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LA PRIMERA PIDERA

Los recientes destapes políticos han demostrado que en Colombia nadie es dueño de la <BR>moral.

26 de abril de 1999

Uno de los momentos más vistosos de la última campaña electoral, y quizá de toda la vida
política nacional, se vivió en enero del año pasado en el Centro de Convenciones de Bogotá. Ese día Ingrid
Betancourt, frente a los convencionistas liberales que iban a aclamar a Horacio Serpa y, luciendo un
tapabocas, se paró ante un micrófono y gritó: "Esta convención es un segundo asesinato de Galán. Es la
convención de las maquinarias corruptas que han convertido a la colectividad en la sucursal de la cárcel
Modelo. Aquí están todos los criminales y narcotraficantes". Una rechifla generalizada impidió que
continuara su intervención pero el objetivo de Ingrid estaba cumplido. Dos meses después llegaría al
Senado con la mayor votación del país, y aunque es difícil establecerlo con precisión nadie duda que
buena parte de sus 160.000 votos se deben a ese discurso y al sonoro rechazo del oficialismo
liberal.Después de esa elección, con o sin razón, Ingrid se convirtió en el símbolo de la purificación tanto del
Partido Liberal como del Congreso. Revestida de este ropaje de Santa Juana de Arco adhirió a nombre de
"los independientes" a la candidatura de Andrés Pastrana y acordó con el futuro gobierno la aprobación de
una reforma política para depurar las costumbres electorales del país. En ese momento nadie podía prever
que un año después la misma Ingrid Betancourt estaría en el Capitolio descompuesta y peleando a gritos con
el ministro del Interior, Néstor Humberto Martínez, su socio en la elección presidencial y quien esta
semana tácitamente la acusó de tener pactos con los hermanos Rodríguez Orejuela para la eliminación de la
llamada justicia sin rostro. A partir de ese momento la otrora altiva y frentera Ingrid Betancourt se tornó
esquiva y empezó a evadir las entrevistas con los mismos medios de comunicación que en los últimos dos
años hicieron crecer su imagen como espuma. Sin lugar a dudas en el incidente ella es la mayor
perdedora. La senadora evidentemente se reunió con los Rodríguez Orejuela cuando eran prófugos de la
justicia. El propósito de esas reuniones era la eliminación de la justicia regional y las cartas que mostró
el ministro Martínez comprueban que varios parlamentarios recibieron de los jefes del cartel de Cali, por lo
menos, ofertas monetarias a cambio de su voto a favor de esta iniciativa. Lo más probable es que Ingrid jamás
hubiera recibido favores de los Rodríguez Orejuela pero sobre Carlos Alonso Lucio, por esos días su
compañero sentimental y político y hoy prófugo de la justicia colombiana, sí se tenían enormes sospechas
desde esa época. Si los motivos de Ingrid para atacar, como lo hizo, la justicia regional eran amorosos, de
ingenuidad o de convicción, solo ella lo sabe. Lo cierto es que las revelaciones de la semana pasada la
dejaron mal parada y demostraron una vez más que en Colombia nadie parece ser dueño de la moral y que
quien tire la primera piedra seguramente la recibirá de regreso.El margen de toleranciaCuriosamente el destape
político de esta semana no corona de gloria a Néstor Humberto Martínez. Tan pronto el Ministro hizo las
denuncias que implicaban a Ingrid muchas voces dentro del propio Congreso empezaron a preguntarse: ¿Por
qué Martínez no se opuso al ingreso de Ingrid a la campaña de Andrés Pastrana si conocía estos
antecedentes? Tal vez la única respuesta posible es que en materia política, y particularmente en épocas
electorales, el margen de tolerancia ético siempre ha sido bastante grande.Basado en la teoría de que nadie
puede tirar la primera piedra y que muchos tienen 'rabo de paja', a Pastrana se le ha devuelto con especial
fuerza el bumerán moralista que le lanzó a Ernesto Samper. Varios de los cargos que los pastranistas le
endilgaron a la administración anterior se les están regresando en forma casi idéntica. El gobierno pasado
fue de principio a fin un gran escándalo. Tal vez por eso los cuestionamientos a funcionarios y amigos por
supuestas indelicadezas parecían episodios menores.En el gobierno del presidente Pastrana, quien llegó al
poder enarbolando la bandera de la moral, hechos similares han adquirido una dimensión enorme. Si uno de
los episodios que más indignó a la opinión pública durante la administración Samper fue el favoritismo en los
préstamos de la banca oficial para los amigos del presidente, en el presente gobierno se han ido
conociendo conductas muy parecidas. El símbolo en el pasado cuatrienio de esa costumbre fue la popular
galerista Aseneth Velásquez, amiga entrañable de Ernesto Samper, a quien se le hizo un escándalo por un
préstamo de 50 millones de pesos de la Caja Agraria. El monto y las condiciones del crédito lucen hoy
insignificantes frente a los 600 millones que recibió el renunciado embajador en México Diego Pardo Koppel
a cambio de una pauta publicitaria en el fracasado canal de televisión TV Andina. Y, como si esto fuera
poco, algunos han pretendido salpicar a la familia del Presidente por la condonación de los intereses de un
préstamo de la Caja Agraria al diario La Prensa. Aunque los tres casos no son estrictamente comparables,
ilustran el inevitable maridaje que siempre ha existido entre los cercanos al poder y los recursos del
Estado. Lo nuevo del caso no son por lo tanto las últimas acusaciones sino la falta de autoridad de los
dos bandos para tirar la primera piedra.Conflictode interesesEsa misma falta de autoridad es evidente no solo
en el campo de los que reciben los créditos sino también en el de quienes los otorgan. Benjamín Medina,
gerente de la Caja Agraria en el gobierno de Ernesto Samper, no sólo fue el prestamista de Aseneth
Velásquez sino de múltiples amigos del gobierno. Idéntico es el caso de Henry Avila, ex presidente del Banco
del Estado nombrado por Andrés Pastrana, quien otorgó préstamos con garantías discutibles a algunos de los
mejores amigos de su jefe.El conflicto de intereses entre el gran empresario y el funcionario público
tampoco es exclusivamente samperista. La misma agua sucia que le cayó a Morris Harf, por ser
simultáneamente ministro y deudor de bancos oficiales, le está lloviendo a cántaros al actual ministro de
Desarrollo, Fernando Araújo. Aunque los montos y circunstancias son diferentes lo común es que dos
ministros hayan buscado la reestructuración de sus deudas durante el ejercicio de sus cargos. Estas
conductas no son ilegales pero la presentación no puede ser peor.Las anteriores comparaciones tienen a
los samperistas con la sonrisa de satisfacción de quien se 'saca un clavo'. Los partidarios del anterior
gobierno consideran que estos episodios los han dejado en tablas con Pastrana, y la verdad es que estos
hechos sí han ido despojando al gobierno de su bandera de restaurador moral. Sin embargo esas
tablas son relativas. Si bien los cuestionamientos sobre amiguismo en los créditos oficiales y
conflictos de intereses son similares, lo que no tiene comparación con nada es la demostrada financiación
masiva de la campaña presidencial de Ernesto Samper con dineros de la mafia.