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LA MECA DEL PELIGRO

Una curiosa guía turística gringa clasifica a Colombia como el país del mundo con <BR>mayores atracciones para el riesgo.

12 de julio de 1999

Escalar los picos del Himalaya, correr a 300 kilómetros por hora en una montaña,
treparse a las crestas de una ola de cinco metros o cubrir periodísticamente una guerra moderna, nada
de eso es más emocionante que viajar a un país peligroso. Al menos eso es lo que opinan los autores
de la única guía turística en la que Colombia tiene cinco estrellas. Los lugares más peligrosos del
mundo (The World's Most Dangerous Places) es un manual de supervivencia para aquellos viajeros que
están cansados de ir a la misma playa y de visitar museos apacibles. Tres aventureros gringos con
cara de hippies se dieron a la tarea de visitar lugares siniestros y regodearse en el peligro que implica
visitarlos. Uno de los autores, Robert Young Pelton, presenta en su biografía, como si fuera un diploma,
el haber ayudado a escapar de una cárcel colombiana a ciudadanos norteamericanos. Aunque el libro
no lo admite abiertamente está dirigido a aventureros que, para agregarle una dosis de riesgo al viaje,
llevan consigo drogas para consumo personal. Situación que se hace clara cuando los autores del
libro de 961 páginas le dedican en cada capítulo un fragmento a la proclividad de las autoridades
locales al soborno cuando un extranjero se mete en problemas. En términos generales, según la
guía, en Suramérica una mordida para sacar a un extranjero de una cárcel puede costar un promedio
de 12.000 dólares. Los autores son sin embargo conscientes de que el problema de la droga es de
los norteamericanos y así los plantean en una frase que parece copiada de una columna de
Antonio Caballero: "Nosotros creamos el problema de la droga pidiendo más y más drogas fuertes, lo
cual mantiene la fortuna de centenares de narcotraficantes alrededor del mundo".
Colombia comparte el primer lugar de las cinco estrellas con Argelia, Somalia, Sierra Leona y Burundi.
Es un paraíso para el peligro si se tiene en cuenta que el criterio de clasificación de la guía turística
está determinado por la situación del país en materia de drogas, armas, secuestros, campos
minados, grupos guerrilleros y paramilitares. "Colombia es el país más peligroso del hemisferio
occidental y tal vez del mundo ya que no es considerada una zona de guerra", advierte la guía. "Es
un país, que se está convirtiendo en una nación sin ley, al borde del abismo, y a la cabeza de la
anarquía. La gente rica de Colombia, para no mencionar intelectuales, se han ido del país
huyendo del secuestro, la extorsión y las amenazas de muerte".En su última edición el manual
tiene nuevas atracciones: los más recientes ataques de las Farc y ELN, el mayor protagonismo de
los paramilitares, el uso extendido de la burundanga, nuevas modalidades de atracos en los taxis y
el aumento en las cifras de secuestro. Como cualquier guía turística que se respete, ésta también trae
una breve reseña del héroe del país. En este caso es el fiscal Alfonso Valdivieso "un campeón
extremadamente popular en la lucha anticorrupción y antinarcóticos que dirigió el arresto o la
eliminación de todos los reyes colombianos de la droga".Valdivieso, Medellín y los buses son tal vez
las únicas cosas que se salvan del país. Aunque tienen también problemas. "Los buses son una
maravillosa opción para moverse _dicen los autores_, pero los incidentes de robo están en aumento.
Los que tienen aire acondicionado son frecuentemente muy fríos cuando el aire acondicionado
funciona. Cuando no, son calientes, pues las ventanas no abren".De Medellín dicen: "A pesar de ser el
mayor centro de los narcotraficantes y la nueva capital del homicidio en Colombia, es un lugar muy
amistoso. En Medellín ocurrieron 5.245 asesinatos el año pasado (1997). Eso es solamente un
asesinato cada dos horas. De lo que usted debe tener miedo aquí no es de los narcos sino de los
ladrones de la calle".Para cerrar el
capítulo de la Meca del turismo de riesgo en el mundo, uno de los autores comenta su relación con la
hija de un vendedor de marihuana en las playas de San Andrés, a quien vio ejecutar una proeza digna
de su guía turística: orinar en un lavamanos mientras se lavaba las manos.