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Mauricio Cárdenas, el nuevo ministro de Minas, asume la entidad en la peor crisis de la institucionalidad minera.

POLÍTICA

La llave maestra

¿Serán capaces de trabajar de la mano los nuevos ministros de Minas y Ambiente, dadas las fuertes presiones que ejercen los desarrollistas y los ambientalistas?

24 de septiembre de 2011

Cuando el presidente Juan Manuel Santos anunció esta semana a los nuevos ministros de Minas y de Ambiente, muchos creyeron que era una afortunada coincidencia. Al final de cuentas, ante el desenfrenado auge de la extracción de materias primas, estas carteras han sido consideradas antagónicas. Cada una representa un interés prioritario del desarrollo del país: el crecimiento económico y la sostenibilidad ambiental. Y, paradójicamente, su éxito depende en gran parte de que logren trabajar en llave.

A pesar de lo disímiles que serán sus tareas en el gabinete, Mauricio Cárdenas y Frank Pearl tienen mucho en común. Por un lado, ambos llegan con credenciales de lujo, cuentan con experiencia tanto en el sector público como en el privado y están regresando al país luego de una temporada en prestigiosas instituciones de Estados Unidos. Y eso ha hecho pensar tanto a ambientalistas como a empresarios que en los pulsos que vendrán "al menos hablarán en el mismo idioma".

Mauricio Cárdenas, el nuevo ministro de Minas, era el encargado de América Latina en el Brookings Institute de Washington, un prestigioso centro de pensamiento. Previamente había sido director de Fedesarrollo, ministro de Transporte y director de Planeación Nacional. Frank Pearl, el nuevo ministro de Ambiente, aunque ha sido criticado por no tener experiencia en el tema, es reconocido como un funcionario estrella. Fue alto consejero para la Reintegración, presidente de Valórem y acaba de graduarse de una maestría en Administración Pública en Harvard.

Ambos tienen un punto en común en la agenda de sus cargos: trabajar para que el país deduzca si es posible un desarrollo sostenible, un concepto que suena muy bien en los foros pero que en la práctica ha sido muy difícil de aplicar. Es decir, llegar a un acuerdo fundamental sobre cómo se deben explotar los recursos naturales. Porque hasta ahora la minería y el petróleo han ido por un lado y la visión conservacionista de los recursos, por el otro. Para no hablar de la magnitud de la minería ilegal, que destruye el medio ambiente, es el mejor canal para lavar dinero y aceita los aparatos armados de los grupos irregulares.

No es exagerado decir que la institucionalidad minera atraviesa quizás la peor crisis de su historia, luego de que el ministro Carlos Rodado destapó que en la última década casi 9.000 títulos se habían feriado como en una 'piñata'. Y el medio ambiente lleva sin cartera propia más de ocho años, justo el periodo en que esta repartición desenfrenada tuvo lugar. Esto significó que muchos de los proyectos de mayor envergadura, por ejemplo la explotación de oro en Angostura (Santurbán), estén hoy sobre páramos y parques naturales. Situación que no solo los hace discutibles, sino inviables.

A esto se suma que a la fecha no existe información completa en ninguna de las dos instituciones que permita tomar decisiones documentadas. Mientras, como dijo Rodado, "el catastro minero es una catástrofe", en el lado ambiental hasta ahora se está consolidando el inventario de los ecosistemas estratégicos que tiene el país. Empresas como AngloGold Ashanti, que tiene más de veinte títulos en páramos, aseguran que cuando llegaron a Colombia y los solicitaron, no se sabía que esos territorios tuvieran esa calidad. Por eso, la directora de Parques Naturales, Julia Miranda, explica que para lograr la protección del medio ambiente es fundamental dar claridad a los sectores de cuáles son las áreas que no se pueden tocar.

A esas apuestas internas se suma que el país va a tramitar dos cambios legislativos de envergadura: al Código de Minas y la reforma a las Corporaciones Autónomas Regionales (CAR). Y ahí los ministros tendrán que medirse en el Congreso. Para el Código, la Corte Constitucional dio en mayo pasado un plazo de dos años. Y aunque existen diferencias sobre temas tan sensibles como darle a la minería el estatus de 'interés público' o exigir que la autoridad minera autorice la creación de zonas protegidas, también hay acuerdos como excluir los páramos y los cauces de los ríos de esa actividad. De igual importancia es la reforma a las polémicas CAR, que hoy aprueban el grueso de los proyectos del país.

Poner la casa en orden es apenas el comienzo. La institucionalidad que se edifique hoy tendrá que soportar lo que se ve venir. "No hay un 'boom' minero, sino un 'boom' de expectativas", señala Claudia Jiménez, del sector de la minería a gran escala. Según la dirigente gremial, de los 9.000 títulos mineros, solo una tercera parte está en operación. Eso sin contar con las 20.000 solicitudes en fila, que denunció el exministro Manuel Rodríguez, equivalentes al 20 por ciento del territorio nacional.

En otro país este aumento exponencial de solicitudes sería una excelente noticia por los multimillonarios recursos que representan. Pero en Colombia, uno de los países más ricos en recursos hídricos, bosques y biodiversidad, también representa una amenaza. No hay fórmula que permita medir concretamente si esas grandes inversiones compensan los daños ambientales que pueden dejar. Como señala Hernando José Gómez, director de Planeación Nacional, en una reciente entrevista: "El servicio que presta un páramo siempre va a valer más que una mina cuando pensamos en una escala de mil años. Por eso, la sociedad tiene que atreverse a cuantificar el valor de un medio ambiente sano".

Frente a toda esa serie de dilemas el principal reto de los dos ministros es no verse como antagonistas. Pues como señala la directora de Licencias Ambientales, Luz Helena Sarmiento, cuando se ponen en la balanza todos los intereses, el pulso entre el medio ambiente y el desarrollo económico termina siendo "un falso dilema". Esa afirmación puede ser verdad, pero no es una razón para bajar la guardia.

En su libro El planeta saqueado, Paul Collier, un famoso economista de Oxford, explica la temida "maldición de los recursos naturales". Esta no es más que la tendencia de los países ricos en minerales a desarrollar instituciones débiles que terminan finalmente llevándolos a la miseria. Como dijo en su columna Guillermo Perry, economista jefe del Banco Mundial para América Latina, Colombia ha "evitado caer en lo peor de la maldición", pero no ha hecho tampoco lo suficiente para ser un país rico basándose en su gran riqueza natural. Y hacer lo suficiente es precisamente lo que Frank Pearl y Mauricio Santamaría tienen que lograr juntos.