia, Eduardo Suescún, que se reuniera con la UP y de común acuerdo con sus dirigentes, designara los jueces de instrucción que debían integrar las comisiones investigadoras".
Sin embargo, aunque todo indica que la UP, en principio había recibido bien esta actitud, el movimiento, así como amplios sectores de la opinión pública, sólo podrán declararse totalmente satisfechos cuando las investigaciones produzcan resultados concretos y el gobierno demuestre que está dispuesto a sancionar a los culpables.

Al final de la semana dos nuevos asesinatos complicaban aún más la situación. Los concejales del municipio de San José del Guaviare, Jahir López e Hilario Muñoz, militantes de la Unión Patriótica, y quienes habían sido secuestrados en Villavicencio el día del entierro del senador Pedro Nel Jiménez, aparecieron muertos el viernes en la mañana, mostrando huellas evidentes de torturas. En esta oportunidad las autoridades tenían la posibilidad de demostrar que cuando se le había prometido justicia a la Unión Patriótica, se había hablado en serio: en el momento del secuestro de los concejales, numerosos testigos pudieron ver cómo eran introducidos violentamente en un vehículo Toyota de placas OA-5406. Esta primera pista era demasiado buena para dejarla perder ya que bien podría ser la punta del hilo que desenredara la madeja. --

LA "SOCIALBACANERIA"
Con el asesinato del senador Pedro Nel Jiménez Obando en Villavicencio y del representante a la Cámara Leonardo Posada en Barrancabermeja, no sólo se golpeó duramente al Parlamento, al proceso de paz y a la UP, sino que sus autores asestaron un duro golpe contra dos de los mejores exponentes del comunismo no ortodoxo en el país. Si algo caracterizaba marcadamente a estos dos jóvenes parlamentarios, era ni más ni menos que su amplitud de criterio y su antiesquematismo ideológico. Rumberos, toma-trago, buenos conversadores y amigos de la tertulia, eran algunas de las particularidades por las que se les identificaba y por las que se habían hecho merecedores a una gran simpatía no sólo dentro de los "camaradas" sino, incluso, entre los más furibundos "antimamertos" .

Posada, en los últimos días de su vida, era más "militante" del Frente Amplio por el Magdalena Medio, FAM, que del Partido Comunista. A pesar de haber salido elegido representante por las listas de la UP, el trabajo que realizaba se concentraba en tareas comunitarias, en alianza con las demás fuerzas políticas del Magdalena Medio.

Aunque desde los años sesenta se destacó como fervoroso militante del PC y en 1980, cuando tenía 32 años, llegó a ser elegido miembro de su Comité Central, era tan poco dogmática su actitud, que un buen día sentado en el "Café Libro", tertuliadero bogotano creó con un grupo de amigos lo que él mismo bautizó con humor como la "socialbacaneria". Licenciado en educación de la Universidad Nacional, había nacido en el año de 1948 en un hogar comunista: su padre, Julio Posada, fue un sastre que por los años cuarenta llegó al Comité Ejecutivo del PCC. En 1966, Leonardo Posada viajó por cuenta de la Juventud Comunista a Moscú, para realizar el mismo curso político, que un año antes había hecho--quizás el más fiel representante de la "socialbacanería" criolla-Jaime Bateman Cayón. Pero ni la destacada posición en el PCC, ni el cargo de parlamentario, transformaron la actitud jovial y descomplicada de Posada, quien cambiaba encantado una cátedra marxista por una sesión de chistes y una audición de himnos socialistas por boleros.
Por su parte Pedro Nel Jiménez Obando, aunque desconocía la existencia de la "socialbacanería", se comportaba como uno de sus mejores miembros.
Abogado de 36 años, había nacido en Bogotá, pero desde antes de finalizar su carrera se había vinculado al Llano, en donde era amigo de "Raymundo y todo el mundo". Alegre y dicharachero, se había ganado la confianza de los llaneros, que lo consideraban como una de los suyos. Desde los 14 años fue militante de la Juventud Comunista. Sin embargo, nunca quiso ocupar cargos de dirección en el Partido. Más que militar, se preocupaba por la suerte de los militantes: sacar presos políticos y buscar desaparecidos era su obsesión en los últimos años.

Su éxito electoral no fue gratuito, poseía una gran capacidad oratoria, que muchos aseguran habérsela heredado a su padre, el viejo abogado Pedro Nel Jiménez Restrepo, aguerrido dirigente gaitanista y según muchos, uno de los mejores conocedores de la historia del país. La oración de Jiménez Restrepo durante la velación de su hijo, fue una prueba irrefutable de esas condiciones.
Los últimos casos de los que estuvo encargado Jiménez Obando y sobre los cuales había recogido pruebas fundamentales, fueron los asesinatos de Alvaro Falla, capturado el 14 de agosto en Bogotá y quien apareció muerto en Villavicencio, y el de la desaparición de María Eugenia Castañeda, de las FARC, detenida en Usme. Los expedientes que había recogido sobre estos dos casos señalaban con nombre propio a personal militar implicado.

En actividades diferentes, Posada y Jiménez Obando fueron dos comunistas no ortodoxos, que, cada uno en su región, materializaron la unidad con la izquierda y otras fuerzas políticas. y ejercieron una definitiva influencia sobre los miembros de las FARC a lo largo de todo el proceso de paz.