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| Foto: Foto de Laura Camila García

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Mateito, el actor de Pandillas, vuelve a caminar y ahora es pastor cristiano

Al salir de una fiesta en marzo de 2000, John Alexánder Ortiz fue atacado a bala por un joven de 16 años. “Los actores también se mueren”, le dijo el sicario. Una conmovedora crónica sobre su recuperación.

18 de febrero de 2017

John Álex Ortiz se levanta, en el piso están sus dos bastones, esos artefactos milagrosos que todos los días le permiten caminar. Su esposa aún sigue durmiendo, el día anterior habían estado en otra iglesia compartiendo su testimonio. Se apresura a bañarse y arreglarse; su atuendo ya estaba listo en su armario; planchado, limpio, impecable. Desayuna, y para salir de su casa va a la habitación de sus dos hijos, le da un beso en la frente a cada uno y sale hacia la portería donde lo espera un taxi.

-Buenas días señor, por favor ¿Me lleva a Álamos Norte?

-Buenos días, claro que sí.- dice el taxista, quien lo ve desde el retrovisor, toca sus ojos como si tuviera algo en ellos, da la vuelta y pregunta:

-¿Usted no es el actor de pandillas guerra y paz? ¡Claro! Mateito, ¿Me regalaría una foto, sino es mucha molestia?

-¡Sí, soy yo!, claro venga y la tomamos rápido-dice Álex con una sonrisa.

Durante el trayecto hacia la iglesia cristiana Casa de Dios, John habla con el señor del taxi, le comenta de la palabra de Dios. Le paga la carrera, baja lentamente y espera a cruzar la calle. Ya es la segunda vez que va a esa iglesia, saluda a los líderes y servidores del primer culto; se acerca la pastora, lo abraza y con una sonrisa toca su hombro, le indica que ingrese.

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En diez minutos comienza el servicio y John debe prepararse para predicar. Su sonrisa siempre está presente, con susbrazos, sus piernas y los bastones, avanza rápidamente. Un personaje frente a una multitud y todos expectantes a lo que dirá. Pero, más que un personaje: una figura, un líder, una vida. La historia de unas piernas que corrían, de una vida que casi se apagó, junto a los sueños de una estrella en potencia. Dos personas de la organización de la iglesia acomodan una silla para que pueda sentarse, ya que no puede estar mucho tiempo de pie. Ponen una mesa para acomodar su biblia, un vaso de agua y le entregan el micrófono. Tiene en sus piernas un artefacto llamado órtesis, es lo que le permite caminar, por esto pone sus manos detrás de la rodilla y dobla la pierna para sentarse. La iglesia está llena.

Para comenzar todos cierran sus ojos y Álex dirige una oración, de sus labios solo salen palabras suaves, y se presenta. Muchos allí lo conocen por su aparición en diferentes novelas como ‘Pandillas guerra y paz’ en la que recreó el personaje de “Mateito” o por “Nano” en la serie ‘De pies a cabeza’. Es confuso ver la diferencia de expresiones en los rostros de los oyentes, las madres solo piensan en sus hijos, los hijos piensan en su futuro y qué sería de ellos si estuvieran en esa situación. Álex comienza hablando de su madre, una mujer -dice él-, a la que le tuvo gran odio. Cuando tenía 5 meses de nacido ella trató de asfixiarlo.

La oscuridad

Una informe de Profamila, elaborado con la Encuesta Nacional de Demografía y Salud (ENDS), dice que “en el país cerca de 722.000 niñas y mujeres, de entre 13 y 49 años, han sido violadas una o más veces a lo largo de su vida y la mitad de las afectadas, víctimas de abuso antes de cumplir los 15 años”. Esto significa que cada media hora una mujer fue víctima de violencia sexual en el país y cada mes 1.508 mujeres fueron víctimas de violencia sexual en el país.

Nidia era una de ellas, pero John Álex nunca lo supo. Era una mujer sumergida en la oscuridad de sus recuerdos, los de un hombre que había robado lo más preciado en su vida, que la agredía, la maltrataba, que dejaba en ella una semilla que crecía y se convertía en su recuerdo a diario; esto era lo que sufría Nidia, una madre que no quería ver a su hijo. Y un día, sus manos apretaron el cuello de un bebe indefenso. John Álex sólo tenía cinco meses cuando esto sucedió; su madre lloraba, en su mente una voz le decía que lo soltara, luchaba en su interior con su odio, de repente entró a la habitación su papá, el abuelo de la criatura, y salvó su vida.

-¿Qué haces? ¡Suéltalo ya, Nidia!?dijo su padre, mientras ella miraba sus manos y salía corriendo…Huyendo de aquella escena.

-Esta fue la primera vez que el diablo quiso apoderarse de mi alma–dice John con respiración pausada, toma un poco de agua, respira y prosigue con su testimonio.

Su madre lo abandonó. Vivió con sus abuelos y ellos fueron quienes lo criaron, lo vieron crecer y en muchas ocasiones salvaron su vida. Veía de vez en cuando a su madre cuando llegaba a la casa, lo saludaba, pero John la evitaba ya que sabía cómo eran las cosas siempre. “Yo nunca quise a mi mamá porque ella me maltrataba y me humillaba”. Le pegaba o le hablaba con sus expresiones, su mirada de rencor, su mandíbula hacia adelante, sus ojos encendidos por los recuerdos, su rostro era todo menos el de una madre.

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Toda su niñez incrementó, cultivó y explotó el sueño de ser profesional en el fútbol. Convertirse en el mejor era el objeto de todo. Así fue como llegó la actuación a su vida, la primera serie en la que actuó fue ‘De pies a cabeza’, lo escogieron por su talento y destreza en el fútbol. Poco a poco, Álex crecía en el mundo del espectáculo, empezó a ser reconocido y dejó de ser el niño de cuadra para convertirse en figura pública.

El 25 de marzo del año 2000 lo describe con mucho detalle: no titubea ni una sola vez para decir la fecha o lo sucedido. Se levantó de la cama muy enfermo, apenas podía moverse, sus articulaciones parecían no despertarse con él, la noche anterior había trabajado muy duro y ese sábado tenía grabación. En la tarde su mejor amigo, Juan Carlos Castillo, fue a la salida de la grabación:

-John esta noche hay una fiesta buenísima en la calle 40 con Caracas, ¿Vamos?

-No Juanca, estoy muy agotado y me duele mucho todo el cuerpo, mejor vamos a mi casa y allá hacemos algo, invitamos a algunas amigas y amigos.

En la casa de John estuvieron 6 amigos y 7 amigas hasta las 11:00 p.m. Luego de eso, en definitiva, accedió ir a la fiesta a la que su amigo Juan lo había invitado. Tomó una ducha, se arregló y salieron todos de su apartamento hacia Teusaquillo. Apenas llegó Álex a este lugar sintió en su interior el peligro, era una voz que le decía que no debía estar allí, como si presintiera que algo pasaría esa noche, algo de lo que nunca se olvidaría.

Al entrar, colillas por el piso. Mujeres por doquier: altas, bajas, monas, morenas, acuerpadas, delgadas, con minifaldas, pantalón, tacones, muchos con los ojos rojos o con la tranquilidad que reflejan los rostros de personas que han estado escapando de la realidad. Su estadía allí no duraría mucho. Él estaba emocionado por el espectáculo de estriptis y mostraba afán por encontrar mujeres bellas. La noche era joven, de repente se le acerca un chico a saludarlo:

-¿Qué más John? Está muy bonita su gorra, le dijo de forma grosera, con una mirada intensa y quitándosela agresivamente.

-¿Qué le pasa?, ¿Ya se va a robar mi gorra? ¡Devuélvamela!

Él escuchándolo, rechinó sus dientes, tiró la gorra al suelo, se preparó, cerró su puño y cuando estaba a punto de dar un golpe llegó un amigo y le dijo que se fuera del lugar, avanzó hacia el interior de la fiesta pero se quedó mirándolo, movió su mano hacia adelante y hacia atrás diciéndole que allí no acaban las cosas.

Álex desearía nunca haberse topado con él. Luego de dos horas durante la fiesta se armó una pelea, los hombres se pegaban, las mujeres gritaban y muchos salían corriendo. En el tumulto de personas empezaron a decir que se estaba incendiando la casa, John salió corriendo con dos de sus amigos y Juan Carlos; querían continuar la fiesta en otro lado.

Al cruzar la calle apareció un carro, hizo un giro prohibido, se paró al lado de él en la mitad de la calle y se bajó Andrés Moncallo, el joven de 16 años con el que había tenido la disputa de la gorra. Con su mirada de odio se dirigió al baúl, Alex cruzó miradas desafiantes con él, sintió en su interior que sacaría algo del carro, vio una pistola, su corazón se aceleró, voces tomaron su mente, era una 38, sintió en un abrir y cerrar de ojos que empezaban a dispararle, el tiempo se detuvo. De repente, Moncallo sintió un peso encima, algo lo hizo tirarse al suelo, cayó de rodillas, disparó; varios empezaron a correr, mientras John Álex quedaba completamente paralizado, sintió que sus pies estaban pegados en el suelo, no se movía. Dispararon de nuevo, recibió los impactos de las balas en su cuerpo.

La tercera bala lo dejó tirado en el suelo y sin movilidad en las piernas. Tocó su cabeza, su pecho, trató de mover sus pies pero no pudo, buscó la sangre por su cuerpo pero no la vio ni la sintió, un botón le apagó la vida de todo lo que quedaba de su cadera a sus pies, el tiempo volvió a su normalidad, el carro arrancó. Y de pronto se escuchó:

-¡Los actores también se mueren!

-¡Ayuda! ¡Me duele mucho, no puedo mover mis piernas, no las siento...!

Entró en pánico y respiró con esfuerzo, su corazón latió rápidamente, sintió que iba a morir y en su cabeza sonó una voz una y otra vez. Mientras todo esto pasaba, sus amigos tomaron un taxi y se fueron a un hospital en la calle 54.

Al llegar al lugar, su tía Yaneth Ortiz entró corriendo, el pasillo se hacía interminable. John estaba sobre una camilla llorando y quejándose del dolor, parecía que nadie lo hubiera atendido, ni siquiera un medicamento le habían dado. Ella, al verlo, solo pudo tocar su cabeza y darle fortaleza:

-¡Tía yo me quiero morir! Me quiero morir ya-dijo Álex después de que le informaran el motivo por el cual no podían trasladarlo a un hospital.

-¡No John! Vamos a anular esas palabras, porque usted no es el dueño de la vida, no decide cuándo morirse o cuándo vivir, el único que decide es Dios. ¡Así que cállese y vamos a pedirle perdón al señor por esas palabras!-dijo su tía Yaneth con firmeza y voz fuerte.

-Tía, ¿pero entonces qué hago? Siempre que dejo entrar el estrés y el odio peor se pone la situación.

-Vamos a orar, repita después de mí y crea en que Dios va a resolver todo lo que está pasando.

Al terminar la oración entraron dos familiares y le informaron Yaneth que a su hijo John, por intentar robarlo, le habían dado escopolamina y estaba en un Hospital en estado de coma. No sabía qué hacer: su sobrino tirado en una camilla, su hijo también en medio de una tragedia. Muchas preguntas rondaron su cabeza:

-¿Por qué está sucediendo esto? ¿Qué pasa Dios? ¿Dónde estás en este momento?- dijo con sus manos en la cabeza, sintiendo cómo la fuerza se iba de su cuerpo, pensando que lo mejor era orar y pedir por su hijo.

-¡Señor háblame!, mi hijo está mal y no sé qué hacer porque también estoy acá con mi sobrino.

Limpió sus lágrimas y sacó de su bolso la biblia, leyó unas palabras del libro de Mateo, 6:33:

-“Encárgate de mis cosas que yo me encargaré de las tuyas.”-decía aquel fragmento que la llenó de vitalidad, unas palabras que, según ella, venían directamente de Dios.

-Bueno señor, mi hijo está en las mejores manos, son las tuyas, yo quedo confiada en que tu harás lo mejor.

Después de esas declaraciones, y según John por la fe que desató su tía, empezaron a solucionarse las cosas, ya iban a remitirlo a otra clínica, un parte médico lo estaba esperando, la ambulancia ya había llegado para llevarlo y su tía podía irse luego para donde su hijo. En el trayecto hacia el hospital, Álex iba con sus abuelos, pero por la angustia de ver a un hijo en esa situación, a su abuelo le estaba dando un infarto. “Luego de que me intervinieron, la familia no sabía a quién visitar, si a mi abuelo, a mí, o a mi primo”.

Rápidamente John entró a la sala de cirugías, dos enfermeras lo inyectaron, lo entubaron y le pusieron una máscara en su cara.

-John, cuente hasta 10.

-Uno, dos, tres… cua… tro…- decía mientras se quedaba dormido y los médicos se preparaban para tratar su caso. John tenía una hemorragia interna, una bala había impactado la médula espinal, había perdido un riñón, tenía fractura en tres costillas, lo cual le afectaba su respiración, y tres de sus vertebras en la columna se habían desplazado.

Los médicos hicieron lo que estaba al alcance, casi no salen del quirófano, cinco horas interviniendo a Álex. Al despertar vio a su tío en la oscuridad del cuarto:

-Tío, ¿Qué hora es?

-Mijo son las 10 de la noche- dijo su tío preocupado y a su vez, alegre de verlo mejor.

-¿Cómo así? Si lo mío pasó el sábado en la madrugada…

-Sí, pero ya ha pasado un día completo? dijo su tío mientras Álex volvía a dormirse. Pasó la noche y al segundo día lo despertó el doctor para comentarle el diagnóstico. Le explicó lo que sufrió, que no volvería a caminar, que no tendría nunca hijos. John, sin poderse mover cerró sus ojos y una lágrima corrió por sus mejillas, por su mente pasaron recuerdos, sueños, una pelota que patea que y entra a la red, un actor reconocido, un hombre sin familia, eran los pensamientos que le llegaban en ese momento. Después de tener novias hermosas, ahora ni siquiera podía dormir bien porque tenían que estarlo volteando cada dos horas para que no se le formaran llagas ni infecciones.

John duró dos años en terapias físicas. Actualmente se prueba un medicamento que hace que las neuronas que no están dañadas en personas que sufrieron el mismo daño que Álex se protejan y las lesiones no aumenten, explica  John McDonald, profesor asistente del Departamento de neurología y neurocirugía de la Universidad de Washington, en St. Louis (Missouri, E.U.), invitado por Colsánitas y por la Fundación para la Recuperación de Personas Limitadas por Enfermedades Medulares y del Sistema Nervioso, creada por Charlie Hall, en Colombia.

El perdón

Durante casi dos meses John permaneció en el hospital para su recuperación, en ese proceso decidió perdonar al sicario que le había disparado esa madrugada después de una discusión, y enviarle una carta diciéndole que todo podía quedar atrás. Fue el momento de la vida de Álex en el que recibió en su corazón a Jesús y empezó una vida basada en su fe. Su esposa, una modelo que decidió salirse de los estándares y aceptar a un hombre lleno de virtudes emocionales y físicas.

En Colombia se han visto pocos casos de personas con graves traumas en la médula que puedan caminar, según los Institutos Nacionales de Salud de E.E.U.U y la Fundación Christopher y Dana Reeve. Con estimulación eléctrica de la médula espinal solo cuatro pacientes con paraplejía desde hace más de dos años han podido mover de forma voluntaria músculos que tenían previamente paralizados. Lo que quiere decir que la terapia física ayudó en gran medida a que John hoy pueda caminar, con ayuda de órtesis y los bastones alemanes.

John Álex perdonó a su madre; ella fue al hospital donde él se encontraba y le contó por qué lo maltrataba y los motivos de su abandono. John no podía creerlo, la mujer que tanto odiaba había sido violada y nunca tuvo un padre por eso, todo lo que algún día sintió por ella desapareció poco a poco.

Diana López es la esposa de John, cuando va terminando su testimonio ella presenta su familia, después de que los médicos dictaminaron que no podía tener hijos a raíz de su accidente, hoy tiene una pequeña de 4 años y un pequeño de 3. La niña hace una oración y el bebé canta.

-John y yo nos dedicamos solo a predicar la palabra, no aceptamos papeles de actuación que no tengan algún mensaje significativo, somos testimonio y por este motivo no lo hacemos-dice Diana, despidiéndose de la iglesia y llevando a sus pequeños hacia atrás.

“Los bastones hacen parte de los productos de apoyo o ayudas técnicas que se utilizan en situaciones de enfermedad en las que el paciente necesita una descarga de uno de sus miembros inferiores, una mejor base de sustentación y una movilización más segura”, dice José Gorgues Zamora, de la compañía D´farmacia. Terminando su intervención Álex ora por las casi 200 personas que hay en la iglesia. Aunque hay lágrimas, también queda en el aire esa sensación de alivio, ese nuevo John Álex, ese testimonio poderoso de alguien que sale de la sala caminando por sus propios medios.

*Crónica de Laura Camila García, Departamento de Cine y Comunicación, Universidad Jorge Tadeo Lozano.