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La metrópoli del bisturí

Cali se convirtió en la capital de las cirugías plásticas. ¿Qué significa este fenómeno social? SEMANA estuvo allí y esto es lo que vio

12 de febrero de 2006

Catalina Rivera, de 25 años, no tiene dudas: "Hoy soy más feliz, mucho más feliz". Y, según ella, la causa de su estado pasa por la silicona que ahora lleva en sus pechos, la grasa de su abdomen que fue a dar a sus nalgas y el nuevo trazo de su nariz. Habla como si contara que pasó por la peluquería. Pero, ¿cómo era antes de su paso el quirófano? Busca, saca sus fotos más recientes y allí se ve a una joven de rasgos finos, sonrisa fresca, bonita y delgada. "Miren, señala, no tenía pechos. ¡No era nadie!". ¿Cómo? Era la consentida de un hogar caleño de clase media, estudiante de octavo semestre de sicología de la Universidad de San Buenaventura y con buena figura, tan bella que le daba para ser modelo de medio tiempo. Sin embargo, se sentía una persona atípica, rara, y todo porque a sus 24 años no había pasado por el bisturí. Y no porque se tratara de una modelo, sino de una muchacha de una ciudad que se ha convertido en la metrópoli del bisturí. El tema está en los volantes que se reparten en los semáforos, en las vallas publicitarias o en los canales regionales en los que se anuncian las últimas promociones y hasta las construcciones donde, dice la publicidad, se inaugurará el más moderno centro de estética de América Latina. Varios sectores dicen que por fin se vislumbra la recuperación de la economía de la ciudad y todo, sorprendentemente, gracias al bisturí. Lo dicen los estudios de Fenalco Valle del Cauca, lo afirman sus autoridades políticas, se siente en la percepción callejera y hasta en la fe de los líderes religiosos, como se vio cuando un sacerdote bendijo la Unidad Quirúrgica Especial del Hospital Universitario del Valle especializada en brindarles cirugía estética a las personas de estratos 1, 2 y 3. Incluso el canal regional Telepacífico tiene su propio reality llamado Metamorfosis. Después de la década de los 90, con la persecución de las organizaciones delictivas que inflaron la economía caleña, se produjo una sequía a todos los niveles y el éxodo de familias y de empresarios prestantes. La plata se evaporó. Pero con el cambio de siglo, se empezó a ver el retorno de cientos de personas que querían ayudar a reconstruir la ciudad. La recuperación económica ha sido acelerada en el campo de la estética. Algunos estudiosos afirman que en este campo hay una herencia impuesta en tiempos pasados por la cultura de la mafia. La diferencia es que a comienzos de 2000 eran sólo las acompañantes de los 'traquetos' quienes se sometían a unas metamorfosis increíbles. Hoy el fenómeno se extendió hasta los estratos más populares. "Ya no se trata de verse bien por fuera, sino mejor por dentro", dice el médico Juan Carlos Durán, uno de los propietarios de la Clínica Lunga Vita, que será estrenada en los próximos días en un área de 4.000 metros cuadrados, con una inversión de cinco millones de dólares. "En este proyecto hay mucho dinero. ¿Y de dónde salió? Del Banco de Colombia, del Banco de Bogotá, del Fogafin, de Siemens. Todas empresas pulcras y reconocidas por su competitividad y que han decidido invertir aquí porque saben que el centro de la salud y la estética de América Latina está en Cali". Su clínica es uno de los tres grandes proyectos similares que se inaugurarán antes de terminar el año. Las que se sumarán a las 20 clínicas especializadas que abrieron sus puertas en los últimos cinco años con un costo de 45.000 millones de pesos. Por donde se mire, esta ciudad es una metrópoli del bisturí. Hay 40 clínicas especializadas en cirugía plástica, 110 centros de estética, 122 puntos de odontología estética y ocho de oftalmología. En Cali trabajan 90 cirujanos plásticos que no dan abasto. Y es que las cifras de la Secretaría de Salud son demoledoras: en el último año se hicieron 100.000 procedimientos de cirugía estética. "No paramos", dice el médico Francisco Moscote, de la Clínica Ortiz Monasterio, que cuenta con siete quirófanos donde se opera a diario un promedio de 20 pacientes. "Nosotros no sabemos lo que es tener domingos o festivos", explica. Y cada vez llegan más extranjeros. La fama de Cali se regó boca a boca entre las comunidades de colombianos que vivían en el exterior y ahora la industria pauta avisos en revistas y en canales de televisión locales tanto en Europa como en Estados Unidos. El proceso ha sido tan exitoso, que la comunidad científica caleña se está uniendo para en las semanas próximas lanzar un sello de Estética Cali, algo así como Café de Colombia. En el último año arribaron a la ciudad 4.000 extranjeros a pasar por el quirófano. El 63 por ciento de ellos llegó de Estados Unidos; el 23 por ciento, de España, y el 13 por ciento, de Italia. Y el pequeño porcentaje de ecuatorianos y peruanos va en aumento constante. Del total, 25 por ciento eran hombres. Por esa oleada, en días pasados el canal privado Antena 3, uno de los de mayor audiencia de España, dedicó un espacio a los cirujanos ibéricos que les pedían a sus compatriotas no viajar a Colombia para no dejarlos sin trabajo. Las razones pasan, entre otros factores, por los precios. En Cali, en promedio, una lipoescultura cuesta 2.000 dólares, mientras en Bogotá oscila entre 2.500 y 3.000 dólares, y en Miami o Madrid pasa de los 8.000 dólares. Los mejores hoteles y clubes de la ciudad ya descubrieron ese filón y en la práctica crearon un consorcio para conformar la 'ruta de la belleza'. En un mismo paquete y por estadías de más de 21 días, un extranjero compra la operación, el alojamiento en un hotel de cinco estrellas y los días de recuperación en los más exclusivos clubes sociales. ¿Tienen algún riesgo los pacientes? "Claro que sí. Se pueden morir", explica con franqueza el cirujano Carlos Enrique Triana, uno de los propietarios de la Clínica Corpus Rostrum y uno de los más reconocidos profesionales de cirugía plástica del país. "En cualquier actividad se puede encontrar la muerte y sobre todo en una operación quirúrgica. Por eso los procedimientos se deben hacer con los mejores estándares para disminuir los riesgos". Triana ha dedicado 27 años a operar, según sus registros, a 12.000 pacientes. "Y ninguno, ni uno solo, de ellos ha muerto". Lo que ocurre es que las cirugías se han extendido hasta los estratos más bajos, lo que ha sido aprovechado por médicos sin especialización para montar consultorios en sus apartamentos", dice. Así fue como, el 8 de febrero, murió Cinthia Jennifer Villota, de 23 años, en la sala de un apartamento donde le practicaban una cirugía para bajar de peso. Y como el 18 de octubre, en la Clínica Ortiz Monasterio, murió Olga Lucía Ortiz Roldán, de 21 años, cuando se le practicaba una lipoescultura. "A conciencia hicimos todo lo posible para salvarle la vida. Esperamos que el fallo de la Fiscalía nos favorezca", explica Moscote. Y es que la Fiscalía conformó una unidad especial para aclarar por qué perdieron la vida nueve mujeres en operaciones en lo que va corrido del año. A pesar de los riesgos, el boom del bisturí no se detiene. La sicóloga Gloria Hurtado cree que la sociedad basada en la imagen hace que las cirugías plásticas sean una "magia para la autoestima: No hay sicólogo que pueda superar los efectos de una cirugía, que se notan casi de inmediato". Catalina Rivera no ve superficialidad en esto. "Ahora me miran más, mis contratos se triplicaron, en la universidad tengo más amigas y hasta los profesores me perdonan cuando no hago las tareas". Además, "ahora no tengo problemas para comprar mi ropa". Ella, en conclusión, hoy es más feliz. Y para ella eso es trascendental.