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Libros en lugar de armas

La apuesta nacional es modernizar los centros culturales que sufrieron el rigor de la guerra, promover la lectura y llevar libros y tecnología a las veredas. Ya se inició el proceso.

28 de octubre de 2017

María Nora Buendía es la coordinadora de la biblioteca Darío Echandía Olaya de Chaparral, en el sur del Tolima. Ella organiza los textos escolares que los maestros de las escuelas veredales llevan cada semana a sus alumnos. Los libros viajan en maletas hasta apartados corregimientos del emblemático municipio.
En San Andrés de Sotavento, en el norte de Córdoba, Ivonny Aleans Vargas, directora de la biblioteca municipal, apoya 34 proyectos culturales y de alfabetización. Uno de estos es el programa Pescando Palabras, en el que profesores voluntarios de la región hacen acompañamiento extraescolar a un grupo de niños venezolanos que están en proceso de legalizar su estadía en el país.

Estas iniciativas serán claves en la tarea que tiene el gobierno de transformar la educación rural, especialmente en las regiones más afectadas por el conflicto armado y el olvido estatal.

“El trabajo de los bibliotecarios es fundamental en el desarrollo social de las zonas campesinas, pues son el alma de la educación en estas comunidades”, señala Consuelo Gaitán, directora de la Biblioteca Nacional, la principal entidad en esta materia.

Tal será el arraigo, que en solo 3 de los 1.122 municipios y ciudades del país no hay una biblioteca pública. En los demás territorios existe al menos uno de los 1.445 centros de lectura que componen la red de bibliotecas públicas que lidera la Biblioteca Nacional.

En el acuerdo final, la renovación del campo pasa por mejorar la educación rural y dar más oportunidades de acceso a la educación superior a los jóvenes campesinos. Por eso, la Biblioteca Nacional tiene el desafío de modernizar los servicios que hoy prestan 412 bibliotecas municipales, 76 rurales, 16 de resguardos indígenas y 5 de consejos comunitarios.

“Muchas de las bibliotecas están en las cabeceras de los pueblos, lo que nos permite dotarlas y acompañarlas. Pero nos preocupan las veredas, en especial las que estaban tomadas por diferentes grupos armados y en las que no podíamos ingresar”, asegura Gaitán. El mal estado de las vías, las amplias distancias y la falta de servicios básicos aumentan la dificultad de llevar cualquier expresión cultural a las zonas más apartadas. Sin embargo, ya se plantean soluciones.

Más acceso a la lecturay a la escritura

Levantar una edificación que sirva como centro de lectura puede ser imposible en algunas veredas, ya sea porque el municipio no cuenta con los recursos económicos o porque trasladar materiales de construcción hasta ciertas zonas resulta complejo. Este enero fueron lanzadas las bibliotecas públicas móviles, inicialmente instaladas cerca de las zonas veredales y puntos transitorios de normalización en los que estuvieron concentradas las Farc, hoy llamadas espacios territoriales de capacitación y reincorporación.

Estos espacios están dotados con 400 libros en físico y 250 en digital, 180 películas, 18 tabletas, computadores portátiles y juegos de mesa. “Se invirtieron 2 millones de dólares en la compra de las 20 bibliotecas móviles. Ahora queremos hacer más efectiva la compra con la extensión bibliotecaria en las veredas”, explica.

La Biblioteca Nacional busca que las móviles sean centros integrales de cultura, en los que comunidades y hasta exmiembros de grupos armados se enganchen con la lectura y las nuevas herramientas digitales. “Queremos que estos espacios sean puntos de encuentro. En los cineforos que hicimos en las zonas veredales iban exguerrilleros, militares, verificadores internacionales… Todos unidos”.

Por otro lado, el Ministerio de Cultura viene trabajando con comunidades desplazadas o en pobreza extrema por medio del proyecto Comunidad-es. Bajo esta iniciativa, se entregan bibliotecas a familias de 83 municipios de 24 departamentos que fueron reubicadas por estar en zonas de riesgo. Asimismo, 32 clubes de lectura y 43 espacios para el fomento de la escritura fueron creados.

“La iniciativa nació hace 4 años junto al programa de las 100.000 viviendas gratis. Vimos que se necesitaban lugares de diálogo entre la comunidad. Precisamente trabajamos en lo artístico-cultural y el fomento de la lectura y escritura”, explica Mónica Pulido Villamarín, coordinadora nacional de este proyecto.

Comunidad-es hace el acompañamiento con un equipo profesional y de ese trabajo han salido bibliotecas comunitarias, publicaciones, como libros de recetas de cocina regional, y las bibliocasas, viviendas que reciben libros para que los niños y jóvenes tengan un sitio para hacer sus tareas escolares.

EL GANADOR 2017

Una colección local que recupera volúmenes de la cultura nasa y campesina.

Luis Enrique Fajardo, bibliotecario de La Casa del Pueblo (Inzá, Cauca), ganó el Premio Nacional de Bibliotecas Públicas Daniel Samper Ortega, entregado el pasado 11 de octubre.

Semana RURAL: ¿Cómo la comunidad aporta en la biblioteca?

Luis Enrique Fajardo: Desde que se pensó en construirla, la idea ha sido de ellos. Guanacas, la vereda de Inzá en la que queda la biblioteca, sentía la necesidad de tener un centro de lectura. Cuando regresaron los primeros que fueron a formarse en las ciudades, vieron las falencias que tenía el territorio en educación. Entonces, nos dijimos: vamos a crear un espacio de reunión, pero que, a su vez, tenga libros para consultar .

Semana RURAL: ¿Qué compone este espacio?

L.E.F.: Cuenta con la colección que la Red de Bibliotecas ha mandado, pero también tenemos o unos buenos libros donados por la comunidad y un fondo de 200 textos sobre cultura nasa y campesina del Cauca. Es la más importante de su tipo. En total, son cerca de 6.000 volúmenes que tiene la biblioteca.
En La Casa del Pueblo ofrecemos las escuelas de formación. Son para generar espacios donde se vinculan jóvenes y adultos. Las escuelas tienen un énfasis artístico: si la comunidad quiere aprender danzas, pues en la biblioteca se organizan.

Semana RURAL: ¿Cómo el conflicto armado ha tocado a la biblioteca?

L.E.F.: Como se sabe, en el Cauca hay dos conflictos: el armado y el social. En el primero, Inzá fue zona de paso para los grupos armados. Luego nos dimos cuenta de que se estaban llevando a los jóvenes de la comunidad. Con las escuelas de formación logramos ocupar a los muchachos. Salían del colegio y de inmediato llegaban a la biblioteca. Sobre el conflicto social, nuestro territorio es compartido por campesinos e indígenas nasa. La biblioteca se convirtió en un espacio de paz. Tenemos una sola mesa y allí se sientan todos –niños, adultos, ancianos, indígenas, campesinos– a leer e investigar.