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LAS ENCUESTAS AL BANQUILLO

¿Qué tan bien les fue a los sondeos de opinión en las pasadas elecciones?

2 de diciembre de 1991

POR REGLA GENERAL, después de elecciones lo primero que se hace es un balance de los candidatos. A ello le sigue un balance de otros que se juegan la credibilidad en cada elección: los encuestadores. En el caso de las elecciones del 27 de octubre, las proyecciones de RCN y de Caracol fueron la fuente de información para el pais. Las firmas que llevaron a cabo estas encuestas son el Centro Nacional de Consultoria (dirigida por Carlos Lemoine) y Sundheim Consultores Asociados (dirigida por Fabiola Sundheim).

Los pronósticos hechos por ambas firmas han sido hasta ahora objeto de diversas interpretaciones y, confrontados contra los resultados reales de las elecciones, ninguno resultó de cinco aclamado. Aunque las dos acertaron en la equivalencia de fuerzas de la lista del M-l9 y la de Andrés Pastrana, ambas firmas otorgaron 50 por ciento más de la votación real que obtuvieron estos movimientos. Mientras el C.N.C estimaba que Vera Grabe obtendría el 15.7 de la votación, y Sundheim proyectaba el 17.1 para esta lista, los resultados finales resultaron estar bastante por debajo de estas estimaciones. El M-l9 obtuvo solamente el 8.3 por ciento de los votos.

Hubo también algunos errores en el orden de los ganadores dentro del liberalismo, como la sobrestimación de la fuerza de Fuad Char o de Santofimio, pero en términos generales, de los candidatos que aparecían de punteros en las encuestas, por lo menos 15 quedaron dentro de los primeros 20. Los dos sondeos acertaron en el cálculo de la fuerza de Enrique Gómez Hurtado con precisión matemática. Ambos pronosticaron el fenómeno de Alberto Montoya Puyana, aunque la encuesta de R.C.N en forma un poco exagerada. Igualmente, las dos firmas predecían que el liberalismo se quedaría con la mitad del Congreso, aunque en realidad resultó siendo el 56 por ciento.

En todo caso, muchos interpretaron los márgenes de error de las encuestas como una prueba más de la poca validez de los sondeos de opinión en el campo de la política. Pero, contrariamente a lo que podría pensarse, en este caso lo que está en cuestión no es la credibilidad de firmas serias y reconocidas en el campo de las encuestas, sino la naturaleza misma de los comicios y las circunstancias en las cuales se realizaron los sondeos de intención de voto. El Instituto de Opinión Nacional, bajo la dirección de Napoleón Franco, realizó un estudio que, a diferencia de otros no pretendía estimar la popularidad de un candidato determinado, sino que buscaba medir el margen de error y las dificultades para hacer proyecciones en estas elecciones. Los resultados hablan por sí solos: cualquier pronóstico tenía altísimas probabilidades de resultar errado, pues ocho días antes de la votación, el 28 por ciento de los encuestados aún estaba indeciso, mientras que el 21 por ciento tomó una determinación 48 horas antes de votar. Así las cosas, no es de sorprenderse que el Instituto de Opinión Nacional haya tomado la decisión de no hacer ningún pronóstico, y se explica que el margen de error de las encuestas presentadas haya sido tan alto. Con casi 50 por ciento del electorado indeciso, no hay encuesta que valga.

Un 50 por ciento de votantes indecisos pueden cambiar las cifras absolutas, pero no las tendencias. A pesar de que en esas condiciones era altamente probable que cualquier pronóstico exacto fallara, en lo que no se equivocaron las firmas de sondeo de opinión fue en las grandes inclinaciones del electorado, y guste o no guste las encuestas son realizadas gracias, a métodos científicos reconocidos universalmente. Mientras la muestra de encuestados sea representativa en número de personas, en composición socioeconómica y en distribución regional, las proyecciones realizadas tienen un margen de error muy estrecho y pueden considerarse de gran fiabilidad.

Desde 1936, año en el cual comenzaron a utilizarse las encuestas electorales en los Estados Unidos, el récord de acierto sobre quién gana las elecciones presidenciales se acerca al 100 por ciento. Solamente se han equivocado dos veces, en 1948, cuando los pronósticos favorecían a Thomas Dewey sobre el demócrata Harry Truman. Truman triunfó sobre Dewey pero ni siquiera en ese caso hubo error estadístico: el escaso número de votos por el cual Truman se hizo reelegir estaba contemplado dentro del margen de error calculado por los propios encuestadores.
El episodio dio pie para uno de los mayores