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LA OTRA COORDINADORA

Bajo el liderazgo de Fidel Castaño, una treintena de grupos de autodefensa en todo el país se unen en un solo ejército regular. Anuncian guerra a muerte con la guerrilla y exigen diálogo político.

27 de marzo de 1995

SE LLAMA lNOCENCIO DIAZ PUERTA. Tiene 19 años, nació en Santa Catalina, en los limites de Córdova con el Urabá antioqueño. Campesino por oficio y vocación. Hace dos años 15 hombres del Frente LVIII de las Farc ingresaron a su casa, asesinaron a sus padres, a dos hermanos y se llevaron secuestrada a su pequeña hermana, quien apenas tenía 12 años. Inocencio salvó su vida esa noche porque en medio de la oscuridad pudo salir del rancho para esconderse en las montañas del Sinú.
Desde esa época Díaz Puerta hace parte de las autodefensas de Córdova y del Urabá antioqueño. La rabia y el deseo de vengar la muerte de su familia lo llevó a las filas de esa organización. Su carrera en las autodefensas comenzó de informante. "Yo sabía dónde se escondían los guerrilleros y dónde permanecían la mayor parte del tiempo. También conocía de gente que les llevaba recados y les colaboraba para que secuestraran y asesinaran a ganaderos y campesinos de bien. Esa información se la entregaba a los comandantes de los grupos de autodefensa y ellos actuaban", le contó Díaz Puerta a SEMANA en un campamento de autodefensa ubicado en jurisdicción de San José de Mulatos, en Córdova.
Con el tiempo Díaz Puerta pasó de informante a integrar los cuerpos de base, donde tenía más acceso a los comandantes de los grupos de autodefensa, y allí empezó a recibir cursos de capacitación en la lucha contraguerrillera. Como él, eran muchas las personas en la región que también comenzaron a colaborar con los grupos de autodefensas. Posteriormente ingresó a los llamados frentes de apoyo, donde recibió entrenamiento militar, manejo de armas y tácticas y estrategias de guerra.
En la actualidad Inocencio Díaz Puerta hace parte del grupo de choque de las autodefensas de Córdova y del Urabá antioqueño, el más selecto y mejor preparado de toda la organización y que es conocido en la zona como una especie de grupo elite. De él hacen parte los mejores 150 combatientes, quienes reciben una paga mensual de 250.000 pesos y la organización responde por el bienestar y la seguridad de sus familias. Inocencio tiene bajo su mando una escuadra de 30 hombres, armados con fusiles Galil, R-15, AK47, subametralladoras y armas cortas, quienes patrullan y realizan operativos en Córdova y Antioquia en busca de la guerrilla y quienes cobran 'vacuna' a ganaderos y agricultores de la región.
En el país hay decenas de grupos como el de Inocencio. Están concentrados en el Magdalena Medio, los Santanderes, Cesar, Antioquia, Llanos Orientales, Cundinamarca y Putumayo. Se trata de organizaciones tan equipadas y preparadas para el combate como la propia guerrilla. A finales del año pasado los comandantes de casi todos esos grupos realizaron una cumbre nacional de autodefensas en cercanías de Cimitarra, Santander. Allí crearon la Coordinadora Nacional de Autodefensas y conformaron un estado mayor, integrado por los comandantes de los distintos frentes, todos ellos bajo el mando de una sola persona: Fidel Castaño Gil. La reunión en Cimitarra terminó con un enérgico comunicado: "El gobierno no nos puede dejar al margen de las negociaciones ofrecidas a la guerrilla, porque así como la guerrilla públicamente ha reconocido que somos parte activa del conflicto armado que vive el país, el gobierno también debe considerar que somos parte fundamental en cualquier acuerdo para solucionar el problema de la violencia política en Colombia. Además, porque sería injusto que no se reconociera el esfuerzo y sacrificio a aquellos que con su pundonor de lucha han tratado de llevar la paz a las regiones donde sus pobladores la han reclamado".

EL NUEVO ROSTRO
¿Qué significa todo esto? Muy sencillo, que los grupos paramilitares decidieron pisar fuerte y enviar un mensaje: que quieren una negociación política en igualdad de condiciones con la guerrilla. El asunto de las autodefensas, sin embargo, no es ni tan simple ni tan inocente. El fantasma de las masacres de fines de la década pasada no ha dejado de asustar y los nombres de Honduras y La Negra, Segovia, El Tomate, Coquitos, Remedios y La Rochela siguen grabados en la mente de miles de colombianos como símbolos de lo peor de la historia violenta de Colombia. Como si lo anterior fuera poco, el hecho de que esos grupos hubieran terminado convertidos en brazos armados al servicio del cartel de Medellín y algunos de sus hombres hubieran resultado involucrados en asesinatos como los de Luis Carlos Galán, Jaime Pardo Leal, Bernardo Gutiérrez, José Antequera y Carlos Pizarro, llegó a desvirtuar por completo el objetivo anticomunista de estas organizaciones, a tal punto que al terminar los años 80 el fenómeno paramilitar comenzó a despertar más terror que ningún otro factor de violencia en el país.
De ahí que el anuncio de la creación de un solo ejército paramilitar bajo la coordinación y mando único de las gentes de Fidel Castaño -el mismo cuyo nombre estuvo asociado con las peores épocas de las masacres y magnicidios- produzca en amplios sectores un profundo estremecimiento. Pero aunque ese temor es sin duda justificado, no es menos cierto que mientras haya guerrilla y mientras actúe como lo ha venido haciendo, las autodefensas seguirán siendo cada vez más, por cierto un recurso considerado como necesario e incluso como válido por la mayoría de los afectados por la violencia guerrillera.
Para darle credibilidad ideológica a su nuevo estatus político las autodefensas han decidido intensificar su acción militar. Su intención no es otra que la de hacer presencia en todos aquellos lugares donde opere la guerrilla y enfrentarla con sus mismas armas. Tienen, al igual que la guerrilla, un plan nacional y planes regionales, y poseen un sistema de preparación para sus hombres. Además, ya en el pasado han dado muestras de cómo actúan, como cuando los hombres de Castaño le declararon la guerra al EPL en Córdova en 1987 y 1988, hasta causarle tanto daño que todos los conocedores reconocen que los golpes que las autodefensas le propinaron al EPL en ese entonces fueron definitivos para que ese grupo se convenciera de entrar en una negociación política con el gobierno.
La estrategia de Fidel Castaño parece basarse en adquirir legitimidad como resultado de su posición militar frente a la guerrilla. La diferencia entre ahora y antes es que para impresionar al país sobre la seriedad de sus propósitos decidió unificar lo que en el pasado eran fuerzas dispersas y clandestinas para institucionalizarlas como un arma de negociación.
Esa decisión no puede sino traerle problemas al país. Buscar legitimidad a través de un fuego cruzado para negociar deja inevitablemente muchas víctimas inocentes. Es indudable que esta decisión no va sino a aumentar los índices de violencia en diversas zonas del país. En otras palabras, Fidel Castaño y su gente quieren convencer al Estado de que es necesario parar la guerra. Pero consideran que para llegar allá, primero hay que convencer al país de que la guerra es muy en serio.
Pero, y en materia de paz, ¿qué opciones tienen las autodefensas? Sin duda es algo que también atrae a Castaño y a sus aliados. De hecho, para este hombre, que tiene una condena a 20 años de cárcel por concierto para delinquir, adquirir la legitimidad que da el entrar en una negociación política es la única salida posible de su problema personal.
La reacción inicial casi automática ante la posibilidad de una negociación con las autodefensas es negativa. Los argumentos que se han esgrimido en estos años para rechazar cualquier intento de sentar en la mesa del diálogo político a las autodefensas son básicamente tres: el primero, que estos grupos carecen de un objetivo político y son meros ejércitos privados creados para defender no una ideología sino unas propiedades rurales y unos negocios; el segundo es que han sido financiados por el narcotráfico, que es una actividad delincuencial que nada tiene que ver con el alzamiento armado por motivos ideológicos; y el tercero, que han desbordado cualquier límite de crueldad que debiera tener la rebelión armada, con las más espantosas masacres y magnicidios.
SEMANA se reunió en el Alto Sinú con los comandantes de por lo menos 30 frentes que conforman la nueva coordinadora de las autodefensas. En forma no totalmente convincente trataron de explicar que la mala imagen anterior correspondía a situaciones superadas. En primer lugar, ni Pablo Escobar ni Gonzalo Rodríguez Gacha, el 'Mexicano', los hombres que cranearon y financiaron la diabólica alianza narcoparamilitar, existen ya. En segundo lugar, el cartel de Medellín ha sido desmantelado y los carteles que quedan no parecen tener un perfil terrorista como el que caracterizó a las gentes de Escobar y Rodríguez Gacha. Esto hace pensar, según ellos, que las autodefensas y la organización nacional deben ser consideradas ahora como un fenómeno autónomo. Por esto las autodefensas han tomado la decisión de construir un discurso ideológico que esperan sea considerado en cualquier proceso de guerra o de paz.
Igualmente aseguran que sí tienen un objetivo político: el anticomunismo y la erradicación de la guerrilla en defensa de la iniciativa privada y la libre empresa. En su discurso político se asocian ideológicamente con personajes como Ronald Reagan y Margareth Thatcher. En cuanto a la financiación por parte del narcotráfico, en un extenso documento preparado por la coordinadora de autodefensas, los hombres de Castaño aseguran que la penetración del cartel de Medellín se dio en el pasado en dos grupos, el de Puerto Boyacá y el que controlaba Rodríguez Gacha en Cundinamarca y el Meta. Sostienen que eso es cosa del pasado y que hoy la financiación de los grupos que en distintas regiones integran su recién creada coordinadora depende exclusivamente de ganaderos y finqueros de esas mismas regiones. Finalmente, sobre las masacres, hay en sus declaraciones y documentos un tácito reconocimiento de que sucedieron pero "esos excesos fueron graves errores que dañaron mucho nuestra imagen y sirvieron a nuestros enemigos, y por eso mismo y por convicción no los vamos a repetir".
Claro que todos estos argumentos bien pueden ser puestos en duda. No es fácil asimilar las doctrinas de Reagan y la Thatcher a la defensa territorial que puedan ejercer por medios violentos los grandes propietarios rurales.
En cuanto al narcotráfico y las masacres, nada garantiza que no se vuelvan a repetir, pues lo único que ha sido claro desde que se comenzó a hablar sobre autodefensas es que este es un fenómeno que siempre se sabe cómo comienza pero nunca cómo va a terminar.

O TODOS EN LA CAMA...
El anterior análisis es el que ha llevado a la administración Samper a sostener, de modo reiterado por boca de su ministro de Gobierno, Horacio Serpa, que aunque se puede buscar algún tipo de solución jurídica para la dejación de las armas por parte de estos grupos, con ellos está totalmente descartada la negociación política. Esta postura es la misma que Serpa sostuvo a finales de la década pasada en su calidad de Procurador General de la Nación y la que defendió años después en el gobierno de César Gaviria.
No todo el mundo está de acuerdo con Serpa. No tanto porque los paramilitares tengan o no legitimidad sino porque la guerrilla tampoco parece tenerla. Para empezar, es claro que cada día que pasa el objetivo político que alguna vez persiguieron los grupos subversivos deja de ser el móvil de su lucha, para dar paso a toda clase de lucrativos negocios, que van desde el secuestro y la extorsión hasta el narcotráfico, y que alcanzan un monto anual que hoy se mide en cientos de millones de dólares. Y en cuanto a las masacres y otras violaciones a los derechos humanos, estos crímenes constituyen hoy actividad cotidiana de las Farc, el ELN y lo que queda del EPL. Así que, según los paramilitares, si esas son las razones para no sentarse a la mesa con las autodefensas, la lógica indicaría que también deberían impedir sentarse en la mesa con la guerrilla.
La lógica también debía indicar que la actitud de las fuerzas armadas contra esta nueva organización debería ser firme. Incluso los discursos oficiales reafirman el compromiso del Estado para luchar contra todas las expresiones de violencia. En la realidad, sin embargo, las cosas son diferentes. Ejército y paramilitares por lo general no se pisan los callos, un hecho que no hace sino darle argumentos a la izquierda para hablar de una especie de alianza entre el Estado y las autodefensas. Esa circunstancia enrarece de paso el tema de los derechos humanos y pone en duda la validez de las promesas oficiales al respecto.
No obstante, más allá de esa discusión, lo cierto es que con el nacimiento de esta nueva coordinadora se está configurando un nuevo desafío a la tranquilidad ciudadana. Para las autodefensas el dilema es simple: "o todos en la cama, o todos en el suelo". Y con esos argumentos y con su propia existencia, estos grupos van sin duda a complicar aún más el panorama enrarecido de un ya de por sí bastante incierto proceso de paz.-

ASI OPERAN
"ESTA GUERRA SE acaba cuando se acabe la guerrilla", dice 'Raúl', uno de los comandantes de las autodefensas de Córdova y el Urabá antioqueño y de los hombres más curtidos en la lucha contraguerrillera en la región. Tiene al cinto una pistola Baretta y entre sus manos un fusil Galil. A su lado se encuentran cinco de sus hombres de confianza, quienes también están bien armados.
'Raúl' es uno de los comandantes de los nueve frentes de guerra que han creado las autodefensas en los dos últimos años en la frontera entre el Alto Sinú y el Urabá antioqueño. Es, además, uno de los hombres que en 1991 desmovilizó Fidel Castaño como condición para que el Ejército Popular de Liberación -EPL- entregara sus armas. "Esa historia no la volveremos a repetir. Nuestra desmovilización tiene que ser a la par con la guerrilla. De igual a igual. Ya nos pasó una vez, que las Farc aprovecharon nuestra desmovilización y la del EPL para meterse de lleno a la zona y crear nuevos frentes, sobre todo en Antioquia", dijo a SEMANA este jefe paramilitar.
Las autodefensas de Córdova y el Urabá antioqueño son grupos armados, integrados en su mayoría por campesinos de la región cuyas familias han sido víctimas de la guerrilla en un pasado reciente, empezando por el propio Fidel Castaño, cuyo padre murió en momentos en que las Farc exigían una fuerte suma de dinero por su liberación.
La estructura de las autodefensas es muy similar a la que tiene la subversión. Cuentan con una red de informantes no solo en el campo, sino también en las ciudades, donde operan Grupos de Inteligencia -Grin- y Comandos Urbanos -CU-. Dichas redes suministran información a los llamados Grupos de Base -GB- y Grupos de Apoyo -Gran-, que son los encargados de realizar los operativos, después de haber recibido entrenamiento militar. "Cuando la operación es bastante delicada, entonces entra a operar el Grupo de Choque, que sí está preparado para enfrentar al enemigo donde éste se encuentre", dijo 'Abelardo', otro comandante de la organización, quien accedió a dialogar con SEMANA en el Alto Sinú, en los límites con Antioquia.
La financiación de los grupos de autodefensas del país corre por cuenta de los ganaderos y los agricultores de la región donde estén operando. Se trata, en todo caso, de acuerdo con la información suministrada por los comandantes de los frentes, de "contribuciones voluntarias que equivalen al 15 por ciento de lo que ellos estaban obligados apagar a la guerrilla. Financiarnos a nosotros es, no solo más seguro, sino mucho más barato", dice 'Raúl', un paisa de unos 40 años, a quien la guerrilla le asesinó hace varios años a dos hermanos en una de sus fincas ubicada en Arboletes (Antioquia).
Además del sofisticado armamento, casi todo obtenido en el mercado negro, las autodefensas de Córdova y el Urabá antioqueño cuentan con una moderna red de radiocomunicación que les permite estar directamente en contacto con 950 fincas ganaderas en toda la región. "La comunicación es fundamental para actuar. Una vez se recibe la información se diseña un plan y se actúa con rapidez, como sucedió con la frustrada toma a San Pedro de Urabá por parte de la Coordinadora Guerrillera el año pasado", dijo 'Raúl' a SEMANA.
El jefe paramilitar sostiene que "aquí nosotros estamos librando una guerra de insurrección, pero contra el inmenso poder que tiene la guerrilla. No es como dice el Ministro de Gobierno, que nosotros estamos suplantando al Estado, lo que estamos pidiendo es que venga el Estado a reemplazarnos a nosotros, que estamos aquí, precisamente porque no hay Estado".-