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La universitaria

¿Cómo una joven destacada, deportista y con un futuro promisorio en medicina termina sindicada de concierto para delinquir y terrorismo?

17 de marzo de 2003

Las amigas de colegio de Diana Milena Guevara, la joven estudiante de medicina, de 22 años, a quien la Fiscalía sindica de ser una de las responsables materiales de los atentados del martes de la semana pasada contra Transmilenio, están confundidas. No entienden cómo es posible que la misma persona que hace unas semanas las hizo reír a carcajadas durante un apacible baby shower sea la misma que el martes dejó cinco bombas incendiarias en igual número de buses.

Uno de estos artefactos consumió uno de estos vehículos articulados en la estación de la calle 116 con autopista, en el norte de Bogotá. A este grupo de amigas no les cabe en la cabeza que la siempre alegre y risueña Diana que ellas conocieron, la que en el último año de colegio el único llamado de atención que recibió fue por hablar mucho en clase, haya sido capaz de cometer un acto terrorista de esta naturaleza. Las palabras de una de ellas, en las que se adivina una mezcla de incredulidad y tristeza, reflejan el pensamiento de todas: "Diana es una persona muy linda, muy amigable. Siempre hacía el bien. Me extraña muchísimo esto. No puedo creer que sea cierto". No menos sorprendidos están sus compañeros y profesores de la facultad de medicina de la Universidad Nacional. Diana estaba en noveno semestre de esta carrera y, según el decano, Rodrigo Díaz Llano, tenía un promedio de cuatro. Por eso no es raro que una de sus compañeras del grupo de teoría de cirugía general la defina como una estudiante 'pila'. ¿Cómo fue entonces que una joven de clase media, hija de un ingeniero civil y una sicóloga que trabajaba en enfermería, con tres hermanos profesionales, alumna destacada y deportista consagrada, con un brillante futuro por delante, terminara sindicada de concierto para delinquir, terrorismo, incendio y daño en bien ajeno?

El hombre clave

El año pasado, durante una de las tantas pedreas que se presentan en la Universidad Nacional -la más reciente tuvo lugar el mismo día que los atentados a Transmilenio-, Diana se quedó mirando a prudente distancia dentro del campus la refriega entre los encapuchados y la Policía Antimotines. Era lo mismo de siempre. Los primeros gritaban arengas y lanzaban piedras y papas explosivas contra los segundos. Estos, a su vez, se protegían con sus escudos de fibra de vidrio y respondían a la agresión con gases lacrimógenos y chorros de agua a presión. Cuando Diana estaba de espectadora de este toma y dame se le acercó una mujer y comenzó a hablarle. Nada serio. Simples comentarios intrascendentes sobre lo que estaba sucediendo ante sus ojos. Tiempo después, según el relato que le hizo la joven estudiante a la Policía y la Fiscalía, volvió a verse con esta mujer y hablaron de temas políticos. En el tercer encuentro la recién conocida le presentó un amigo a Diana. Ella lo describió como un hombre joven, bien plantado y culto, que se presentó sólo como 'Julián'. A partir de ese instante la mujer que los puso en contacto desapareció y Diana quedó en manos de este personaje.

Con él comenzó a discutir sobre la situación del país y la guerrilla, según la policía en el testimonio dado por la joven tras su captura. También le ayudó a repartir panfletos y le aceptó la invitación a participar en reuniones políticas. Eran encuentros cortos de entre cuatro y seis personas, no siempre las mismas, a las que llegaba siguiendo siempre las indicaciones de 'Julián'. Por lo general él la llamaba y le comunicaba el lugar de reunión o le mandaba la razón por medio de otra persona. En ocasiones la esperaba en algún café, en los que solían encontrarse, en los alrededores de la universidad. Cuando 'Julián' sintió que existía la suficiente confianza le contó a Diana que él era el jefe del Movimiento Bolivariano de las Farc y le aclaró que no tenía nada que ver con las milicias de esa organización guerrillera, según la misma confesión hecha a la policía. Que hacía parte del brazo político de las Farc. La estudiante guardó este secreto y las apariencias muy bien.

En el baby shower en el que participó hace unas semanas se mostró tal cual la recordaban sus amigas con las que se graduó en 1997: animada y alegre. Lo único que tenía diferente era el pelo, pues se lo había cortado. De resto era la misma joven que se destacaba en matemáticas y biología, no tanto en inglés, y a la que le gustaba patinar y jugar baloncesto. Deportes que cambió en la universidad por el rugby. Esa noche, ante los ojos de las compañeras con las que compartió su adolescencia, Diana fue la misma niña de la que sus profesores escribieron en el observador del alumno del colegio que tenía un buen comportamiento y una buena actitud.

Prueba de fuego

A finales de enero de este año Diana ingresó a noveno semestre de medicina. En este punto de la carrera los más de 150 aspirantes a médicos son divididos en dos grupos, que a mitad del semestre se intercambian. Unos comienzan a estudiar especialidades quirúrgicas y los otros cirugía general. Estos últimos se subdividen a su vez entre los que ven práctica y los que ven teoría. Diana estaba en éste. Sus clases comenzaban, según el decano de la facultad, a las 7 de la mañana, podían prolongarse hasta mediodía y la tarde podía repartirse entre seminarios de profundización o la pasantía en los hospitales con los que la universidad tiene acuerdos. El martes de la semana pasada Diana salió de clase antes de mediodía. Dijo que tenía una cita inaplazable. Minutos después, según el relato que hizo ante las autoridades, se encontró en una cafetería de la calle 45 con carrera 13 con Gladys Rocío Cárdenas, otra estudiante de noveno semestre de medicina, de 24 años; con 'Julián' y con una mujer desconocida. Estos dos traían botellas de gaseosa en la mano. 'Julián' les dijo que esas eran bombas panfletarias, que tenían que dejarlas en Transmilenio, que no iban a causar ningún daño. Para activar el azufre que contenían las botellas lo único que tenían que hacer era añadirles una sustancia ácida que estaba camuflada en unos paquetes de papas. Estos elementos, al mezclarse, producían una rápida combustión.

Diana y Gladys se montaron en cinco autobuses diferentes. La Policía dice que una de las dos activaba las bombas cerca de la sección articulada del bus, que por ser de caucho es la parte más inflamable del automotor. En cuatro vehículos los pasajeros apagaron el fuego, en el quinto sus ocupantes tuvieron sólo 22 segundos para escapar de las llamas. Minutos más tarde un policía bachiller que estaba de guardia en la estación de Trasmilenio de la calle 140 con autopista fue advertido por la gente de que Diana y Gladys eran las responsables del incendio. El auxiliar capturó a una: Diana Milena Guevara. La joven fue llevada a las instalaciones de la Sijin y contó todo lo que había sucedido. Fue muy colaboradora. Su relato permitió que fuera allanada esa misma noche una vivienda en el barrio La Alquería-La Fragua, al sur de Bogotá, donde las autoridades capturaron a Gladys Rocío. Ninguna tenía antecedentes. Al día siguiente ambas fueron presentadas por la Policía a los medios de comunicación. Diana apareció cabizbaja y esposada ante las cámaras de televisión, vestida con un buzo blanco y un jean azul. Una compañera de colegio que vio la escena pensó que la joven de la imagen era muy parecida a Diana Milena pero le dijo a SEMANA, "nunca se me pasó por la cabeza que fuera ella".

Estrategia de las Farc

Para las autoridades el caso de las dos estudiantes es preocupante porque confirma la sofisticada manera como las Farc vienen infiltrando las áreas urbanas. Antes la guerrilla destinaba para trabajos en las grandes ciudades sólo a grupos de milicianos. Estos eran integrados, por lo general, por personas de otras regiones, de extracción muy humilde, que no ocultaban su simpatía con las ideas subversivas. Su apoyo eran estudiantes universitarios que repartían panfletos, participaban en las pedreas y los más osados prestaban sus casas para guardar material o permitir que algún guerrillero uniformado se escondiera. "En realidad las labores de la mayoría de los estudiantes podrían tildarse como de apoyo marginal. Difícilmente alguno de estos universitarios pasaba a realizar labores violentas que implicaran acciones operativas o militares", sostiene un alto oficial de inteligencia de la Policía que conversó con SEMANA. Esto cambió (ver recuadro). Ahora la guerrilla utiliza como reclutadores a miembros de la organización que no tienen el perfil clásico de milicianos. "Son hombres y mujeres jóvenes, de muy buen aspecto físico y un nivel cultural elevado. Son personas que pueden desempeñarse muy bien en cualquier situación", dice la misma fuente. Estas características logran vencer lo que se denomina la etapa de resistencia por parte de la potencial víctima. Tal y como lo hizo 'Julián' con Diana Milena.

Estos nuevos reclutadores escogen, a su vez, personas de un perfil del cual difícilmente sospecharían las autoridades. Personas que no despiertan sospechas entre sus compañeros, profesores o familiares. Que entran sin despertar sospechas a una estación de Transmilenio y dejan una bomba incendiaria sin mayor problema. Que pueden llevar a cabo operaciones muy económicas, estas bombas artesanales no requieren un presupuesto muy alto para su elaboración, con grandes 'beneficios' en términos de impacto terrorista para las Farc. Y que pueden ser 'quemadas', es decir, que si son capturadas no pueden delatar a más integrantes y su 'pérdida' no supone ningún riesgo para las verdaderas estructuras operativas urbanas de las Farc.

Por ingenuidad o por inocencia Diana Milena cayó en este juego siniestro. Ahora tiene que enfrentar las consecuencias de lo que hizo en el contexto de una férrea lucha antiterrorista. La acción que en mala hora se decidió a ejecutar y que le borró la sonrisa del rostro, la que tenía cuando le tomaron la foto del anuario del colegio. Y con la que se preparaba entonces a enfrentar un futuro promisorio que estaba orientado a salvar vidas y no a ponerlas en peligro.