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La metamorfosis de las AUC

El proyecto de unas autodefensas nacionales bajo un sólo mando llegó a su fin. Ahora s ela juegan toda a una negociación política con el gobierno.

Juanita León*
23 de diciembre de 2002

La transformacion de los paramilitares fue quizás uno de los hechos de 2002 que harán historia. En los últimos cinco años Carlos Castaño había convertido a las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) en el abanderado de la guerra contrainsurgente; en una organización nacional capaz de expulsar de algunas regiones a frentes guerrilleros, de sabotear estrategias gubernamentales de paz y de crear bases sociales de apoyo. Pese a los miles de civiles muertos que Castaño cargaba a sus espaldas, era visto por muchos colombianos como un mal necesario, y en algunas regiones incluso como un nuevo libertador.

Todo esto hasta que los gringos lo incluyeron en la lista de terroristas el 10 de septiembre de 2001. Con tan mala suerte para él que el día siguiente fue el fatídico 11. "El día en que el mundo cambió", marcó el comienzo del fin de las AUC.

Sectores del Establecimiento que veían con buenos ojos, o que por lo menos se hacían los de la vista gorda frente al fenómeno paramilitar, comenzaron a marcar distancia ahora que Estados Unidos rotulaba a las AUC como terroristas.

Castaño entendió esto rápidamente y arrancó una estrategia de 'conversión', que a la postre y sin que seguramente fuera su intención, confundió a muchos de sus aliados y quebró, quizá para siempre, a las AUC como proyecto nacional.

Lo primero que hizo fue anunciar el fin de las masacres. Y cumplió en gran parte. Los paras las disminuyeron dramáticamente. Según datos del Ministerio de Defensa, los paramilitares cometieron 11 masacres que dejaron 54 víctimas en 2002 frente a 42 masacres con 281 víctimas el año anterior. No obstante, en las zonas donde las autodefensas disputaban el control, como en Medellín, Cúcuta y Valle del Cauca, se dispararon los homicidios individuales. Lo que hace pensar que se logró el efecto mediático de bajarle el perfil a las acciones militares de las AUC, ya que matar de uno en uno cada día durante 15 días no llama tanto la atención como asesinar a 15 personas de un tajo, los ataques de esta organización contra la población civil continuaron durante 2002.

Por otro lado, las AUC le apostaron a meterse más de lleno en la política nacional. Por primera vez en la historia durante las elecciones al Congreso compitieron en zonas de su influencia contra los políticos tradicionales y en otras, simplemente, los cooptaron por las buenas y por las malas. Salvatore Mancuso dijo en entrevista con la AP que habían logrado el 35 por ciento de las curules legislativas, un porcentaje sin duda inflado pero que sembró la inquietud de que se habían metido al corazón de la política y que de ahí en adelante habría más de un congresista interpretando sus intereses.

Pero sin duda la movida más osada de Castaño para reposicionarse frente a Estados Unidos fue empezar 2002 convocando a más de 100 narcotraficantes -muchos de ellos financiadores de las autodefensas- a una cumbre en Cartago, Valle del Cauca, para proponerles que se sometieran a la justicia estadounidense.

Al final de la reunión más de la mitad firmó una carta en la que le manifestaron al Departamento de Estado de ese país su voluntad de explorar alternativas de sometimiento a la justicia. Castaño buscaba demostrarle así al tío Sam que quería ayudar a desmontar el narcotráfico, que según sus propias declaraciones públicas financia 70 por ciento a las AUC. Ese sometimiento no prosperó porque algunos narcotraficantes importantes -algunos de ellos cercanos al proyecto paramilitar- no entraron en el pacto. Sin embargo la movida de Castaño sembró la desconfianza entre muchos de sus aliados, que comenzaron a sospechar de la estrategia del líder de las AUC para ganar puntos con el gobierno de Bush y le retiraron su apoyo económico y militar. Fue cuando Castaño anunció que disolvería la organización nacional por sus vínculos con el narcotráfico y con el secuestro.

La cumbre de Cartago puso en evidencia que más que una organización vertical como las Farc -que mal que bien tienen un mando central con control sobre los frentes regionales-, las AUC eran sobre todo una confederación. Si bien Castaño tenía la vocería política de todos los bloques en los temas que eran de interés común, cada uno de estos grupos surgió autónomamente en respuesta a realidades regionales muy diferentes y con una vasta autonomía militar, como quedó demostrado con el caso del conocido empresario venezolano Richard Boulton. Este fue secuestrado por paramilitares de los Llanos, quienes después fueron desautorizados públicamente por Castaño.

A esta crisis interna se sumaron las derrotas militares frente a las Farc. Si bien las autodefensas ganaron terreno durante el año en Cauca, Arauca, la zona de la Costa Pacífica, incluida la nariñense, y algunas ciudades como Medellín y Bucaramanga, están hoy más lejos que hace un año de "hacer que las Farc se rindieran" como se lo había propuesto el jefe paramilitar.

Por el contrario, según cálculos informales de expertos, más de 1.000 miembros de las AUC habrían muerto este año en combates directos con las Farc, la cifra más alta en la historia de esa organización. Dos cosas quizás explican esto. Por un lado la guerrilla, que había subestimado a las autodefensas como combatientes directos, sólo hasta este año decidió enfrentarlos.

Pero además Castaño, en su esfuerzo por convertir a las AUC en una fuerza regular de choque que actuara como ejército, comenzó a crear bases fijas para cortarle el acceso a la guerrilla en puntos determinados con jóvenes de las autodefensas, que a la larga se convirtieron en carne de cañón. Montó una de estas bases en Santa Rita de Ituango, por ejemplo, para proteger el corredor que conduce a Cerromatoso. Las Farc atacaron esta base tres veces durante el año y mataron a decenas de paramilitares.

De esta manera las AUC sufrieron duros golpes militares durante el año: en Campamento (la Fiscalía hizo el levantamiento de 80 cadáveres), Ituango, zona de Dagua y Jamundí, Tarazá, Atrato (sólo en Bojayá se estima que murieron más de 200 jóvenes paramilitares), Valparaíso (la gente hablaba de unos 150 muertos), para mencionar sólo algunos.

Después vino la estocada final o la tabla de salvación para Castaño, aún no se sabe con certeza. El gobierno de Estados Unidos lo solicitó a él y a Salvatore Mancuso en extradición y el FBI capturó en Costa Rica a otros paramilitares traficando coca, los cuales van a ser juzgados en Estados Unidos. El mensaje de Washington es claro: no van a tolerar organizaciones terroristas que además trafican con coca.

No se acababa de oficializar el anuncio de su extradición cuando Castaño dijo públicamente que se entregaría a la justicia norteamericana, lo que hizo sospechar a muchos que se trataba en realidad de un arreglo. Sin embargo esta entrega no se produjo. Algunos especulan que la declaración de Bush en el sentido de que lo consideraban terrorista lo disuadió.

En cualquier caso su pedido en extradición tuvo dos efectos concretos sobre la organización. Primero, convocó la solidaridad alrededor de Castaño de los demás jefes de las autodefensas y, segundo, les dio un incentivo poderoso para buscar de manera activa una negociación con el gobierno de Alvaro Uribe. "La situación interna de las AUC llevaba a que la mejor opción que les quedaba era negociar con el único gobierno que está dispuesto a asumir los costos políticos y diplomáticos de negociar con

ellos", afirma Rodrigo Rojas, uno de los coautores del libro Las verdaderas intenciones de los paramilitares, que acaba de salir al mercado.

La negociación con los paramilitares, que será sin duda uno de los temas de los que más se hablará el próximo año, no está exenta de trabas. Aunque la mayoría de los jefes de las AUC declararon una tregua, ya por ejemplo el Bloque Metro de Medellín ha dicho que no formará parte de la negociación.

Además la extradición de Castaño y Mancuso sigue en pie y seguramente el pedido de otros de sus aliados viene en camino. La comunidad internacional, sobre todo la europea, tampoco será un hueso fácil de roer para Uribe en el momento en que se concrete una negociación. Es irrebatible que los paramilitares han cometido crímenes de lesa humanidad y aun si los colombianos están dispuestos a indultarlos para ponerle punto final al conflicto, el resto del mundo podría tildar a Uribe de laxo con aquellos que en todo caso nunca escondieron su predilección por él.

Pero quizás el peor obstáculo para un acuerdo entre gobierno y AUC serán las Farc. ¿En manos de quién quedará el control de los cultivos de coca que hoy pertenecen a las Auc? ¿Podrá el Ejército proteger del azote guerrillero a los terratenientes y ganaderos y comerciantes que hoy pagan a los paras? ¿A cambio de qué van a desmovilizarse miles de jóvenes de las AUC que hoy ganan dos salarios mínimos y que ya conocen el poder de las armas? ¿Cómo se garantizará la seguridad de un acuerdo con ellos, con la Corte Penal Internacional en el horizonte como una espada de Damocles? Son muchos los interrogantes que hay para el año que empieza.