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La imagen rota

Los corresponsales extranjeros rectifican la imagen estereotipada de Colombia que les habían vendido.

16 de octubre de 1989

Hablar de Colombia en el exterior era, hasta hace pocas semanas, hablar de droga. De cocaína concretamente. Para los países de primera, la imagen de Colombia, como país de segunda, era una imagen estereotipada, asociada exclusivamente al narcotráfico y al crimen organizado, en nada diferente de la Bolivia de García Meza o de la Panamá del general Noriega. Pero un hecho concreto y significativo, el asesinato del precandidato liberal Luis Carlos Galán, le dio la vuelta a la moneda.
Tras el despliegue periodístico que se hizo de la noticia y de las palmaditas de solidaridad de rigor, los principales medios de comunicación de Estados Unidos y Europa decidieron, esta vez, no echar mano de las esquemáticas informaciones de las agencias de prensa, sino desplazar enviados especiales para cubrir el desarrollo de las noticias. Gringos, italianos, franceses, españoles, belgas, alemanes con grabadoras y cámaras en mano comenzaron a llegar como moscas a Colombia. Y llegaron convencidos de que era un país con su actividad económica totalmente paralizada y en completo toque de queda.
Sin embargo, se sorprendieron. Poco a poco muchos de los estereotipos y esquemas que traían en mente se les fueron derrumbando. Y se encontraron con que Colombia no es un país de narcotraficantes, sino un país en pie de guerra contra ellos. Y descubrieron que a pesar de una guerra declarada contra los capos del narcotráfico y un clima de violencia generalizada, los colombianos no temen decir sus nombres y hablar abiertamente sobre lo que piensan en torno al problema. Steven Schnee, de la cadena norteamericana ABC, le dijo a SEMANA: "Después de haberme recorrido parte del país, hacia el norte y hacia el sur, me sorprende que hay mucha gente que no considera la guerra contra el narcotráfico como suya. Algunas personas me dijeron: 'Si el gobierno no ha hecho nada por nosotros, ¿por qué debemos ahora apoyarlo en sus medidas?'. Me sorprende que la impopularidad del gobierno es mayor que la impopularidad del narcotráfico". Por su parte, Eduardo Núñez, de la cadena NBC, dijo: "Ante el grado de convivencia de la sociedad con el narcotráfico, convivencia que se vivía desde hacia 10 años, no logro entender cómo un solo acto logra devolver el péndulo en esta forma y polarizar la opinión en forma tan dramática".
En este aspecto no todos opinan lo mismo, aunque Charles Vanhecke, del periódico francés Le Monde, destaca que le sorprende la falta total de apoyo de la clase política al gobierno. Y es Vanhecke el que más refleja optimismo con respecto a la situación de guerra declarada. Mientras su colega de ABC afirma haber hablado con militares retirados que reconocen la vinculación de militares y de la Policía con el narcotráfico, el francés afirma: "He óído hablar mucho de infiltración y corrupción en los organismos de seguridad, el Ejército y la Policía, pero después de haber estado en Puerto Boyacá viendo cómo actúa el Ejército, creo que, hechas las reservas del caso, gobierno y Ejército van por buen camino. Ningún elemento me permite pensar que Escobar y Rodríguez Gacha no vayan a ser capturados". Allan Tomlinson, de la BBC, dice: "Creo que se ha armado toda una mitología alrededor de un par de narcotraficantes. Pero la pelea no es, no puede ser equilibrada. Por más fuertes que sean, un puñado de delincuentes comunes no puede medir fuerzas contra un Estado. No creo que sea una pelea entre dos bandos equiparables". Lucio Lami, de II Ciornale, de Milán, tal vez uno de los pocos que conoce el problema de la mafia a fondo, afirmó a SEMANA que "en Colombia están en el nivel cuaternario y antidiluviano de la mafia. Los mafiosos aquí me parecen muy primitivos y hacen cosas tan 'inelegantes' como matar al enemigo. Me sorprende la ingenuidad de pensar que porque matan a las cabezas del narcotráfico acaban con el problema. En Sicilia tenemos familias que llevan 15 generaciones de asesinatos, óiganlo bien, 15 generaciones, y ahí sigue la mafia".
A pesar de las diferencias, unas más sutiles que otras, que separan a los periodistas en su análisis de la situación colombiana, hay un denominador común que los impacta realmente: la violencia. "Me impresiona el papel que juega la violencia en Colombia, que ha dado hasta para que se cree una disciplina para su estudio, la violentología. Es parte de la vida diaria de la ciudadanía. Puede venir de cualquier frente y acaba siendo la única forma de dirimir las disputas". Para Douglas Farah, del Washington Post, la violencia en Colombia parece no tener límites: "He cubierto muchos sitios violentos, pero en América Latina nunca había visto una violencia más indiscriminada. En El Salvador, por ejemplo, hay una guerra con dos bandos, pero no terrorismo indiscriminado. Es la primera vez que veo esto en América Latina".
Haciendo trabajo de campo, en el terreno, es posible que los periodistas extranjeros que llegaron tras el asesinato de Galán se vayan con una imagen distinta, mejor o peor, que la que les habían vendido sobre Colombia. Y eso ya es algo.-