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P O L I T I C A

La resurrección

Hace sólo tres meses Noemí Sanín lo duplicaba en las encuestas. Pero hoy Horacio Serpa es el candidato más opcionado a la Presidencia. ¿A qué se debe este fenómeno?

28 de agosto de 2000

Un par de encuestas publicadas la semana pasada por los periódicos El Tiempo y El Espectador dejaron sorprendido a más de un lector: Horacio Serpa lideraba, por primera vez en dos años, las preferencias de los electores para presidente de la República. En cuestión de tres meses los inalcanzables rascacielos de Noemí Sanín, que se acostumbraron los colombianos a ver en los sondeos, fueron superados por un Serpa que, si bien ha dado mucho de qué hablar, hasta la semana pasada no parecía ser muy efectivo para el caprichoso termómetro de la opinión. Pero las cosas han cambiado, al menos por el momento. En la encuesta de El Espectador Serpa recibió 42 por ciento de respaldo para la Presidencia frente a 39 de Noemí, lo cual es considerado un ‘empate técnico’ por el margen de error. La de El Tiempo, más contundente pero con una muestra más pequeña, presenta un ingrediente adicional: mete en la baraja al general Rosso José Serrano, quien no ha cerrado del todo la compuerta de una candidatura presidencial. En esta encuesta Serpa puntea con 27 por ciento, le sigue Serrano con 23 por ciento y en tercer lugar está Noemí con 19 por ciento.

Este inesperado repunte de Serpa se da en una convulsionada coyuntura política en la que él ha sido su principal protagonista: no quiso participar en el gabinete de ‘unidad nacional’ que le ofreció el gobierno, abrió fuego contra el Plan Colombia y su inclinación militarista, viajó a Washington para entrevistarse con los funcionarios que en el pasado tanto satanizó y retomó el control del Congreso luego de la elección de las mesas directivas. Todos estos son elementos que reflejan las posiciones del candidato y las nuevas condiciones de la política pero que no bastan para explicar el vertiginoso ascenso de Serpa en las encuestas. ¿Qué hay entonces detrás de este repunte?



Mr. Serpa y Dr. Clientela

La primera explicación es que Serpa supo cambiar el switch de la ‘desamperización’ por el de la ‘serpización’ de su candidatura. Salvo las mordaces caricaturas de Osuna, el grueso de la opinión ya no ve a Serpa como una perversa extensión del elefante samperista sino como un político con independencia y vuelo propio. En este sentido Serpa, hábilmente, ha logrado que la gente lo valore por lo que es y no por lo que representa. ¿Y qué representa Horacio Serpa? Pues la vieja clase política, la crisis de los partidos, los discursos demagógicos, el trapo rojo, la mamola, las maquinarias y el clientelismo. Y, entonces, ¿quién es ese Horacio Serpa al que los colombianos ven cada vez con más interés? Un hombre valiente y un político con carácter, un colombiano hecho a pulso y un líder en medio de un mar de políticos mediocres y diletantes. Serpa ha marcado esa brecha a tal punto que se ha convertido en el candidato que la opinión considera que mejor manejaría el tema de la corrupción, incluso por encima de Noemí Sanín o Alvaro Uribe. Un resultado que no deja de ser insólito para quien fuera el escudero del presidente Samper en los momentos más ignominiosos de la corrupción política encarnada en el proceso 8.000.

Si bien en estos momentos Serpa se encuentra en la cresta ascendente de la ola no va a ser fácil mantener esa dualidad entre ser y representar —entre el Dr. Jekyll y Mr. Hyde— cuyos rostros aparecen diáfanos en las encuestas de un país seducido por el ilustre Mr. Serpa pero que desprecia al tradicional Dr. Clientela.



Tan lejos, tan cerca

Pero más que el distanciamiento de Samper el mejor aliado de Serpa ha sido Pastrana. O, mejor, el gobierno de Pastrana, del que Serpa ha sabido capitalizar la desgracia de su contradictor: mientras peor le vaya a Pastrana, mejor para Serpa; y como a Pastrana le ha ido mal, a Serpa le va bien. Y por esa misma razón la campaña de Serpa será tan ingrata como caminar descalzo en un sendero de espinas con un letrero que diga “mientras el país vaya mal yo voy bien”. Entonces es claro, y las encuestas lo confirman, que la profunda crisis que vive el país ha carburado la campaña de Serpa. Una crisis que halla su razón de ser en un proceso de paz sin norte —mientras la guerrilla secuestra niños—, en la galopante situación de desempleo —que alcanzó 20,4 por ciento esta semana— y la creciente inseguridad urbana y rural. Circunstancias diariamente capitalizadas por el discurso crítico y teledirigido de Serpa. No es extraño que gran parte de los que antes no iban a votar por Serpa y ahora sí lo vayan a hacer pertenezcan a la clase media, que ha sido la población más golpeada por la crisis económica. Y tampoco es casualidad que la bandera insigne del serpismo sea el tema social: lo fue hace dos años, lo fue con el referendo liberal, lo es con la situación de desempleo y con sus ataques al militarismo del Plan Colombia.

Adicionalmente Serpa se ha erigido no sólo como el opositor sino como el antipastrana. El uno políticamente frente al gobierno, el otro públicamente frente al Presidente. En el primer caso le saca dividendos electorales a la crisis de gobernabilidad y en el segundo aprovecha los desaciertos y las falencias del estilo Pastrana para posicionarse como el hombre que puede sacar al país del hueco. En esto último Serpa parece querer dejar en plena evidencia que su figura encarna la antítesis de Pastrana: que ante la imagen de un Presidente huidizo y vacilante, él es frentero y le ‘pone el pecho a la brisa’; que ante un Presidente que no oye y se encierra, él convoca y lidera; que ante un político light, él es preparado, venido de abajo y que ‘tira línea’.



El ‘efecto Palmira’

La pregunta que muchos colombianos se hacen es, entonces, por qué Serpa repunta en este momento y no lo hizo antes. En primer lugar, porque el compás de espera que los colombianos le dieron al gobierno para solucionar la situación se está agotando a cuentagotas mientras los problemas se agudizan. En segundo lugar, porque ya se empañó el espejo retrovisor en cuyo reflejo la mayoría de los males del país se le atribuían a Samper. Dos años después, si hay que buscar un culpable es Andrés Pastrana, así gran parte de las causas de la crisis actual las haya originado el anterior gobierno.

Pero, quizás, el punto de quiebre fue la propuesta del referendo social que lanzó Serpa en Palmira en mayo pasado en su escenario preferido: la plaza pública. “Nosotros lo llamamos el ‘efecto Palmira’, que generó un despertar, una mística con el liberalismo y con la gente que estaba como dormida”, dijo a SEMANA Carlos Murcia, asesor político de la Dirección Liberal Nacional.

Al ‘efecto Palmira’ se suma la terquedad de Serpa, aun frente a la opinión de sus propios asesores de imagen, cuando decidió salir del marasmo del silencio a ‘tirar línea’ —atacando el Plan Colombia— y abandonar el discreto perfil que había mantenido durante un año largo. Silencio que ahora le ha costado a Noemí algunos puntos de diferencia con él.

En la plaza pública da la impresión de que Serpa quiere aparecer como un político más moderno, con un lenguaje crítico mas no beligerante, diciendo lo que piensa pero sin polarizar, satanizar o dividir. Incluso en uno de sus flancos más débiles, el de su imagen de político de provincia, Serpa quiere dar la impresión de que está conectado con un mundo cada vez más globalizado. Por ello su viaje a Washington para entrevistarse con altos funcionarios de la Casa Blanca, del Departamento de Estado y de la banca multilateral, pese a que le falte mucho camino por recorrer y a que su aceptación en los círculos del poder mundial se deba más a una estrategia gringa que a una ofensiva suya.

En lo que sí ha dado un salto cualitativo es en el manejo de los medios. Mientras la campaña pasada se centró en la plaza pública y en el seductor vibrato de su discurso, su preocupación por sintonizarse con los medios muestra una evolución del Serpa modelo 2000. Todo ello, sumado a los 5.620.719 votos que logró en los comicios pasados, hacen prever un futuro despejado para el candidato del Partido Liberal en las próximas elecciones. Sin embargo en política —y en Macondo— todo puede pasar. Sobre todo cuando se tiene en cuenta la volatilidad de la opinión ante los atropellados acontecimientos del país.

La vulnerabilidad de Serpa, o sus fortalezas, se verán en la recta final de las elecciones, cuando los candidatos suelen sacarse los trapos sucios y la sombra del elefante asome otra vez su trompa en la contienda electoral; cuando Noemí salga cuidadosamente a hablar ante los medios y cuando Serrano decida o no lanzarse a la Presidencia de la República. Allí Serpa tendrá que redefinir su estrategia política para que esos electores, aparentemente cautivos, estén seguros de que van a votar por un candidato renovado y no por el de la mamola y sus amigotes del proceso 8.000.