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Aspecto de la plenaria del miércoles 9 de abril, cuando los parlamentarios iban a discutir qué hacer con ellos mismos. Al final, quedaron sólo 10, por lo que la sesión fracasó

POLÍTICA

Las sillas vacÍas

El escándalo va en aumento. La semana pasada fueron detenidos más congresistas y ya son 30 los parlamentarios tras las rejas. Crónica de SEMANA en el corazón de un Legislativo herido por la para-política.

12 de abril de 2008

Los agentes del CTI llegaron al Capitolio en dos carros que estacionaron en la carrera séptima ante la mirada de sorpresa de un enjambre de escoltas que cuidan esta joya de piedra de cantera. Además de su belleza arquitectónica, el edificio es el nervio de la vida política nacional: en su bloque central está el Salón Elíptico donde sesiona en pleno el Congreso y donde se da posesión al Presidente de la República. Atrás, sin embargo, quedaron los días en que trabajar aquí despertaba envidia. Hoy las capturas de parlamentarios son el pan de cada día en una cadena tan insólita como ese martes 8 de abril cuando la justicia llegó hasta allí en un hecho que provocó el nerviosismo general. El senador Habib Merheg se persignó, sacó sus pastillas de Lomotil que suele tomar cada vez que corre el rumor de una nueva detención y le pidió a uno de sus asesores averiguar por quién venían.

Con la frente en alto y la voz firme, el senador antioqueño Luis Humberto Builes, del partido Cambio Radical, bajó las escalinatas y les preguntó a los agentes: "¿Me van a llevar a mí?". Lo subieron a una de las patrullas que se marchó entre el caótico tránsito bogotano de las 3 de la tarde. Mientras a los demás congresistas les volvía el alma al cuerpo, Builes aceptaba con cinismo su nueva condición: "Me voy para La Picota de vacaciones. Estoy feliz".

En efecto, en este sitio de reclusión pasan los días algunos de los 30 congresistas detenidos por haber trabado alianzas con los paramilitares para consolidar su proyecto político. Y se está a la espera de cuántos más llegarán de los otros 21 vinculados a los procesos que siguen la Corte Suprema y la Fiscalía. Esto es, 51 legisladores sindicados de delitos de extrema gravedad pues se trata de pactos con autores de crímenes de lesa humanidad. En el caso de Builes se le investiga por sus relaciones con el 'Alemán', uno de los jefes paras que a sangre y fuego impuso su reinado en Urabá.

Con la detención de Builes sus asesores quedaron en el aire. "¿Ahora qué hacemos"? Algunos eran parte del grupo de su antecesor, el también legislador paisa Rubén Darío Quintero, detenido días atrás. En otros casos, la mayoría de colaboradores se queda sin trabajo. Generalmente lo conserva la secretaria, pues el parlamentario que se va le pide a su reemplazo guardarle el puesto para que atienda sus asuntos.

Entre tanto, en las demás oficinas trataron de volver a la rutina. Es martes y como tal, hay plenaria. Sin embargo, con semejante hecho, sólo asisten unos cuantos. Nadie habla de proyectos ni leyes. El balance es deplorable. En la legislatura que va del 20 de julio al 20 de junio se han aprobado apenas 32 proyectos de ley: 28 en 2007 y cuatro en este año que incluyó unas desérticas sesiones extraordinarias. De este paquete se destacan la ley por la cual se regula la cuota de compensación militar y la Ley General de Cultura. Nada más. La reforma política salta al orden del día cada vez que hay una detención, como ocurrió la semana pasada cuando se escucharon voces que dijeron que este era el salvavidas para evitar morir ahogados por el escándalo.

Por si fuera poco, algunos de los senadores más notables parecen sitiados por la edad. Se trata de una vieja guardia que con sus decisiones escribió jornadas históricas en el Parlamento y en estas horas amargas que vive el Congreso están en el olvido. Víctor Renán Barco, Roberto Gerlein, Hugo Serrano y Gabriel Acosta Bendeck, entre otros, algunos de los cuales rondan los 80 años, y a pesar de que se les ve con frecuencia adormilados en sus curules, en esta tempestad sólo se oye hablar de ellos por sus problemas de salud. Hace unos días, Hugo Serrano llamó la atención porque se sofocó y se le cortó la respiración. "Casi se nos muere aquí", cuenta uno de los congresistas que acudió en su auxilio.

De las pocas personas que por estos días trabajan febrilmente aquí son las señoras del servicio de aseo, pues apenas la semana pasada se cumplieron los engorrosos trámites de la contratación. Doña Dora Acevedo dice que en sus tiempos de aseadora hacía rato no le tocaba desinfectar unos baños tan sucios. Durante semanas nadie prestó este servicio, por lo que el edificio se había convertido literalmente en una inmundicia. Era como un viejo cascarón devorado por el abandono.

El interior de cada una de las oficinas de los congresistas lucía más o menos presentable pero porque los mismos congresistas y asesores se turnaban las tareas de limpieza. Es tal la desazón en el Congreso, que en casi ningun despacho hay un vaso de agua y ni siquiera un tinto. Muchos de los parlamentarios llegan con sus botellitas de agua. La deficiencia administrativa es notoria en asuntos de elemental tecnología. "Hace rato que se me dañó la Internet", dice un congresista. "La fotocopiadora sacó la mano", dice otro.

"El abandono es general. Es como un equipo de fútbol que va perdiendo 9 -0 y entonces se dedica a quemar tiempo para que no le metan otro gol, con la resignación de no tener opciones de darle vuelta al marcador", explica el representante liberal Guillermo Rivera. A pesar de su juventud y entusiasmo, reconoce que no ve una solución para salir del problema. "Aquí no hay futuro", sentencia.

Algunos creen que la reforma política es un buen salvavidas. En lo que se considera un avance, el jueves se acordó que los partidos pierdan la curul del congresista que sea condenado. Hasta ahora sólo hay cinco condenas, pero en caso de que se concretaran otras, cambiaría el mapa político del país. Por ejemplo, Germán Vargas, el líder de Cambio Radical, ha sufrido en las dos últimas semanas golpes demoledores. Su movimiento eligió 19 parlamentarios, lo que lo convirtió en una de las fuerzas más poderosas del Congreso y en un abrir y cerrar de ojos ya le han metido siete a la cárcel. Por lo pronto, la gran mayoría de parlamentarios alega su inocencia.

"¿Usted cree que son culpables?". "Conozco sus voces y creo que hasta que no se les demuestre lo contrario, son inocentes", dice Álvaro Forero Sánchez, el jefe de grabación del Congreso, uno de los empleados más antiguos. En 45 años de trabajo ha archivado las voces de cerca de 5.000 personas en el Capitolio. y cuenta que nunca antes como ahora el Congreso ha vivido días tan difíciles. Añora los tiempos en que los grandes juglares de la política se batían en auténticos duelos verbales. "¡Cómo olvidar por ejemplo esa batalla dialéctica del debate entre Alberto Santofimio y Luis Carlos Galán!". Hoy no hay argumento, sino acusación judicial: "Paramilitar", "guerrillero vestido de civil", "Usted va a hacer que me maten".

Sea cual sea su condición, la mayoría hoy se siente contra la pared. A los que no se los va a llevar la para-política, los intimida la revocatoria del mandato. "No se puede pensar que por una euforia de unos medios y algunos congresistas, se quiera revocar el Congreso. A mí no me pueden quitar mi curul si yo no he hecho nada malo", dice el uribista y miembro del partido de La U Jorge Visbal.

Este Congreso está herido de muerte y nada parece poder salvarlo. Si se mira la hoja de asistencias, eso es cierto. La plenaria del pasado martes fue afectada por la detención de Builes y la del miércoles, en la que se debía discutir qué salidas darle a semejante problema, terminó con apenas 10 senadores. "Esta sesión ha fracasado. Aquí no está el Senado de la República. Una parte del Senado está en la cárcel, otra parte está acostada descansando, paseando o esperando el momento de la captura. Habrá que hacer las plenarias en La Picota", sentenció el senador Gustavo Petro.

Y es que las sillas vacías están en la mayoría de las fotografías de los últimos días en el Congreso. Por ejemplo, en la comisión primera del Senado, que por su categoría es la más importante, el promedio de asistencia es de cinco parlamentarios, a pesar de que la integran 19. La comisión cuarta no sesiona porque su presidente, el uribista David Char Navas, dedica su mejor tiempo a defenderse de las acusaciones por sus nexos con el paramilitar 'Jorge 40'.

Y si en las comisiones hay ausencias, en las plenarias el porcentaje de deserciones llega siempre al 50 por ciento. Sin embargo, hay dos grupos que insisten en hacer aportes. Uno de ellos está integrado por Armando Benedetti, Marta Lucía Ramírez, Gina Parody, Gustavo Petro, Parmenio Cuéllar, Jorge Robledo, Cecilia López, Juan Manuel Galán, Camilo Sánchez, entre otros. A pesar de sus diferencias ideológicas, se encuentran y conversan hasta que los coge la medianoche, cuando salen entre las penumbras del edificio. Similar actividad cumplen Óscar Darío Pérez, de Equipo Colombia; Alfonso Núñez Lapeira, conservador, y Elsa Gladys Cifuentes, de Cambio Radical, aunque ellos no son tan mediáticos.

Estos dos grupos de congresistas simbolizan los últimos marinos que abandonan el barco que naufraga en el diluvio. Los viejos caciques recuerdan que ni siquiera en los tiempos del proceso 8.000 ni antes, cuando se les revocó el mandato por cuenta de la Constitución de 1991, se vivieron días tan áciagos. El pastor Enrique Gómez, quien asumió hace unos días la curul maldita dejada, primero, por Dieb Maloof, luego por Vicente Blel y ahora por Jorge Castro Pacheco, todos señalados de nexos con los paramilitares, cree tener la solución: "Aquí hay que rezar y traer a Dios para que salve esto". Es la manera de acabar, según él, con el cisma provocado por quienes pactaron con el diablo.