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La Policía hizo un acto público de perdón por la muerte de la hija de Gustavo Vásquez. | Foto: Daniel Reina

TESTIMONIO

La tragedia de Gustavo, el hombre inocente acusado de violar y matar a su hija

Gustavo Vásquez tenía 33 años cuando su hija fue encontrada colgada del cuello en un baño. Él fue señalado responsable del hecho, y en la Policía, donde era agente, lo destituyeron. Diecinueve años después recuerda su historia y reconoce que no ha sido fácil olvidar.

Sally Palomino, periodista Semana.com
11 de abril de 2012

No fue al entierro de su hija. La única imagen que tiene del velorio de Sandra Catalina es la de una foto de El Espacio publicada en primera página. "Se veía en el ataúd", cuenta Gustavo Vásquez. La vio desde la cárcel. Estaba preso y por eso, por mucho que suplicó, no pudo acompañar a su familia al sepelio de la niña de 9 años, su única hija.

Fue en marzo de 1993. Pasaría un mes y medio antes de que Gustavo Vásquez pudiera recobrar su libertad y demostrar que él no violó ni mató a Sandra Catalina. Y pasarían 19 años para que la Policía reconociera el error y le pidiera perdón en público. Fue este martes. "Me llamaron un día antes para decirme que había un acto de perdón. Tenía dudas. No sabía si ir o no (...) han pasado tantos años", cuenta Gustavo, quien reconoce que sigue sintiendo temor de salir a la calle y que la gente recuerde los titulares de prensa en los que se le señaló de ser el asesino de su hija.

El perdón que pidió la Policía se dio luego de que un fallo (que Gustavo estuvo esperando por 16 años) condenó a la institución como responsable, debido a que el crimen ocurrió en las instalaciones de la estación de Germania y fue perpetrado por otro agente, que logró pasar inadvertido por dos años hasta que unas pruebas de ADN estudiadas por el FBI lograron demostrar que él fue quien violó y mató a Sandra Catalina.

El fallo, además de las disculpas públicas (y tardías, 19 años después), obliga a la Policía a pagarle a Gustavo 100 salarios mínimos mensuales vigentes. Para él, la plata es lo de menos. Y eso lo dejó muy claro en las palabras que pronunció en el evento del martes.

"Quise pedirle a la Policía que casos como el mío no se repitan, que ante hechos tan espantosos, en lugar de tratar de tapar las cosas, sean honestos, en la cara y que reconozcan sus errores ", dice el exagente, que ahora trabaja haciendo domicilios en una moto.

"Es muy raro recordar todo", reconoce. Pero hace un esfuerzo y empieza con su  "película", como él mismo dice. "Yo estaba distanciado de Sandra (la mamá de la niña), llevaba días sin hablar con ella, por eso tal vez ella no sabía que me habían trasladado de estación. Estaba en la del Ricaurte y no en Germania, en donde ella me buscó. Fue un domingo, yo estaba en una silla descansando cuando de repente me sacaron, me metieron en una patrulla y me llevaron a Germania. Sin decirme nada. No entendía qué pasaba, hasta que llegué a la oficina del comandante de esa estación, me senté y vi en un papel 'Sandra Catalina: violada y asesinada'. Era mi hija. Y yo estaba ahí porque para ellos yo era el culpable", cuenta Vásquez, mientras trata de evitar el llanto.

Sandra Catalina tenía 9 años cuando llegó a la estación de Policía en compañía de Sandra (su mamá), en busca de su papá. En un abrir y cerrar de ojos la pequeña se soltó de la mano de su mamá. Minutos después apareció en un baño de la estación colgada con una cuerda atada a su cuello y con rastros de maltrato sexual.

Los testimonios de tres agentes fueron suficientes para enviar a la cárcel (acusado de homicidio y acceso carnal) a Gustavo. "Esas personas decían que me habían visto en la estación a la hora en que la niña estaba ahí. Era lo único que tenía la Fiscalía en contra mía", cuenta. Pasaron los meses y las pruebas dactilares demostraron que él, como siempre dijo, no estuvo en el lugar de los hechos. Pero no fue suficiente, continuaba en la cárcel. "Sólo hasta que se conoció una grabación en la que se decía que querían hundirme en este caso porque había que culpar a alguien fue que pude quedar libre", dice.

Tiempo después, el nombre de Diego Fernando Valencia Blandón empezó a sonar en el crimen. Muestras de sangre y los residuos de semen encontrados en la ropa interior de la niña fueron enviados a Estados Unidos para que el FBI los analizara. Y no hubo más dudas. Él era el culpable. Y lo confesó. Detalló cómo había ocurrido todo. Se excusó diciendo que no sabía por qué lo había hecho.

"Cuando supe que había un culpable sentí cierto descanso porque ya me dejarían de ver con ojos de sospecha. Pero además sentí dolor. Mucho dolor. A él (Valencia Blandón) lo vi un par de veces, cruzamos palabras. No entendía cómo había hecho eso. Me quitó todo. La vida se la llevó en minutos", asegura.

Y Valencia Blandón fue a la cárcel. Pagó una pena de diez años y fue puesto en libertad. "Así es la justicia, no sé dónde esté. Quisiera no encontrármelo. No podría verlo", dice  Gustavo Vásquez, quien ahora está a la espera del fallo de la segunda demanda. La primera (la que acaba de fallar) era por la muerte de la niña y la que espera que esté próxima a salir es la que tiene que ver con el daño que se le hizo a su buen nombre, cuando fue acusado de haber violado a Sandra Catalina.