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“la gratuidad en la educación superior no es un problema de recursos sino de voluntad”

EN PLATA BLANCA

"Le tenemos una profunda desconfianza al gobierno"

Jairo Rivera, de la Mesa Amplia Nacional estudiantil, que lideró las protestas contra la reforma educativa, explicó sus argumentos, respondió las críticas y dejó en claro que no se rendirán.

María Jimena Duzán
19 de noviembre de 2011

MARÍA JIMENA DUZÁN: Ustedes piden gratuidad en la educación superior, pero el gobierno ha dicho que no hay plata para eso…

JAIRO RIVERA: Nosotros hemos hecho nuestros propios cálculos y sí se puede. El problema no es de plata, sino de voluntad. ¿Si se está invirtiendo el 12 por ciento del PIB en la guerra, por qué no se puede invertir el 4 en la educación? Los cálculos que hemos hecho es que si de aquí a 16 años se invierten esos 4 puntos, se logrará un acceso total y gratuito en pregrado. Después de los 16, solo se necesitaría invertir un 1,5 por ciento porque ya se habría estabilizado el sistema. Sin embargo, la propuesta del gobierno es distinta: ellos quieren que esta financiación venga del sector privado. Ellos en el fondo lo que proponen es crear universidades que sigan el modelo de la de Phoenix, que nosotros llamamos ‘universidad hamburguesa’, con ánimo de lucro, de muy mala calidad y al servicio de la empresa privada.

M.J.D.: ¿Por qué seguir insistiendo en ese punto si esa parte de la reforma ya fue anulada?

J.R.: Porque el sentido de la reforma va dirigido a que lo público pierda calidad frente a la educación privada.

M.J.D.: Un tema de confrontación con la ministra ha sido el Sena: mientras el gobierno lo considera un logro en materia de educación técnica, ustedes lo ponen en duda. ¿Por qué?

J.R.: Es que la ministra tuvo el atrevimiento, durante las discusiones que tuvimos sobre la calidad de la educación técnica, de comparar el MIT con el Sena, cuando es evidente que no hay punto de comparación. ¡Ojalá el Sena fuera el MIT! Nosotros hemos cuestionado el modelo del Sena porque consideramos que es de baja calidad, pero tampoco creemos, como sostiene la ministra, que en este país hay que ampliar drásticamente la educación técnica porque la mayoría de los jóvenes quieren ser técnicos y no profesionales. Ella dice que hoy en Colombia el 65 por ciento de la educación es profesional y el 35 por ciento, técnica, y que ella la va a invertir. Si el país no necesita que su población estudiantil joven sea profesional, ¿entonces, qué necesita Colombia?

M.J.D.: ¿Y cuál es el país que quieren ustedes?

J.R.: Queremos un país donde se privilegie la educación como instrumento de cambio para que esta sociedad se vuelva más equitativa.

M.J.D.: Hay economistas, como Alejandro Gaviria, que dicen que las protestas estudiantiles chilenas y en cierta medida las colombianas son producto del bienestar económico de los últimos años que les ha permitido a ustedes pedir gratuidad en la educación porque ya tiene solucionados los problemas más básicos.

J.R.: Cuando uno mira el mundo a través de los informes del BID, llega a esas conclusiones. La diferencia entre lo que ocurre en Colombia y en Chile es abismal. Aquí, una de cada dos personas está en la pobreza y solo una de cada diez personas accede a la educación superior. Los índices de inequidad social que tenemos en Colombia no los tiene Chile. A Alejandro Gaviria le parece inconcebible que haya estudiantes que no tengan con qué almorzar en la universidad, pero yo tengo compañeros que viven de esa manera, así ese no sea mi caso. La ministra no entiende por qué hay muchos estudiantes que no quieren créditos. Pues la respuesta es muy simple: para una persona que tiene con qué pagar el crédito esa posibilidad es una bendición, pero para la gente que no tiene para el almuerzo, un crédito es el demonio.

M.J.D.: Ustedes sacaron la política de los partidos a la calle. ¿Qué opinan de los partidos que hay en el país? ¿Los representan?

J.R.: El movimiento estudiantil no es partidista, es decir, nadie se reconoce como militante de ningún partido, aunque confluye en él gente de todas las ideologías. Yo diría que más que un movimiento estudiantil, somos un movimiento social y cultural que quiere despertar a una sociedad que se ha acostumbrado a vivir en la barbarie. Por ejemplo, la forma como los medios mostraron el cuerpo de Cano refleja cómo nos hemos acostumbrado a esos escenarios de la barbarie. Un profesor mío que está amenazado dice que no tiene ningún mérito ganar cuando uno reduce al enemigo a su mínima expresión.

M.J.D.: ¿Y usted cree que la manera como asesinan las Farc y el tratamiento de animales que les dan a los secuestrados sí demuestran dignidad por el enemigo?

J.R.: Desde luego que no, pero hasta en el conflicto más cruento, como el de Palestina e Israel, hay unos escenarios de interlocución, hay un respeto por el otro. Hasta hicieron un acuerdo humanitario. Lo que pasa es que aquí hay una sociedad muy dormida, como decía Jaime Garzón.

M.J.D.: ¿Cuál es su ideología?

J.R.: Yo soy de izquierda, pero no de partido, sino de movimiento social. No cuestiono a los partidos de izquierda, pero viven una crisis que en cierta parte ha hecho hoy que surja el movimiento estudiantil. Yo creo en la cultura participativa más allá de las elecciones.

M.J.D.: ¿Por qué no quisieron ir al Congreso cuando el presidente Santos dijo que ese era el foro en que se debía dar la discusión de la reforma a la Ley 30?

J.R.: Porque nos parece un Congreso de bolsillo. Ese Congreso se reunió en Palacio y entre todos decidieron aprobar la reforma a la Ley 30, sin mayor debate. Además, en las reuniones que nosotros sostuvimos con varios congresistas de la Comisión Sexta, nos dimos cuenta de que muchos de ellos ni siquiera se la habían leído. Nosotros valoramos más las democracias en las calles cuando se trata de reivindicar temas como la educación. En cuanto a la tesis de que se trata de un Congreso de bolsillo, quien la corroboró fue el mismo ministro del Interior, Germán Vargas Lleras, cuando salió a decir que si no parábamos la protesta, ellos le meterían el pedal a la reforma y la aprobarían en una semana. ¿No que había división de poderes?

M.J.D.: ¿Qué opina de la lucha armada?

J.R.: Mire, yo estoy en contra de todo uso de la violencia, sea legal o ilegal. Pero soy un convencido de la solución política y en ese sentido considero actores políticos tanto a los paramilitares como a la guerrilla.

M.J.D.: Usted ha dicho que lo legal no es sinónimo de legítimo.

J.R.: Sí. El hecho de que militaricen la universidad puede ser legal, pero no legítimo. Ya nos mataron a cuatro compañeros. ¿Dónde hay universidades militarizadas en el mundo?

M.J.D.: Pero es que en las universidades del mundo no hay encapuchados de la guerrilla tirando papas a los policías.

J.R.: Sí, yo sé que esa realidad permite y valida la presencia de la fuerza pública. Pero incluso nosotros decimos que habiendo encapuchados no es legítimo. Nosotros creemos que uno puede entablar diálogos hasta con el encapuchado. Mire, en la Nacional han salido corriendo muchos encapuchados luego de que han sido derrotados en debates. Pero el Esmad, cuando entra a la universidad, no viene a dar debate.
También hemos dicho que la institucionalidad no es igual a democracia. Para nosotros democracia es participación, la cual puede hacerse a través de las instituciones o por fuera de ellas. Sin embargo, hemos visto que muchas instituciones no garantizan participación y la democracia entonces se vuelve un simulacro. Eso para nosotros es la Unidad Nacional. Es una unidad para aprobar leyes, pero que no repercute en el debate social.

M.J.D.: ¿Han cambiado las cosas de Uribe a Santos?

J.R.: Aunque Santos juegue póquer y no sea el jinete que es Uribe, en el fondo son la misma cosa. En Colombia hay un falso liberalismo. A mí me gusta el liberalismo de Rousseau y no el de Friedmann, que privilegia el billete por encima de la gente.

M.J.D.: ¿Qué opinión tiene de la ola verde?

J.R.: Yo no soy mockusiano y tengo muchas diferencias, entre otras cosas, porque subió las matrículas en la Nacional. Pero me pareció interesante la ola verde, porque demostró que los jóvenes podían tener voz y que las sociedades que no permiten este tipo de expresiones se quedan sin futuro.

M.J.D.: ¿Qué opinión le merece el caso de Francisco Santos, quien propuso electrocutarlos?

J.R.: A mí lo que me pareció interesante es que haya sido la legitimidad del movimiento estudiantil lo que forzó a un poderoso personaje a cambiar de opinión. Él trató de invalidarnos como interlocutor y planteó la tesis de la represión como primera instancia, y tuvo que arrepentirse. Sin embargo, a pesar de que se retractó, su error no le costó. Sucedió lo mismo que con el Bolillo Gómez: otra manifestación de la doble moral de la gente.

M.J.D.: Los han criticado por ser una especie de sesenteros trasnochados, que quieren todo gratis y que se perdieron de Woodstock.

J.R.: Lo cómico es que sean los más anacrónicos quienes nos dicen que somos trasnochados. Ellos, que nos han impuesto un modelo de sociedad basado en la guerra. Nosotros creemos que este modelo tiene un límite y que ha llegado la hora de empezar a exigir esos cambios. Por eso, el movimiento estudiantil exhorta a la sociedad a solucionar los problemas a partir del diálogo y no de la guerra. Decir eso es un sacrilegio. El diálogo en un país sin educación es el demonio y la guerra es la bendición. Nosotros queremos cambiar eso. ¿Sabía que en un militar se invierten 22 millones, mientras que en un estudiante, 3,5 millones? Eso significa que con un militar pagamos como cinco o seis estudiantes. ¿Qué somos utópicos? ¿Soñadores? !Pues claro que lo somos! De eso se trata el movimiento estudiantil. Sin embargo, comparado con otros movimientos, somos unos pragmáticos. Pedir que se le reduzca el presupuesto a la guerra para que se lo suban a la educación no es una quimera. En otros países, esta petición resultaría tremendamente obvia.

M.J.D.: Y ahora… ¿qué sigue?

J.R.: Estamos esperando que el gobierno cumpla su palabra, y la verdad es que la mayoría tenemos una profunda desconfianza. A pesar de que retiró la reforma, no nos ha cumplido con lo que acordamos: las universidades siguen militarizadas, todavía hay presos estudiantes a los que no se les ha podido comprobar nada. Se comprometió a garantizar la construcción democrática de la ley, pero todavía no nos ha dicho cuáles son los tiempos ni los escenarios. Nosotros pensamos que necesitamos por lo menos siete meses para esa construcción colectiva, porque lo que allí se apruebe va a sentar las bases para el futuro de la educación superior. Va a ser difícil conciliar, pero creemos que es posible hacerlo. La gratuidad en la educación superior no es un problema de recursos, sino de voluntad, le repito. Con calidad en la educación, es posible que este país transite hacia una verdadera paz. Esas cosas son posibles. ¿Por qué el país está hablando de aumentar el pie de fuerza del Ejército y no de los estudiantes?