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POLíTICA

La trifulca

Los presidentes convirtieron la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores en un cuadrilátero. Crónica de una pelea dizque por la paz.

8 de diciembre de 2007

El presidente Álvaro Uribe llegó cargado de tigre. Intuía quizá que el encuentro de la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores, tradicional escenario para el consenso, sería una medida de fuerza con quienes lo antecedieron y lo critican. No de otra manera se explica que impidiera que las cámaras de la Presidencia tomaran imágenes y fotografías de una reunión que se considera institucional. La crisis con Venezuela generada por la desautorización al presidente Hugo Chávez como mediador para el acuerdo humanitario era el telón de fondo y la razón central de la cita.

Pero el impacto mundial que tuvieron las pruebas de supervivencia de los secuestrados por las Farc y el ambiente internacional creado por la decisión de Francia de no desfallecer en su liberación, se coló pronto en la discusión y fue entonces cuando se armó la trifulca.

El ex presidente Andrés Pastrana, antagonista de la política de seguridad democrática de Uribe, fue uno de los protagonistas. Otro, el ex presidente Ernesto Samper, abanderado de la causa del acuerdo, con experiencia en despejes y otras crisis. Y el tercero, el ex presidente César Gaviria, jefe del opositor Partido Liberal y ex secretario general de la OEA.

El canciller Fernando Araújo y sus antecesores, por tradición anfitriones de esta comisión, se convirtieron en un público aterrado que guardó silencio y permaneció expectante ante la puja de poder desatada y pocas veces vista. Eran cuatro pesos pesados de la política, que han sido honrados con la más alta investidura del Estado, alegando a lengua suelta y sin tapujos sus diferencias en temas de altísima trascendencia para el país.

El rífirrafe

Uribe llegó al salón cuando todos estaban ya sentados, hizo la introducción sobre los temas generales y se detuvo en el litigio con Nicaragua sobre San Andrés. El Presidente sutilmente responsabilizó a Pastrana del éxito o el fracaso de la estrategia que se diseñó para enfrentar la demanda nicaragüense ante la Corte Internacional de la Justicia. Poco a poco, las palabras de Uribe fueron calentando el ánimo de Pastrana. Y enseguida Uribe habló del encontrón con el presidente venezolano, Hugo Chávez.

César Gaviria tomó la palabra y en un tono pausado comenzó a describir la posición de su partido frente a la crisis con Chávez. Decía que era preciso cuidar la relación con Venezuela y que por esto no creía conveniente hablar del expansionismo del gobierno vecino porque era un tema que no le incumbía a Colombia. El presidente Uribe le refutó esa afirmación con el argumento de que tenía que sentar un precedente ante los insultos de su homólogo venezolano.

Pastrana tomó entonces la palabra y advirtió que él y todos sus colegas iban a hablar de los mismos temas dada la situación. Y planteó el punto del acuerdo humanitario. Dijo que el Alto Comisionado de Paz y el mismo Uribe decían de mala fe que los 14 guerrilleros que salieron en el acuerdo que él hizo en 2001, estaban de nuevo en la guerrilla. Y le dijo que a él (Uribe) le había pasado lo mismo con Rodrigo Granda, a quien liberó y está de nuevo en las Farc. Uribe entró en cólera. Y empezó a exaltarse.

Le respondió a Pastrana que él había sido irrespetuoso con el gobierno al hablar de la legalización de narcotraficantes en el proceso con los paramilitares. Este le contestó que no se lo había inventado porque la prueba eran las solicitudes de extradición que pesan sobre los jefes paras.

Uribe seguía con los ojos a Pastrana mientras tomaba con sus manos el espaldar de la silla, como suele hacer siempre que defiende sus tesis. Y volvió al reclamo sobre el tema de narcotráfico. Pastrana saltó entonces y habló del consejero presidencial José Obdulio Gaviria de quien dijo no oír ni leer sus afirmaciones porque era primo hermano y apoderado de su secuestrador, Pablo Escobar.

La tensión iba en aumento y el silencio era sepulcral. Por un momento se pensó que la reunión terminaría allí, pero aún faltaba una buena parte del agarrón.

Pastrana continuó y le expresó a Uribe que si antes las relaciones internacionales de Colombia estaban narcotizadas, ahora estaban farcotizadas por cuenta de los secuestros no resueltos y lo animó a hacer el acuerdo humanitario. Le contó que él tenía la propuesta de propiciar una zona en la que no hubiera presencia de Fuerza Pública para no tener que "despejar". Quién dijo miedo. Uribe arrancó desde lo más alto de su tono de voz y dijo que Pastrana no podía hablar de despejes después de que había dejado al país en manos de la guerrilla y con "más de 60.000 terroristas". Saltó entonces Pastrana y le contradijo la cifra y le recordó que Uribe había ratificado a la cúpula militar que él había dejado. Le recordó que fue él quién logró incluir a las Farc y al ELN en la lista de los grupos terroristas de la Unión Europea y Estados Unidos.

El malestar aumentaba. Pastrana, desbocado, no paraba de mencionar las leyes que habían consagrado su proceso de paz y los alcances del Plan Colombia, y repetía enfático a Uribe que el acuerdo humanitario que él hizo fue producto de las iniciativas de las Fuerzas Militares. A todas estas, los asistentes ya no sabían qué hacer. Una interrupción accidental calmó los ánimos y entonces llegaron las palabras de Samper, para quien también Uribe tenía reservado un par de palazos.

"Presidente, póngase la mano en el corazón. Sesenta días con comunidad internacional, no puede afectar la seguridad democrática, es un imperativo moral y ético sacar a los secuestrados de la selva", le dijo el ex presidente liberal. Uribe, mirándolo de frente, le preguntó si estaba insinuando que él no tenía principios. Samper le interrumpió con una pregunta: si la vida de estas personas no vale nada, ¿en qué estamos?

Uribe empezó a hablar de las pruebas de vida y sobre lo que significaba la foto de Íngrid, su carta y el escenario internacional que éstas produjeron. Le dijo a Samper que si bien las pruebas eran desgarradoras, para él no eran una sorpresa. "¿Ustedes vieron las fotos?", preguntó : ¿Y esperaban otra cosa?". Samper le ripostó que él ni ninguno de los ex presidentes estaba defendiendo a las Farc.

Pero Uribe siguió. Quería dejar claro que para él ya era conocida la crueldad de las Farc. Y por eso sentenció a continuación que él no renunciaba al rescate militar. "Yo los voy a rodear (a los secuestrados) y cuando los tenga, llamo a la comunidad internacional para que las Farc los liberen y se los entreguen", dijo.

La Comisión Asesora de Relaciones Exteriores es considerada un espacio reservado para los consensos sobre los temas de soberanía y seguridad nacional. En esta ocasión se pareció más a una catarsis de unos altos dirigentes a los que el pasado aún persigue. ¿Y Venezuela y Nicaragua, los temas centrales de la reunión? Nadie se acuerda.