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"LA OBJETIVIDAD NO EXISTE EN EL PERIODISMO MODERNO".

EL PERIODISTA Y EMBAJADOR COLOMBIANO en Roma, Plinio Apuleyo Mendoza, pasó la semana anterior por Bogotá. SEMANA aprovechó su visita para entrevistarlo a propósito de la situación del periodismo ...

4 de julio de 1994

SEMANA: Después de pasar varios años continuos en Colombia, tratando de impulsar un nuevo periodismo, usted partió el año pasado a Roma como embajador. Ahora que ha vuelto por unos dias, ¿qué opina del estado del periadismo colombiano?

PLINIO APULEYO MENDOZA: Creo descubrir con cierta alarma que nos estamos quedando atrás. Hoy en día, frente a la radio y a la televisión, que cubren la actualidad de manera más inmediata, el periodismo escrito tiene en Europa un carácter eminentemente interpretativo. Busca dar una respuesta a los cómo y por qué de los acontecimientos. Es esta su función esencial. Entre nosotros los diarios no abandonan su esquema rigurosamente informativo. La información es una correa de transmisión de fuentes que utiliza el lenguaje de las agencias internacionales de noticias o que recoge declaraciones a la manera de los juzgados (Fulano dijo, declaró, negó o sostuvo). De esta manera el público recibe diariamente una gran porción de información cruda, primaria, que no ha pasado por el cedazo del análisis. En otras palabras: nuestro periodismo escrito cumple con la función de informar pero no de orientar.
SEMANA: Ante el riesgo de una desorientación, ¿no es mejor que asi sea?
P.A.M.: No. En el mundo moderno, ante el gran volumen noticioso, el público necesita elementos de interpretación y de análisis para entender la actualidad. De los últimos resultados electorales en Colombia, por ejemplo, surge en la opinión una cantidad de interrogantes que el buen periodista -un poco a la manera como lo hace SEMANA- se aplica a responder. Es importante desarrollar una inteligencia interpretativa, porque una opinión pública se forma a través de este juego dinámico de interpretación y de análisis y no de una sobredosis de declaraciones y recuentos de lo ocurrido.
SEMANA: ¿No es ello precisamente una exigencia de la objetividad?
P.A.M.: Permítanme una herejía. La objetividad químicamente pura no existe en el periodismo moderno. A lo sumo es exigencia para las agencias de noticias, las cuales deben suministrar la materia prima de la información.
SEMANA: ¿Nota alguna diferencia entre revistas, periódicos, televisión y radio?
P.A.M.: Mucha. Nuestro periodismo radial es excelente, quizás uno de los más dinámicos del mundo. Las revistas, con resultados variables, han asumido el periodismo de interpretación. Los diarios tienen las fallas que he anotado. El periodismo televisivo es aún deficiente, no a nivel de escenografía o de recursos técnicos, sino por la falta de eficaz utilización de su lenguaje propio. La imagen, en él, es todavía ilustración de un texto escrito.
SEMANA: ¿Qué otros problemas le ve al periodismo nuestro?
P.A.M.: Creo que ha perdido la capacidad de narrar por culpa de estas fórmulas estereotipadas. Hace 30, 40 ó 50 años el suceso se cubría mejor. Las famosas crónicas del marinero náufrago, hechas por Gabo, son un ejemplo. El asesinato de Mamatoco. Todavía, en un ejemplar de El Tiempo de hace 50 años, cualquier estudiante curioso de periodismo podrá apreciar la diferencia de estilo y tratamiento en el registro de un suceso como este. Recuerdo cómo empieza esa crónica: "El coronel (r) Fulano de tal se disponía a acostarse cuando escuchó un gemído al otro lado de su ventana". Hoy la fórmula sería: "De tantas puñaladas fue asesinado ayer el boxeador Fulano, alias Mamatoco".
SEMANA: ¿Pero de quién es la responsabilidad de que el periodismo se encuentre en ese estado? ¿De los medios? ¿De las facultades de comunicación?
P.A.M.: Me temo que de las escuelas de comunicación. No es enteramente su culpa, sino del concepto mismo de que el periodismo se aprende en las aulas de manera académica. Y ello es tan absurdo como creer que se puede aprender a manejar autos o aprender equitación delante de un tablero.
SEMANA Pero también en Europa y Estados Unidos existen grandes escuelas de periodismo. ¿No es mejor que el periodista tenga una formación universitaria?
P.A.M.: Sin duda. Es magnífico que nuestros periodistas sepan economía, literatura, ciencias sociales o elementos de derecho. Y gramática, desde luego. Y algún idioma. Todo eso es el contorno y el soporte de una profesión. Yo mismo estudié ciencia política con tal propósito. Pero otra cosa es pretender que el oficio periodístico propiamente dicho se aprenda en las aulas. Es la misma diferencia que existe entre ser papá o ser mamá y jugar al papá y a la mamá con muñecos.
SEMANA: ¿No es un concepto demasiado rotundo? ¿Qué pueden tener de malo las facultades de comunicación?
P.A.M.: Algo grave: que no sirven de mucho. Por varias razones. Primero: no hay en ellas una real selección de aptitudes. Si no tengo una aptitud de base, no podría ser violinista, aunque me matriculara en una escuela de música. Con el periodismo ocurre algo similar. Luego, no hay buena pedagogía. Se enseñan cosas que se quedaron en los viejos manuales. El pénsum es vasto y superficial: se enseña un poco de todo (prensa, radio, televisión, publicidad, etc.) sin profundizar en nada. Resultado: esos muchachos llegan desamparados al mercado del trabajo.
SEMANA: Concretamente, ¿qué sugiere como solución?
P.A.M.: Algo parecido a lo que estamos tratando de hacer con el diseño con ayuda de los italianos: crear una especie de posgrado que cubra la brecha entre formación académica y real profesionalismo. Gabo tiene una idea muy interesante de crear talleres de trabajo en servicio o en contacto con los medios. Es algo más que una labor de rescate profesional de talentos. A través de un periodismo de más calidad se puede formar una opinión pública más exigente, mejor armada y lúcida. En todo país es un elemento esencial del desarrollo.-