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LAS TRES GUERRAS DE MEDELLIN

Cada vez más lejos la luz al otro lado del túnel en la capital antioqueña.

1 de abril de 1991

Al filo de la media noche los jóvenes de las comunas nororientales de Medellín tienen una cita con la muerte. A esa hora, en las polvorientas calles de uno de los sectores más populosos del valle del Aburrá, hacen su aparición los escuadrones de la muerte. En lo que va corrido de este año 1.200 jóvenes, entre los 12 y 18 años, han sido asesinados por hombres encapuchados que portaban armas de corto y largo alcances y que se movilizaban en camperos con vidrios oscuros y sin placas. La última masacre, de las 13 que han ocurrido en Medellín, tuvo lugar el martes de la semana pasada. En el barrio La Floresta fueron sacados a empellones de sus casas siete muchachos que luego fueron fusilados ante los ojos de sus propias familias. Ese mismo día, a las 6:00 de la tarde, nueve jóvenes que departían a la orilla de una piscina del conjunto residencial Tricentenario, corrieron la misma suerte. Fueron acribillados por un grupo de hombres encapuchados que se movilizaban en un automóvil y que después de accionar sus armas desaparecieron entre el pesado tráfico que a esa hora se desplazaba por la avenida del río Medellín.

Cuando se pensaba que la guerra que ha vivido Medellín en los últimos años podría estar llegando a su fin, la ciudad fue sacudida por una bomba que estalló en las inmediaciones de la plaza de toros La Macarena, el sábado 18 de febrero, dejando 31 personas muertas, entre ellas nueve miembros de la Policía Metropolitana. Este atentado fue el comienzo de una cadena de barbarie que se suma a los cinco años de terrorismo que hoy tiene a la ciudad en una nueva encrucijada. De acuerdo con estadísticas de la Alcaldía de Medellín, en esos cinco años cerca de 23 mil personas han muerto en hechos violentos. Una cifra que de por sí habla de la magnitud del problema que hoy tiene la capital de Antioquia. No se ve cuál es la autoridad que asumirá el liderazgo y enfrente ese enemigo de mil cabezas.