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“Intenté hace algunos años acercar a Gabo y Vargas Llosa, pero no se pudo por su distancia personal e ideológica”

EN PLATA BLANCA

"La solución al problema de las drogas es despenalizarlas"

El escritor mexicano Carlos Fuentes habló del narcotráfico, la política de su país, sus amigos colombianos y los proyectos literarios que lo trasnochan.

28 de enero de 2012

MARÍA JIMENA DUZÁN: Un acto de premonición fue pronosticar en su novela 'La Silla del Águila' que Juan Manuel Santos iba a ser presidente. Claro que para ser justos se descachó por 10 años. Usted dijo que sería en el 2020.

CARLOS FUENTES:
No me descaché: me le adelanté. El escritor siempre se adelanta a la política. La verdad es que desde que lo conocí en Harvard, hace ya varios años, advertí en él su voluntad de ser presidente. Yo estaba escribiendo una novela que pasaba en el futuro (La Silla del Águila) y me dije, ¿por qué no ponemos a Santos en Colombia de presidente de una vez? ¡Si va a llegar al poder, pues que llegue de esta forma!

M.J.D.: Hablemos de su país y de esa guerra contra el narcotráfico que usted tanto ha criticado. ¿Va a cambiar en algo esa política si gana las próximas elecciones presidenciales el PRI con Enrique Peña Nieto?

C.F.:
¿Y quién le dijo que Peña Nieto iba a ganar? …

M.J.D.: …Pues las encuestas.

C.F.:
¡Pero es que las encuestas cambian! El triunfo del PRI no es para nada evidente. Ya el panal abandonó el PRI y a Peña Nieto. Pero el problema no es quién gane esas elecciones. Lo grave es lo que va a pasar luego, gane quien gane.

M.J.D.: ¿Y por qué dice eso?

C.F.:
Pues porque el país está en una efervescencia y ninguno de los candidatos ofrece un plan viable, ni siquiera entusiasta, para resolver los problemas gigantescos que padecemos. No creo que ninguno de ellos tenga una receta convincente. ¡Llevamos ya 50.000 muertos! Muchas personas han perdido sus seres queridos, sus padres, sus hijos y la Policía no es capaz de hacer nada.

M.J.D.: Usted ha sido uno de los críticos más duros de la guerra contra el narcotráfico declarada por el presidente mexicano Felipe Calderón. ¿Cuáles son las razones que lo han llevado a oponerse a esta estrategia?

C.F.:
No estoy de acuerdo con Calderón y creo que haber tomado ese camino es lo peor que le ha pasado a México. Esa política ha producido muchos muertos y el negocio de la droga sigue en pie. Yo formo parte de la comisión que ha estudiado el tema de las drogas integrada por los expresidentes Zedillo, Cardoso y Gaviria y comparto con ellos que la solución al problema de las drogas debe ser la despenalización de manera gradual. Yo creo que ese es el camino, no veo otra posibilidad. Pero además estamos ante un problema global y no se puede arreglar de un plumazo. Debe haber una consonancia mundial para que lo que hace un país tenga resonancia en otro y de esa forma se vaya legalizando el tráfico de drogas.

M.J.D.: Lo veo muy optimista en cuanto a la viabilidad de esa despenalización gradual. Sin embargo, a los norteamericanos, repito, que son los que financian esta guerra contra el narco, no se les ve con muchas ganas de cambiar de estrategia.

C.F.:
¡Yo no soy optimista para nada! Pero sí sé que no hay otro camino. Y que hay que convencer a los gringos: para eso existe la diplomacia, ¿no es cierto? Si no es hoy será mañana. Eso se va a dar. A ellos también les conviene, porque la situación va a ser cada vez más insostenible para los americanos.

M.J.D.: Usted ha dicho que la guerra contra el narcotráfico en México tiene un ingrediente muy diferente, que no lo tiene la de Colombia: la cercanía con Estados Unidos.

C.F.:
Pues es que esa es una GRAN diferencia: ser vecinos de los gringos. La droga que llega a los Estados Unidos pasa por una frontera prácticamente deshabitada, un desierto. Es una frontera muy difícil de controlar y en la que Estados Unidos hace muy poco para frenar el tráfico de drogas. Y si uno cruza la frontera nadie sabe quién la cruzó. Yo incluso tendría la audacia de traer la Policía israelí, la antigua Policía de Alemania del este y la francesa para que combatieran a los narcos en México. ¡Si las fuerzas de Policía mexicanas no lo pueden hacer, importemos fuerzas extranjeras capaces de hacerlo!

M.J.D.: ¿Por qué cree usted que no se captura al Chapo Guzmán en la Sierra, si muchos saben hasta el nombre del pueblo donde vive el temible capo?

C.F.:
Eso pregúnteselo a Calderón… no a mí.

M.J.D.: Cuando el candidato del PRI, Enrique Peña Nieto, tuvo ese lapsus en la feria de Guadalajara y lo confundió con Enrique Krauze usted le respondió diciéndole que no le importaba que él no lo leyera, pero que no le perdonaba que fuera ignorante. ¿Será Peña Nieto el primer presidente ignorante?

C.F.:
A él le preguntaron en Guadalajara cuál era su libro favorito y tartamudeó. Él debió decir que su libro favorito era la Constitución de México, en lugar de haberse puesto a hablar de autores que no ha leído. Esa habría sido una respuesta perfecta. Obviamente no es el primer presidente ignorante, pero los demás sabían presentarse mejor. Y eso para un político es muy importante. Yo me lo imagino hablando con Angela Merkel y digo, ¡qué barbaridad, el país está en peligro!

M.J.D.: Pero en México Peña Nieto es un fenómeno mediático impresionante: cuando sale a la plaza pública la gente lo toca como si estuviera tocando a un dios; las mujeres caen rendidas a sus pies… aquí en Colombia eso no le ha pasado a ningún presidente.

C.F.:
Eso que usted señala ha pasado con todos los candidatos del PRI. Eso no es novedad. Acuérdese que los presidentes mexicanos son descendientes de Moctezuma. Eso les pasa al principio. Luego la gente se desilusiona y no se pueden presentar ni en la esquina. Esa es la vida.

M.J.D.: Pero al presidente Calderón nunca le ha pasado eso. Nadie intenta tocarlo en las calles...

C.F.:
No. Es que él no sale a la calle.

M.J.D.: El Estado colombiano ha negociado con el narcotráfico muchas veces: ¿usted estaría de acuerdo con negociar con el narco algún tipo de entrega a cambio de una reducción de penas, como se ha hecho en Colombia tantas veces?

C.F.:
¡Claro que sí! Antes de que llegara Calderón al poder, se negociaba con el narco y nadie les había declarado la guerra. Ahora, desde que se les declaró, al país le ha ido muy mal.

M.J.D.: Pasando a temas más prosaicos. Leí un prólogo que usted escribió sobre las mujeres del pintor Fernando Botero, otro colombiano gran amigo suyo, y debo decir que me sorprendió por su franqueza. Allí confesaba que ustedes dos tenían en común no solo su pasión por el arte. ¿Se acuerda qué es lo que tenían en común con Botero?

C.F.:
…Que nos masturbamos viendo las rubias en columpios que aparecían en la revista Esquire.

M.J.D.: Claro que hay otros prólogos que me impresionaron menos. Como el que usted le hizo al libro de Oswaldo Cisneros, el empresario venezolano, dueño de Venevisión.

C.F.:
¿Y por qué no le gustó? Es un amigo personal. Por eso lo escribí.

M.J.D.: En realidad me sorprendió. Al fin y al cabo es un empresario dueño de Venevisión muy controvertido, sobre todo desde que decidió no hacerle oposición a Chávez.

C.F.:
Bueno, él adoptó una posición que se la aconsejamos sus amigos: la de no enfrentarse con el régimen. Quizás nos equivocamos y quizá él también lo hizo. El tiempo lo dirá. Lo cierto es que a él no le ha ido bien porque no puede vivir en Venezuela.

M.J.D.: ¿Qué tan cierto es que el buen escritor debe haber conocido en algún momento de su vida los entresijos excitantes del bajo mundo?

C.F.:
Para mí fue fundamental para escribir La región más transparente. Como yo venía de la clase media estudiada, descender a esos mundos me hizo aprender muchas cosas: vi cómo la gente se comportaba, cómo la gente lloraba, cómo se mataba.

M.J.D.: ¿En qué va el libro sobre Carlos Pizarro que estaba escribiendo?

C.F.:
Con ese libro me ha pasado algo muy particular: cada vez que creo que ya lo he terminado, sale una novedad en el proceso; integro esa realidad y aparece otra. Eso es lo malo de hacer libros de actualidad política: que las circunstancias rebasan al novelista. Cuando uno escribe novelas el novelista crea su propio mundo y no depende de lo que pase en la realidad. En este caso estoy sometido a la realidad.

M.J.D.: Otro amigo suyo entrañable es García Márquez y su esposa Mercedes. ¿Es cierto que usted intentó hace unos años acercar a Gabo y a Vargas Llosa?

C.F.:
Sí, lo intenté hace muchos años, pero no se pudo. No solo había una distancia personal sino ideológica. A diferencia de Gabo, Vargas Llosa se separó de la Cuba de Fidel.

M.J.D.: ¿Cómo es esa historia de los guiones de cine que ustedes dos hicieron y que nunca se convirtieron en películas?

C.F.:
Sí, hacíamos unos guiones malísimos, como el de El gallo de oro. Ocurre que un guion depende de mucha gente: de los directores, de los productores. Uno no es el amo, como cuando uno escribe una novela. Nunca pudimos manejar eso.

M.J.D.: Entiendo si no me responde esta pregunta: a usted se le murieron sus dos hijos. ¿Es fácil seguir escribiendo libros, creando mundos literarios, con esa pena tan honda?

C.F.:
Ellos están conmigo cuando escribo.

M.J.D.: ¿Escribir le ayuda a soportar la pena?

C.F.:
No sé si me ayuda, pero es un hecho.n