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María Lorena Gutiérrez pasó de ser una académica desconocida a una de las asesoras más cercanas a Santos.

PERFIL

La mujer del presidente

Sin buscar protagonismos, María Lorena Gutiérrez ha sido ficha clave en la reforma del Estado, la lucha contra la tramitomanía y la encargada de evaluar la gestion de los ministros.

14 de enero de 2012

Uno de los consejos más antiguos que circulan en los pasillos de la Casa de Nariño es que la mejor forma de brillar en los cargos es mantener un bajo perfil. María Lorena Gutiérrez, alta consejera para el Buen Gobierno, ha hecho todo lo posible por cumplirlo. La paradoja es que le ha funcionado hasta el punto de que su éxito la está haciendo cada vez más visible.

Sin buscarlo, se convirtió en una pieza fundamental del equipo de Juan Manuel Santos. Desde fines del año pasado saltó a las páginas de los periódicos cuando se conoció que había sido artífice de la reforma del Estado, una de las más ambiciosas de los últimos 50 años. Después trascendió que evaluaba a los ministros con un tablero y un sistema de semáforos, y que era la encargada de vigilar la ejecución presupuestal y de hacerles seguimiento a las metas de cada cartera con indicadores concretos. Y ahora lideró, junto con Catalina Crane, la cruzada contra la tramitomanía. La han llamado la 'reformadora', la 'superministra', y hasta 'la mujer detrás del trono'.

Hace dos años este panorama no pasaba por la cabeza de nadie, y mucho menos por la de Gutiérrez. Antes de llegar a Palacio, y durante seis años y medio, fue decana de Administración de Empresas en la Universidad de los Andes y, aparte de unas consultorías en el sector público, era ajena al mundo político. Sus preocupaciones eran modernizar el departamento, lidiar con los profesores titulares y lograr acreditaciones internacionales. Pero cuando le empezó a interesar la contienda política, quedó cautivada por Santos, a quien describe como un verdadero gerente. Empezó a comentar en reuniones sociales que le encantaría trabajar con él y el mensaje no demoró en llegar a la Casa de Nariño. "Varias personas la recomendaron", le dijo a SEMANA una fuente de Palacio. También tuvo la suerte de ser cercana a Fernando Carrillo, quien lideró el empalme en la Casa de Nariño. Pocos meses después cambió los pupitres y consejos académicos por los pasillos presidenciales y los consejos de ministros.

Su nombramiento no generó mayores expectativas. El título de su cargo, alta consejera para el Buen Gobierno y la Eficiencia Administrativa, indicaba que sería un puesto simbólico para demostrar el compromiso del presidente con una de sus obsesiones de más vieja data: el buen gobierno. También se pensaba que haría lo que se espera de los altos consejeros, una labor más encaminada a los diagnósticos que a las reformas de fondo.

Pero en estos 16 meses, esta ingeniera industrial con maestría y doctorado en Administración y Finanzas ha demostrado todo lo contrario: que lo de ella es la ejecución. No le tiembla la mano para borrar de un tajo los trámites más inútiles y es reconocida por no ponerle misterio a las grandes decisiones. Tomó el mapa del Estado y sin miedo, después de las consultas de rigor, decidió eliminar lo que ya no servía -como el DAS-, resucitar tres ministerios, crear un departamento administrativo para los pobres y las víctimas y organizar las ruedas sueltas. Es la mecánica preferida del gobierno, arregla lo que está mal, aprieta tuercas y tornillos para convertir a las entidades en instituciones más eficientes y económicas, y tiene al aparato estatal funcionando como un lulo.

Es simpática, frentera, sensata, sicorrígida, le encanta fumar, es alérgica a la burocracia, odia que le digan doctora, y practica lo que impone a los demás: es eficiente. No imprime ni una sola hoja de papel, y cuando ve que un ministro está rezagado con sus metas, lo único que dice es "muévalo a ver". Cuando Gutiérrez y Santos empezaron a visitar cada ministerio para definir las metas y los indicadores, todos pensaron que era una visita de rutina. Pero rápidamente se dieron cuenta de que Gutiérrez era una 'cuchilla'. Por esto, aunque los ministros digan en público que es fundamental que los vigilen, en secreto más de uno les tiene pavor a los semáforos y las alertas de María Lorena y nadie quiere salir en rojo.

¿Qué sigue para la alta consejera? Ya reformó el Estado, tiene en vilo a los ministros y les alivió la carga de trámites a los ciudadanos. Ella quisiera dedicarse a mejorar la situación de los empleados públicos, pero ahora se le viene tremendo chicharrón. En círculos cercanos a Santos ya se habla de que el presidente le dará aun más poder y que será la encargada de velar porque el mantra de 2012 sea ejecutar, ejecutar, ejecutar. Si los ministros no dormían antes, mucho menos lo harán ahora.