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C O N F L I C T O

La resistencia

Siguiendo una idea indígena, los habitantes de Caldono sacaron a las Farc a palo y machete cuando pretendían destruir este pueblo caucano.

27 de agosto de 2001

El tema de conversacion por estos días en el Cauca es la reciente muestra de valor que dieron los habitantes de Caldono: siguiendo una política iniciada por los indígenas de la región y armados con palos de escoba, ramas de árboles, y algunos machetes, expulsaron, monte arriba, a los miembros del sexto frente de las Farc, que pretendían arrasar su pueblo.

Todo comenzó en la mañana del sábado 10 de noviembre cuando la columna de las Farc descendió de las montañas y destruyó con fuego de fusil y varias pipetas de gas el puesto de policía del corregimiento de Siberia, a seis kilómetros del casco urbano de Caldono. “Aunque el puesto aún estaba en construcción y deshabitado le soltaron toda la candela del mundo”, narró un testigo a SEMANA. “Los tiros aquí se escuchaban clariticos”, agregó la fuente, uno de los 30.000 habitantes de Caldono, donde predominan los indígenas totoroes.

Los pobladores empezaron a salir de sus casas hacia el parque principal. “Vienen, vienen para acá”, advirtió una voz. Mientras varios vecinos tocaban a las puertas de la iglesia y otros a las de la Alcaldía para pedir consejo otros gritaron que no tenían porqué dejarse atacar. Que como han hecho otras comunidades indígenas vecinas al rechazar la presencia de los actores armados en sus tierras, ellos no tenían porqué dejarse atacar de las Farc.

Esta idea nació hace varios años en el Consejo Regional Indígena del Cauca Cric, que agrupa a los 80.000 indígenas del departamento pertenecientes a cinco etnias: guambianos, paeces, yanaconas, totoroes y epiraras. “Las Farc nos decían que nosotros éramos del pueblo y que ellos eran nuestros representantes. Si era verdad, ¿entonces por qué nos atacaban, nos mataban, nos perseguían y nos expulsaban de nuestras tierras? Mentían, y como a nosotros no nos gusta ni mentir ni su guerra, les dijimos que no contaran con nosotros”, recuerda un miembro del Cric.

Al principio procuraron mantenerse al margen pero las Farc continuaron con su hostigamiento. Entonces los nativos enviaron un mensaje concreto a los insurgentes: “No los queremos aquí, váyanse o nos veremos obligados a enfrentarlos con nuestras armas”. Es decir, sus palos, sus machetes y una que otra escopeta desvencijada.

El rechazo a las Farc fue interpretado por los paramilitares como un mensaje de que ellos sí podían avanzar y posesionarse del lugar. El bloque Calima de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) envió el año pasado su grupo Paez a merodear el municipio de Caloto. Pero se encontraron con una sorpresa. “Si no estamos con unos no quiere decir que tengamos que estar con los otros. Nuestra decisión también es para ustedes, queremos una vida en paz, por lo que a ustedes también los enfrentaremos”, les dijeron los indígenas.

Esta sencilla fórmula inspiró a los habitantes de Caldono el 10 de noviembre. A medida que los guerrilleros cercaban el pueblo ellos se organizaron en su defensa. Unos sacaron megáfonos para invitar a la gente a rechazar a los invasores. “Fuera, fuera, no más”, decían las consignas alternadas con canciones. “Era una protesta con mucho sentimiento”, aseguró otro testigo.

Al anochecer los guerrilleros que preparaban las pipetas de gas sintieron que la muchedumbre con antorchas era demasiado grande. Los comandantes de las Farc dieron la orden de replegarse mientras que el gobernador del cabildo indígena ordenó seguir adelante. De pronto los miembros de las Farc se sintieron rodeados. “Váyanse o no respondemos”. Los subversivos iniciaron la retirada monte arriba. Los pobladores se quedaron en el parque vigilantes con fogatas encendidas. Celebraban que su voluntad se hubiera cumplido.