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Después de ser arrestado las autoridades allanaron la casa en donde estaba escondido Daniel ‘el Loco’ Barrera. | Foto: REUTERS

NARCOTRÁFICO

La telaraña del Loco Barrera

Pasaportes, cédulas, eliminación de antecedentes: con una llamada, el Loco Barrera conseguía lo que necesitara. SEMANA revela los audios que exponen la vasta red de corrupción que sostenía el imperio del último gran narco colombiano.

29 de septiembre de 2012

El pasado 18 de septiembre, cuando las autoridades venezolanas allanaron la casa de San Cristóbal donde capturaron a Daniel 'el Loco' Barrera, en una operación conjunta con la Dirección de Inteligencia de la Policía colombiana, se llevaron toda una sorpresa. En una caja, encontraron varios pasaportes colombianos a nombre del narco, con decenas de sellos del DAS y otras autoridades migratorias del continente. Y en un computador hallaron documentos en los que Barrera pedía a funcionarios de migración colombianos verificar si socios y hombres de confianza suyos tenían órdenes de captura, para que pudieran viajar a visitarlo. Estos hallazgos eran tan solo la punta del iceberg de la vasta red de corrupción que había montado "el último gran capo" del narcotráfico colombiano, como lo calificó el presidente Juan Manuel Santos.

Entre el material incautado hay decenas de horas de grabaciones de conversaciones telefónicas que contribuyen a explicar cómo el Loco Barrera logró mantenerse por más de una década en las grandes ligas de un mundo criminal caracterizado por las más siniestras vendettas y traiciones. Además de su innata desconfianza y su notable capacidad para eliminar rivales y detectar traiciones, él y sus lugartenientes infiltraron y sobornaron funcionarios de instituciones claves del Estado. En la Registraduría, en el DAS, en migración, en Cancillería, los audios muestran que Barrera y sus hombres tenían fichas que les hacían toda clase de favores.

"Ya hablé con el señor del librito y esta semana ya mandamos a hacer eso. Aguántese una semanita. Yo le colaboro. Más no le puedo colaborar para que me bote ahí alguito, al menos para lo de la gaseosa" (Audio 1). Esta frase hace parte de una serie de conversaciones que ocurrieron a comienzos del año pasado. Quien habla es un funcionario de la Cancillería que, a cambio de dinero, se comprometió a conseguir un 'librito' (un pasaporte) nada menos que a Héctor Saldarriaga, Mojarro, jefe de sicarios y mano derecha de Barrera por años, quien lo encargó de manejar su red de corrupción hace dos, cuando arreciaba la persecución de la Policía en su contra.

"Tenga en cuenta que por este medio hay que ser un poco limitado en la forma que se exprese" -advierte un hombre a la persona que lo acaba de llamar pues sospecha que su teléfono puede estar siendo interceptado-.

"¡Es que necesitamos esos documentos urgentemente!" -le dice su interlocutor-.

"Ya llevamos dos días funcionándole y tengo dos grupos trabajándole a eso. Es posible que el resultado sea ya en esta semana. La propuesta que les hice fue entregarles un resultado sobre lo que hemos pactado. Pero necesito que me cumplan. Le recomiendo eso sí los honorarios para poder continuar" -contesta el otro-.

Este fragmento es de una conversación entre el conductor de Mojarro y el Coro, un hombre del CTI que se comprometió a conseguir en esa entidad una serie de documentos, entre ellos antecedentes o requerimientos judiciales de varios integrantes del grupo de Barrera, con el fin de establecer si están siendo investigados por la Fiscalía (Audio 2).

"Ya le tengo listo todo. Y salen es de las nuevas para todos. Para papi, mami y todos. Foto y todo. Eso vale 150. Ya puede venir a recoger todo. Pase y yo le salgo al andén". Así responde a Mojarro un funcionario de la Registraduría Nacional al que llaman Rosco y que, por 150 millones de pesos, consiguió un paquete completo de cédulas "de las nuevas" para él, su esposa y algunos de sus hijos y familiares (Audio 3).

Esa red de influencias compradas le sirvió a Barrera no solo para lograr cédulas o pasaportes sino para lidiar con rivales y miembros de su propia organización que lo traicionaban. Así sucedió cuando a Mojarro se le ocurrió aprovechar que su jefe debió esconderse en Venezuela para tratar de quedarse con el negocio. Las grabaciones muestran que desde mediados de 2011, mientras seguía cumpliendo sus órdenes, Mojarro pasaba información de su patrón a las autoridades.

"¿Dónde anda. Es que ya me va a marcar y me va a dar un número nuevo y ese es el que va a usar", le dice en uno de los audios el jefe de sicarios a un agente de una agencia extranjera, a quien le ofrece entregarle el nuevo teléfono de Barrera con el fin de que lo ubiquen y lo capturen (Audio 4).

Sin embargo, Barrera se dio cuenta y tres semanas después de esta conversación mandó a asesinarlo. Mojarro se salvó, pero en el atentado en su contra, que tuvo lugar el 30 de mayo de 2011 durante un partido de fútbol en Villavicencio, seis personas quedaron muertas.

"¿Anotó bien el número de la cédula? ¿Para cuándo me tiene la razón? Yo necesito eso para mañana antes de mediodía. Necesito saber quién es el papá, quién es la mamá, las fotos que tiene allá. Necesito todo, abuelitos, sobrinos, primos, ¡todo! A las 10 le timbro y me tiene la razón". Esta es una grabación del propio Barrera hablando con uno de sus contactos en el DAS, a quien le encargó conseguir toda la información posible sobre la esposa y el núcleo familiar de Mojarro para iniciar un cacería contra su exlugarteniente, después del fallido intento de eliminarlo. Gracias a esos datos, Barrera dio finalmente con Mojarro en Argentina y sus sicarios lo asesinaron a plena luz del día en un centro comercial de Buenos Aires, en abril de este año.

La vasta telaraña de corrupción que Daniel 'el Loco' Barrera construyó a lo largo de los años apenas empieza a ser develada por las autoridades. La mayor parte de la evidencia incautada durante su captura, que se cree involucra a funcionarios de otras instituciones del Estado, incluso uniformados, aún está en Venezuela. Cuando llegue a manos de la Fiscalía colombiana y esta inicie sus investigaciones, van a rodar, probablemente, no pocas cabezas.
 
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