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LAS MIL Y UNA CRUCES

En poco más de tres décadas, siete presidentes han otorgado más de un millar de veces la Cruz de Boyacá. SEMANA analiza la lista.

1 de noviembre de 1993

DESDE QUE LA SELECCION Colombia recibió de manos del presidente César Gaviria la Cruz de Boyacá, la condecoración se ha vuelto objeto de toda clase de críticas y controversias. La distinción otorgada al seleccionado nacional no solamente hizo que la opinión se preguntara qué honor quedaría si el equipo llegara a ganar la Copa Mundial en 1994, sino que puso en entredicho el prestigio de lo que, hasta hace poco, los colombianos percibían como una distinción excepcional.
Si bien el entusiasmo nacional tras la goleada al equipo argentino fue infinito, lo cierto es que la Cruz, que siempre había sido vista como un símbolo de distinción académica, artística y diplomática, se convirtió en un galardón que, hoy por hoy, muchos califican de desprestigiado común. Pero en realidad, ni la orden se ha convertido en una distinción tan frecuente como parece, ni la condecoración al equipo de futbol es algo tan excepcional como se alcanzó a creer en su momento. No solamente esta no es la primera vez que un deportista es galardonado con la Cruz -también la han recibido Lucho Herrera y la atleta Ximena Restrepo- sino que, además, el gobierno Gaviria está lejos de haber sido el que más condecoraciones ha otorgado.
LA HISTORIA
Lo cierto es que, aunque la condecoración de la Selección Colombia pareció algo insólita en su momento, la historia de la Cruz de Boyacá está llena de anécdotas similares en las cuales lo que está reflejado no es otra cosa que la propia historia de Colombia.
La creación de la Orden se remonta a los primeros días de vida republicana, cuando, tras el triunfo de las tropas patriotas en la Batalla de Boyacá, la Asamblea de Notables de Santa Fe -que en ese entonces hacía las veces de Congreso- decidió premiar a quienes habían participado en las batallas que culminaron en la Independencia. Para distinguir a la oficialidad y a los soldados, las autoridades civiles y eclesiásticas de la naciente república determinaron que desde los generales hasta el último de los soldados llevarían al pecho una cruz, con el mote "Boyacá", pendiente de una cinta verde. Así pues, el 18 de septiembre de 1819 fueron condecorados con esta primera distinción el Libertador, los generales y sus tropas. A Simón Bolívar y al alto mando les fue entregada la Cruz de la Orden de Boyacá con incrustaciones de piedras preciosas. A los oficiales se les distinguió con la cruz de oro y a los soldados con una labrada en plata. Pocos meses después, en enero de 1820, el Congreso de Angostura aprobó definitivamente la creación de la Orden de Boyacá.
Cien años más tarde, para conmemorar el centenario de la batalla, el presidente Marco Fidel Suárez concedió la Cruz de Boyacá a todos los oficiales del Ejército. Poco después, en 1922, el presidente Jorge Holguín Mallarino extendió la condecoración a los diplomáticos y militares de países extranjeros para corresponder a las distinciones hechas a los ministros colombianos en el exterior. Sin embargo, no fue sino hasta el gobierno de Miguel Abadía que esta se convirtió en una Orden Civil y Militar con estatutos propios. Y aunque han sido varios los gobernantes que, como Alfonso López, Roberto Urdaneta y el general Rojas Pinilla -que han modifieado de un modo u otro la distinción-, se trata, en definitiva, de la más antigua y más importante condecoración que otorga el Gobierno colombiano.
NI TANTAS NI TAN POCAS
Si bien por ausencia de datos precisos y por dificultades de archivo no existe un dato exacto acerca de la cantidad de cruces que han sido entregadas en los 174 años de vida republicana, los cálculos más conservadores permitirían establecer que han sido más de dos mil los colombianos distinguidos con la orden. Y aunque a primera vista la cifra podría parecer elevada para tratarse de un honor excepcional, lo cierto es que, en vista del promedio de los últimos siete gobiernos que asciende a 41 condecoraciones por año no es absurdo pensar que anualmente hayan sido entregadas 11 condecoraciones desde los inicios de la República. Dada la elevada cifra, tampoco es de sorprenderse que la Orden haya sido entregada a personajes tan disímiles como el mariscal Tito, la Virgen de Chiquinquirá, el escritor Ernesto Sábato, la educadora Ana Restrepo del Corral, al Icetex, el príncipe Felipe de Asturias, el sha de Irán, el general Miguel Maza Márquez, el presentador de televisión Carlos Pinzón, el millonario David Rockefeller, el científico Rodolfo Llinás o algunos presidentes cuya honra ha sido puesta en entredicho, como lo son Alan García, Fernando Collor de Mello o el general Noriega.
De hecho, para evitar que la distinción cubra de honores similares a jefes de Estado y a personajes de la televisión, en la Orden de Boyacá se han establecido varias categorías. La máxima distinción, el Gran Collar, se reserva a presidentes, ex jefes de Estado y a los reyes. En orden de importancia le sigue la Gran Cruz Extraordinaria, otorgada a vicepresidentes y cardenales, y luego la Gran Cruz, que se otorga a los Ministros de Estado y a personajes con rango de Embajador. A este título la han recibido los industriales Carlos Ardila Lülle y Pedro Gómez Barrero. El grado de Gran Oficial, otorgada a los altos mandos militares, a cónsules, científicos destacados y presidentes de compañías, lo han recibido el oftalmólogo Ignacio Barraquer, el científico Jorge Reynolds y el académico Malcolm Deas. Le sigue la Cruz de Plata, entregada únicamente a instituciones como Unicef, la Cámara de Comercio de Bogotá, el Country Club o el DAS. Finalmente, los grados de Comendador, Caballero y Oficial han sido creados para premiar a quienes hayan realizado una labor extraordinaria. A este título han recibido la distinción el ciclista Lucho Herrera, la periodista Diana Turbay y Francisco Morris Ordónez. Si son muchas las personas que han recibido esta condecoración desde su creación, sólo se conocen dos casos en los cuales se han dado el lujo de rechazarla. El primero de ellos fue el hombre de negocios Carlos Pérez Norzagaray, quien, por su amistad con el hombre fuerte de Panamá, Omar Torrijos, tuvo un papel protagónico en la negociación del Tratado de Montería. La intervención de Pérez, que fue fundamental para que Panamá y Estados Unidos sellaran un acuerdo final sobre el canal, le valió al industrial el ofrecimiento de la Cruz de Boyacá. Sin embargo, por cuenta de un desagradable cruce de palabras entre los jefes políticos del momento, Carlos Pérez, que había actuado oficiosa y no oficialmente, prefirió rechazar, a pesar de las insistencia, la condecoración.
El segundo personaje que declinó el honor de ser condecorado fue Gabriel García Marquez. Las primeras declaraciones del novelista, luego de haber recibido el Premio Nobel y de habérsele ofrecido la Orden, hicieron comprender que ésta había sido creada para los héroes, y que él no era, ni mucho menos un héroe. Posteriormente, y abrumado por la avalancha de distinciones, premios y títulos hnoris causa que le eran ofrecidos, García Márquez decidió rechazar sistemáticamente todos los honores que le propusieran. Así pues, no sólo ha rehusado aceptar condecoraciones y premios, sino que igualmente renunció a un doctorado de la Universidad de Harvard.
LA EVOLUCION
Pero aún más curioso que las anécdotas que han rodeado a la Orden de Boyacá, es la evolución que ésta ha tenido en los ultimos 35 años. Desde la época de Carlos Lleras, el presidente que más cruces de Boyacá otorgó fue Misael Pastrana, con 279. Le siguen Lleras, con 254; Julio César Turbay, con 214, y Alfonso López, con 168. Dentro de los que menos han otorgado distinciones se encuentran, con igual número de cruces concedidas, los gobiernos de Belisario Betancur y César Gaviria, que hasta el momento ha otorgado 88. Finalmente, el gobierno más parco en cuanto a honores se refiere fue, sin duda alguna, el de Virgilio Barco, con tan solo 42 condecoraciones .
Y por más que la proliferación de cruces de Boyacá concedidas en el último año ha llevado a muchos a creer que han perdido su prestigio y se han popularizado -hasta tal punto que muchos bromean con el asunto argumentando que ya son más las personas que tienen Cruz de Boyacá que las que no la tienen-, lo cierto es que la tendencia es, precisamente, la contraria. En todo caso, si se comparan los últimos siete gobiernos y las 1.133 distinciones que han conferido, la administración Gaviria dista, por mucho, de haberse excedido en las distinciones otorgadas.