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LA ULTIMA OPORTUNIDAD

Las conversaciones de paz en Dayton, Ohio, abren las esperanzas de una paz negociada en la guerra civil de Yugoslavia.

4 de diciembre de 1995

EL ESCENARIO DE LAS CONversaciones de paz entre los protagonistas de la guerra civil de Yugoslavia no puede ser más diciente. No se trata de un hotel de cinco estrellas situado en alguna capital europea, ni los participantes se reúnen en una sala tachonada de candelabros y cubierta por espesas alfombras. Esta vez, el escenario es un sencillo centro de conferencias situado en el interior de una base aérea norteamericana, la Wright-Patterson, lugar en el que se hospedan en la poco excitante localidad de Dayton, Ohio.
Los presidentes Franjo Tudjman, de Croacia, Alija Izetbegovic, de Bosnia-Herzegovina y Slobodan Milosevic, de la actual Yugoslavia (predominantemente serbia) parecían el miércoles más un grupo en trance de entrar en retiros espirituales que de negociar el final de un conflicto potencialmente capaz de incendiar a toda Europa. Porque ese ambiente espartano y casi monacal parece ser el más apropiado para que se reúnan los responsables de una guerra que ha causado más de 250.000 muertos en tres años de combate. Un conflicto en el que, con mayor o menor grado, todos han tenido su responsabilidad, movidos por la ambición personal, la intolerancia religiosa o el odio puro y simple.
Lo cierto es que, sin demeritar al mediador estadounidense William Holbrooke, verdadero arquitecto de las conversaciones, la situación de la guerra nunca fue tan propicia como ahora. El proceso que llevó a la actual situación político-militar se inicio con las denuncias hechas por la embajadora Madeleine Albright ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas sobre las atrocidades cometidas por los serbio-bosnios en julio después de tomar el enclave de Sbrenica, declarado zona de exclusión por la ONU. Albright probó con fotografías de satélite y con testimonios la forma como las tropas del 'presidente' de la 'República Serbia de Bosnia' Radovan Karadzic y su general Ratko Mladic (ausentes de las conversaciones por ser acusados de criminales de guerra) asesinaron en dos días y en forma sistemática a 6.000 musulmanes de edad militar.
Esa masacre tuvo el efecto de demostrar que la actitud de la ONU y la Organización del Tratado del Atlántico Norte -Otan- había sido demasiado complaciente con los serbio-bosnios, y que en esas condiciones nunca se llegaría a la paz. Por eso, cuando en septiembre el general Mladic rehusó retirar los cañones con que había masacrado a los ciudadanos de Sarajevo, se encontró con una nueva actitud de la Otan, que no dudó en bombardear inmisericordemente sus posiciones. Esos ataques, y la ofensiva conjunta de croatas y bosnios musulmanes en Krajina -que privó a los serbio-bosnios de buena parte de sus conquistas- convencieron a éstos de aceptar las conversaciones de paz, bajo la presión adicional de Milosevic, su antiguo mentor, quien a su turno espera que las conversaciones logren el efecto de levantar el embargo comercial que castiga a lo que queda de Yugoslavia precisamente por ese apoyo. La nueva situación militar divide a Bosnia en porciones similares a las que plantea el plan de paz norteamericano. Según éste, Bosnia sería un estado unitario compuesto por la federación (mayoritariamente musulmana) y la 'República serbia de Bosnia', que controlarían el 51 y el 49 por ciento del territorio, respectivamente. Al final del proceso, Bosnia sería gobernada por un parlamento conjunto, dos tercios del cual se elegirían en la zona musulmana y el resto en la serbia. La presidencia sería colegiada, con dos tercios de la federación y el resto de los serbios, y sujeta a un sistema de arbitraje de las decisiones "destructivas de un interés vital de alguna de las partes" que estaría a cargo del Parlamento.
Pero para que esos planteamientos generales lleguen a concretarse, habrá que superar numerosos escollos. El primero es el destino de la capital, Sarajevo, que los serbios quieren dividida y los musulmanes compartida. Los croatas quieren recuperar, a las buenas o a las malas, la región de Eslavonia oriental, en manos de los serbio-bosnios. Y éstos quieren ampliar el corredor de Posavina, que comunica las dos partes principales de sus territorios.
Todo ello conforma un coctel muy difícil de manejar, pero Holbrooke tiene confianza en que el objetivo de la paz sigue lejos, pero ya no es totalmente imposible. Entre tanto la población, verdadera víctima de la guerra, cruza los dedos.