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¿Llegará el dólar a los $3.000?

Cuáles son las implicaciones para el país de un dólar disparado.

25 de julio de 2015

Las vueltas que da el dólar. Hace un año el precio de la divisa oscilaba entre 1.800 y 1.900 pesos, un nivel que no tenía contento ni al gobierno ni a los exportadores que consideraban que era necesaria una mayor devaluación para lograr mayores ingresos.

En ese momento todavía se hablaba del dólar Cárdenas para referirse al nivel adecuado de la divisa, que según el ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, debía estar por encima de los 2.000 pesos.

Pero de la noche a la mañana la situación de la tasa de cambio dio un giro inesperado y de una revaluación del peso, que llevaba casi cuatro años, se pasó a una abrupta devaluación. El dólar dio un salto con garrocha en unos pocos meses y el viernes pasado terminó en 2.857,53, como en niveles superiores a los de hace 12 años. Esto quiere decir que en lo que va corrido del año el peso se ha devaluado 19 por ciento.

Varios analistas están haciendo pronósticos sobre cuándo se romperá el récord histórico que se alcanzó en febrero de 2003 cuando el dólar se cotizó a 2.968 pesos.

Todo apunta a que el país tendrá que acostumbrarse a un dólar caro por un buen tiempo. ¿Cuánto? Nadie tiene la bola de cristal para decirlo, pero se barajan toda clase de pronósticos. Uno de los que más sorprendió fue el del exdirector de Planeación Nacional Armando Montenegro, actual director de la firma BTG Pactual, quien no descartó que el dólar llegue a 3.250 pesos en unos meses. Otros menos pesimistas estiman que la divisa puede devolverse a niveles de 2.600 o 2.500 pesos a finales del año.

¿Quién tendrá la razón? En materia cambiaria los economistas reconocen que siempre se descachan. Y los hechos lo confirman.

Lo que sí es claro es que, mientras no se desactiven los detonantes que dispararon su precio, es difícil que la divisa baje rápidamente.

Uno de los principales detonantes fue la caída en los precios del petróleo, que pasaron de niveles de 110 dólares el barril Brent (de referencia para Europa), a mediados del año pasado, a menos de 60 dólares. El barril WTI, de referencia para Estados Unidos, cayó por debajo de los 50 dólares.

Este fue un golpe muy fuerte para las naciones productoras –entre ellas Colombia– que de la noche a la mañana vieron cómo se desplomaba una de sus principales fuentes de ingreso. El impacto para el país es gigantesco si se tiene en cuenta que el petróleo representa el 16 por ciento de los ingresos fiscales de la Nación, y que del total de las exportaciones alrededor del 50 por ciento corresponden a la venta de crudo.

El ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, reconoció que el gobierno dejará de recibir ingresos millonarios por este concepto. Mientras en 2013, por renta petrolera –que incluye pago de impuestos y dividendos– el gobierno recibió 23,6 billones de pesos, en este año solo recibirá 9,6 billones, un bajonazo de 14 billones de pesos. Y para el año entrante la situación será más complicada porque solo recibirá 3,3 billones de pesos.

Al mirar las exportaciones, el panorama no es más alentador. Las ventas externas de petróleo cayeron 47 por ciento en los primeros cinco meses del año mientras que las de carbón, el segundo producto básico de exportación, bajaron 20 por ciento. Además, está ingresando menos inversión extranjera: en el primer trimestre de este año esta fue de 2.825 millones de dólares, 26 por ciento menos frente a igual periodo de 2014.

Esos menores ingresos repercutieron de manera inmediata en el precio de la divisa.

Otro factor que también está incidiendo en el alza del dólar son las expectativas de una inminente alza en las tasas de interés por parte de la Reserva Federal de Estados Unidos. Janet Yellen, presidenta de la Reserva Federal, ha dejado ver que una decisión de esta naturaleza podría producirse a finales de este año. Esto llevaría a que muchos capitales que están en países emergentes –como Colombia– salgan en busca de una mayor rentabilidad.

El gobierno, por lo pronto, está tranquilo con la mayor devaluación del peso porque este fenómeno también tiene efectos positivos. El principal es que ayudará a reducir el diferencial en la balanza comercial, que en los primeros cinco meses del año supera los 6.000 millones de dólares, producto de importaciones por 23.014 millones de dólares frente a 16.013 millones de dólares de exportaciones. Con una tasa de cambio más alta se espera que crezcan las ventas al exterior y disminuyan las importaciones.

Cárdenas dice que un dólar fuerte ayuda a amortiguar la caída en los precios del petróleo y que un nivel de 2.800 pesos impulsa a los exportadores, a los productores industriales y al sector agrícola. El gobierno no está preocupado por el impacto que la mayor devaluación puede tener en la inflación porque sostiene que los productos importados no tienen un gran peso en la canasta familiar.

El gerente del Banco de la República, José Darío Uribe, coincide en que, hasta ahora, el ajuste cambiario ayuda a amortiguar los efectos negativos de los choques externos y no hay evidencias sobre impactos en la inflación (ver entrevista).

El exministro de Hacienda Roberto Junguito, quien tuvo que capotear varias crisis económicas, dice que el ajuste en la tasa de cambio era necesario, y afirma que la mayor devaluación está lanzando una señal de que han cambiado las condiciones económicas y que el país debe hacer un mayor esfuerzo para fomentar las exportaciones distintas al petróleo y los productos básicos.

Frente a las fuertes devaluaciones ocurridas en el pasado –en 2002 y en 2008– tras la crisis financiera internacional, Junguito asegura que hoy Colombia está mejor preparado para afrontar esos choques porque tiene un buen colchón de reservas internacionales –más de 45.000 millones de dólares–, el país tiene acceso a los mercados de capitales externos y la situación fiscal es mejor que en el pasado. “La mayor devaluación no es señal de una crisis inminente”, dice el exministro, quien destaca el crecimiento de la economía colombiana.

Esa es otra carta a favor que esgrimen el gobierno y algunos analistas para quienes la producción de bienes y servicios en el país tendrá un mejor desempeño que en otras naciones de América Latina. En efecto, otros países la están viendo ‘negra’ por el desplome en los precios del petróleo. En Venezuela el producto interno bruto (PIB) podría caer este año 7 por ciento. Brasil, el coloso suramericano, caerá alrededor de 1,5 por ciento, México crecerá alrededor del 2,5 por ciento mientras que en Colombia los pronósticos apuntan a que el PIB crecerá entre 3 y 3,5 por ciento.

Los nubarrones

Pero mientras unos ven el vaso medio lleno otros lo ven medio vacío. José Manuel Restrepo, rector de la Universidad del Rosario, tiene una visión menos optimista y dice que el país se había acostumbrado a una economía que vivió muchos años con precios altos de commodities (productos básicos) y que este choque externo “nos dejó medio empelotos”. Se pregunta “cómo vamos a recuperar de la noche a la mañana la capacidad exportadora de otros bienes y servicios diferentes al petróleo o al carbón, o cómo vamos a recuperar los ingresos fiscales que se dejaron de recibir por la caída del crudo”.

Para Restrepo, lo que está pasando ahora es el reflejo de que Colombia vivió una enfermedad holandesa: una gran dependencia de los ingresos de los commodities dejando de lado a sectores como la industria y el agro.

En este aspecto coincide el presidente de Anif, Sergio Clavijo, quien viene llamando la atención sobre el retroceso del sector industrial. “Una mayor devaluación puede estimular la industria, pero si se va la mano eso se devuelve como un bumerán porque encarece los insumos y afecta la inversión”, dice el analista, quien considera que el alza del dólar de los últimos días obedece a una sobrerreacción del mercado frente a las noticias de nuevos descensos en el precio del petróleo. Y como las dos variables están tan correlacionadas, lo que impacta a la una, afecta a la otra. Y en esta materia las noticias no son muy alentadoras. Un informe del Banco Mundial prevé que las cotizaciones del crudo no levantarán cabeza en el corto plazo.

Sin embargo, Clavijo no cree que el dólar supere los 3.000 pesos porque el mercado no puede absorber devaluaciones mayores al 50 por ciento ya que se contraerían mucho las importaciones, se afectaría el crecimiento económico y tendría un impacto en la inflación. “Esa medicina dada en mayores sobredosis puede enfermar al paciente”, anota.

Pero mientras los economistas hacen toda clase de pronósticos y proyecciones, los empresarios ven desde la barrera cómo el precio del dólar sigue por las nubes y puede afectar sus balances. En la más reciente encuesta de la Asociación Nacional de Empresarios (Andi) el comportamiento de la tasa de cambio era uno de los temas que más los preocupaba.

El presidente de la Andi, Bruce Mac Master, dice que si bien el precio del dólar es la principal variable de ajuste ante los choques externos y que el modelo ha funcionado bien, lo que más les preocupa a los empresarios es la alta volatilidad, que genera mayor incertidumbre. Para el dirigente gremial el alza en el dólar se presenta en un momento crítico porque todavía no se reciben los beneficios por mayores exportaciones. Dice que, por efecto de la enfermedad holandesa, el país tenía el freno de mano sobre la industria y ahora se espera que reaccione, pero eso tomará tiempo.

El presidente de Analdex, Javier Díaz, coincide en que la reacción de las exportaciones no es inmediata a pesar del incremento en la tasa de cambio. Las cifras del Dane lo confirman. Entre enero y mayo de este año las ventas al exterior cayeron 31 por ciento. Y no se ven señales de que se recuperen rápidamente.

Donde sí se espera que siga un retroceso es en las importaciones, que han descendido 10 por ciento en el mismo periodo. Sin embargo, el presidente de la Federación Nacional de Comerciantes (Fenalco), Guillermo Botero, ya encendió las alarmas y afirma que con el encarecimiento de los productos que se traen del exterior pronto se verán las consecuencias en la inflación. Sostiene que lo más preocupante es la gran volatilidad y la velocidad del dólar que impide a los empresarios hacer proyecciones.

¿Qué hacer?

La gran pregunta es qué hacer. Y la respuesta de los analistas es que el margen de maniobra se está estrechando para el gobierno. Por eso habrá que aguantar el chaparrón de los altos precios de la divisa por unos meses más.

Los que tenían previsto viajar al exterior no tendrán más opción que echarse la mano al bolsillo y gastar más, o viajar por el interior del país, como lo recomienda el gerente del Banco de la República, José Darío Uribe. Los empresarios tendrán que ajustar sus presupuestos, ser más cautelosos y buscar oportunidades para exportar.

El gobierno ya anunció que hará un ajuste en los gastos y espera las recomendaciones de la misión de expertos en materia tributaria. José Manuel Restrepo, de la Universidad del Rosario, asegura que para recuperar los ingresos fiscales petroleros, que representan el 16 por ciento del PIB, se necesitará una reforma tributaria gigantesca y que se abra la discusión sobre el modelo de crecimiento del país para no seguir dependiendo de los productos básicos. Señala que no ve tan claro cuál va a ser la apuesta productiva del país hacia el futuro, porque el crecimiento no puede depender solo de la construcción de vías y de vivienda.

Sergio Clavijo dice que hay que disminuir el déficit en la cuenta corriente, que se acerca al 6 por ciento del PIB, uno de los más altos de América Latina.

El Banco de la República está tranquilo por el momento y no se espera que suba las tasas de interés o que salga al mercado a vender dólares, a menos que comience a afectarse la inflación.

Independientemente de estas consideraciones macroeconómicas, el golpe es muy duro para los ciudadanos del común que aspiran a ir de vacaciones al extranjero, enviar a un hijo a estudiar al exterior o pagar las deudas adquiridas en dólares.