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La hora del Polo

Los peores enemigos del PDI están adentro: la división ideológica, la competencia por el liderazgo y la falta de organización. ¿Lograrán erradicarlos en su congreso nacional?

29 de mayo de 2005

La reunión de las comisiones primeras del Congreso, el lunes de la semana pasada, parecía de otro país y de otra época. El estupor y la sorpresa se tomaron el recinto. El inesperado respaldo del Polo Democrático (PDI) al proyecto de Ley de Garantías Electorales presentado por el gobierno dejó estupefactos a los parlamentarios y a quienes estaban viendo la transmisión del debate por televisión.

Se vieron imágenes impensables hace sólo dos semanas: el senador uribista Germán Vargas tomó la palabra para felicitar a Gustavo Petro -uno de los representantes más radicales del Polo y líder de la oposición- y a su colega, Germán Navas Talero. Sólo días después de hacer un duro debate al gobierno por el proceso de paz con los paramilitares, Petro estampaba su firma al lado de la de Carlos Holguín, adalid de la reelección y del uribismo, para respaldar la Ley de Garantías.

Aunque los votos de Petro y Navas no eran decisivos para salvar la iniciativa, sí eran importantes para darle legitimidad a la controvertida figura de la reelección inmediata. ¿Qué alcance tenía esa alianza? ¿Un simple episodio sobre el tema de garantías, que al fin y al cabo concierne al gobierno y a la oposición? ¿Se vendió el Polo? ¿Logró el gobierno dividir a la oposición más radical? ¿O debilitarla, a cambio de ofrecerle dinero para la campaña?

Por donde se le mire, el gobierno se anotó un gol. Dividió y puso a pelearse entre ellos, a sus enemigos del Polo. Y le metió una pequeña dosis de legitimidad a la próxima campaña, con todo y la participación de Álvaro Uribe, porque cuando salgan a relucir argumentos en contra de la falta de garantías, podrá decir que el marco jurídico fue propuesto por el Polo y acordado con el gobierno. El texto contempla un anticipo de 4.000 millones de pesos a los candidatos que compitan en la primera vuelta y 2.450 millones a quienes lleguen a la segunda. También restricciones al Presidente como la prohibición de realizar consejos comunitarios cuatro meses antes de las elecciones. Y el establecimiento de un derecho de réplica dentro de las 48 horas siguientes a cada afirmación que haga el gobierno en contra del buen nombre de candidatos opositores o de otros partidos.

El episodio causó un terremoto en el PDI. En ausencia de Navarro, quien se encontraba en el exterior, Petro se tomó la vocería, pero encontró una reacción negativa en el presidente del partido, Samuel Moreno, y de otros integrantes. "Por la plata baila el Petro", llegó a decirse en una emisora radial. Al final, un comunicado aclaró que no había un pacto previo con el gobierno, y que lo sucedido la noche anterior no implicaba que el PDI no continuara haciendo una oposición radical a la reelección y al gobierno Uribe.

La pregunta es si el incidente afectará las posibilidades de éxito del primer gran congreso nacional del Polo, que tendrá lugar esta semana. Una reunión que no tendrá la inversión ni la pompa del que hará el Partido Liberal ocho días después, pero de cuyos resultados depende, nada menos, la posibilidad de que el PDI consolide su identidad política y se cohesione como una fuerza con vocación de poder. Y de que se muestre como un partido capaz de jalonar una gran coalición antiuribista y de reivindicarse como tercera fuerza electoral del país. Grandes retos, que no son fáciles. El episodio de la Ley de Garantías despertó los viejos fantasmas de divisiones y rencillas de la izquierda. ¿Hasta qué punto la rencilla de la semana afectó las tendencias de largo plazo hacia un proyecto profundo y duradero?

Las tensiones que se sintieron entre los pragmáticos -encabezados por Navarro y Petro- y otro grupo, donde están Moreno, el senador Jaime Dussán y el representante Wilson Borja, no son las mismas que derivan de la ideología y las formas de hacer política de los líderes del PDI. La verdad sobre la unidad o división del Polo se conocerá cuando salgan a la luz los resultados de la elección de delegados al congreso realizada el pasado sábado en Bogotá. En ella los afiliados al partido escogieron 1.500 delegados que, entre otras responsabilidades, tendrán la de elegir quién será el candidato presidencial para 2006.

Se puede hablar de dos grandes tendencias: la de Samuel Moreno, Francisco Rojas Birry, Jesús Bernal, Javier Cáceres, Jaime Dussán y sus seguidores en Fecode, y la que lideran Gustavo Petro, Germán Navas Talero, los concejales Carlos Vicente de Roux, Bruno Díaz, ex miembros del M-19, académicos y representantes de ONG. Los primeros tienen más fuerza en el Parlamento, pero en la dirección nacional se han venido imponiendo los segundos.

Hay diferencias notables. El grupo de Moreno es más de centro, se identifica con estilos más tradicionales de hacer política y es cercano al Partido Liberal, sobre todo al ex presidente Ernesto Samper y a Horacio Serpa. El de Petro se ubica más a la izquierda, insiste en la necesidad de renovar las prácticas políticas y promueve como urgente la necesidad de aglutinarse con otros sectores de izquierda. En particular, con la bancada de Alternativa Democrática liderada por Carlos Gaviria.

De allí la importancia política del congreso. Sus delegados escogerán entre Samuel Moreno, el ex gobernador de Tolima Guillermo Alfonso Jaramillo y Antonio Navarro, quien será el candidato presidencial. Este último tiene un indudable favoritismo, por su capacidad de maniobra política, la admiración que tiene entre las bases y la ventaja que le conceden las encuestas. El congreso adoptará también una fórmula para buscar, con el candidato de Alternativa Democrática, Carlos Gaviria, una candidatura unificada. Se ventilan dos posibilidades: una gran encuesta para verificar las preferencias de los ciudadanos, o una consulta popular el 13 de marzo de 2006, día de las elecciones legislativas.

Ya se están ventilando algunas propuestas para que la competencia entre liderazgos no termine fragmentando el partido. Una de Jaime Dussán, de buen recibo, consiste en que si Navarro definitivamente es elegido candidato, Moreno pueda ser presidente del partido por un año más y Petro encabece la lista al Senado. También habría una contundente declaración de respaldo a las gestiones de los Garzón, Angelino y Lucho, como gobernador del Valle y alcalde de Bogotá. En todo caso, los 1.500 delegados tendrán la responsabilidad de tomar muchas de estas decisiones, lo cual explica la intensa competencia entre las distintas fuerzas en que se han ido agrupando. Dussán lidera una muy fuerte. La de Agenda Bogotá, encabezada por Roberto Sáenz, muy cercano al contralor distrital. La integrada por mujeres y otra, encabezada por el hijo de Luis Eduardo Garzón. Que el hijo del Alcalde lidere esta tercera, es considerado por muchos un mensaje del firme compromiso de este último con su partido.

Además de los asuntos mecánicos, en el congreso también se ratificarán bases programáticas. Y para no profundizar en tensiones, se prevé que se llegará a acuerdos amplios alrededor de temas generales como la censura a la lucha armada, el apoyo a la integración económica en América Latina (en vez del TLC), a una salida negociada al conflicto armado y a la formación de una gran coalición política de izquierda.

Lo que estará en juego, en síntesis, no es poca cosa. Si del congreso sale un partido fortalecido y bases para la unidad de la izquierda, podría convertirse en un hito histórico. Las condiciones para fortalecer un proyecto de izquierda democrática están dadas: la empujan los vientos que soplan en América Latina y los éxitos electorales en los recientes comicios de alcaldes y gobernadores. Además los partidos tradicionales se encuentran divididos por la reelección. ¿Aprovechará la izquierda este cuarto de hora? El congreso de esta semana será un primer indicador de la respuesta a este crucial interrogante.