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LLUVIA DE PLOMO

Los desastres del invierno no son la única causa de confusión en el país

24 de noviembre de 1986

Era un atentado. Pero el parlamentario Alberto Villamizar, al oír el estruendo de la ráfaga de metralleta y sentir que su automóvil se estremecía, creyó que estaba temblando. Y sólo lo salvó de caer víctima de la segunda ráfaga la presencia de ánimo de su chofer, Fabio Criollo, quien apuntó con el dedo al frustrado asesino y empezó a dar grandes voces, desconcertándolo mientras Villamizar se echaba al piso del carro. De inmediato llegó el DAS, que se encontraba a la vuelta de la esquina haciendo un allanamiento. El DAS informó del tiroteo por radio, y una pareja de motociclistas de la Policía interceptó a los tres atacantes del dirigente político, que escapaban a pie por un fallo de su propia moto, y dio muerte al que había disparado la metralleta. Los otros dos huyeron.
Mientras eso sucedía en Bogotá, al lado de la Avenida Pepe Sierra, en el barrio El Jardín de Bucaramanga se presentaba una coincidencia parecida. El Ciaes de la Quinta Brigada se disponía también a hacer un allanamiento en busca de una caleta de armas del M-19, cuando desde la casa vecina a la que allanaban los recibieron a tiros. Al penetrar en ella, después de dar de baja a cinco personas, hallaron a dos ganaderos secuestrados días antes: Luis Alberto Valderrama, muerto, y Rafael Parra, malherido. Sus secuestradores, se supo luego, pertenecían a la Coordinadora Nacional Guerrillera.
Con esas dos casualidades se completaba una racha de éxitos logrados en la última semana por diversos organismos de la Policía. El rescate por el DAS del industrial Jaime Lechter, secuestrado en Bogotá por una banda que encabezaba un amigo de su familia: murieron dos de la banda y seis fueron capturados. El rescate por el F-2 de Floralba Cárdenas, la mujer de uno de los guardianes de la cárcel Modelo acusados de permitir la fuga del narcotraficante Matta Ballesteros hace unos meses. De los secuestradores de Floralba murieron cinco, todos ellos miembros, según informó el F-2, del grupo guerrillero Ricardo Franco. Y finalmente, el rescate por el Graes de una niña de tres años, Jacqueline Caballero, secuestrada por dos trabajadores de la empresa de su padre, que fueron detenidos.
Se trató en todos los casos de golpes sufridos o bien por la delincuencia "privada", por llamarla así -el industrial Lechter, la niña Caballero-, o bien por los grupos subversivos, la CNG o el Ricardo Franco. Sin embargo, y pese al sicario muerto, queda por fuera la mafia del narcotráfico, principal sospechosa del atentado contra Alberto Villamizar. El parlamentario del Nuevo Liberalismo fue, en efecto, ponente del Estatuto de Estupefacientes hace un año, y a pesar de que se trata de un texto que terminó siendo prácticamente inocuo, los narcotraficantes al parecer no lo perdonan. La muerte del asesino de la moto no ayuda mucho a resolver el caso, que en consecuencia es uno más de las docenas de crímenes cometidos por los "narcos" que continúan impunes, y de los cuales los más notables han sido los asesinatos del ministro Lara Bonilla, del juez que investigaba el caso, del magistrado de la Corte Baquero Borda, redactor del tratado de extradición de narcotraficantes firmado con los Estados Unidos y del subdirector del diario Occidente, Raúl Echavarría.
Esta falta de consecuencias que caracteriza a los crímenes en que se halla involucrada la mafia del narcotráfico, es causa de preocupación, según ha sabido SEMANA, en los más altos niveles del gobierno. Y se suma a la notable falta de eficacia demostrada por las autoridades en todo lo que tiene que ver con el narcotráfico. Desde la caída de los laboratorios del Yarí -causa directa, según muchos, del asesinato de Lara Bonilla-, los narcotraficantes no han recibido ningún golpe serio. Cuando alguno de peso ha sido capturado, o bien se ha fugado o bien ha sido puesto en libertad. Y también son dicientes al respecto las cifras publicadas hace un tiempo sobre los resultados de la campaña de seguridad ciudadana adelantada en Bogotá desde principios de año: duros golpes a los secuestradores, a los atracadores a los apartamenteros, a los jaladores de carros -y solamente cuatrocientos gramos de estupefacientes decomisados: menos de medio kilo.
Entre tanto, en torno a las demás formas de delincuencia se establece una confusión cada vez más inextricable, no sólo en la opinión sino dentro de los propios medios de información a su vez informados por fuentes miiitares o de la Policía. Así, bajo el titulo general "Día negro para la subversión; muertos 17 guerrilleros", El Tiempo da cuenta en una sola tacada de los secuestros de los ganaderos de Bucaramanga (CNG), de la mujer del guardián de la Modelo (Ricardo Franco), de la niña de tres años raptada por empleados de su padre, y finalmente de choques entre las FARC y el Ejército en Santander.
Se informa igualmente que entre los papeles hallados a la CNG se encontraron algunos de las FARC-EP, mezclando dos organizaciones cuyas relaciones no sólo están rotas -una está en guerra y la otra en tregua- sino al borde una vez más del enfrentamiento armado, según revelan documentos recientes de la CNG. Y, por añadidura, la secuestrada por el Ricardo Franco cuenta que oyó a sus captores hablar de Camila Michelsen la secuestrada hija del banquero Jaime Michelsen, como de "una mina de oro" para la Coordinadora Guerrillera.
Toda esa confusión viene en parte, desde luego, de los propios métodos usados por los delincuentes. Por ejemplo, al industrial de Bogotá sus secuestradores se le presentaron como "miembros del M-19". Uno de ellos -según reveló el coronel Maza Márquez, jefe del DAS- tenía antecedentes de secuestro y de tráfico de drogas. Y sin duda lo que mejor ilustra este caótico estado de cosas es el caso del extorsionista Didier Antonio Marín, muerto por la dijín en Bogotá el 23 de octubre después de haber extorsionado, se informó, a dos mil personas. Por su cuenta propia, pero a nombre de la Coordinadora Nacional Guerrillera.
En todo caso, y sea tendenciosa o no, toda esa confusión se presta a que continúe la llamada "guerra de la desinformación" en torno a los temas de orden público, con graves consecuencias para la "reconciliación nacional" de que habla el gobierno. Los medios de prensa insisten en seguir echando en el mismo saco guerrillas en tregua y guerrillas en guerra, delincuencia común y subversión armada.
Tal vez el único cambio con respecto a lo que sucedía en el mismo terreno antes de que se iniciara el proceso de paz de Betancur que el gobierno actual ha continuado es que ya no se llama hampones a los guerrilleros, sino al revés: se les da el nombre de guerrilleros a los hampones comunes.
El propio presidente Barco terció al respecto en Cartagena haciendo una advertencia a la prensa: "La pedagogía de la paz -dijo Barco- se inicia en la primera página de los diarios, en la voz del locutor o en la imagen de video" (y) "la objetividad y la desprevención en el manejo de la información de orden público contribuirían sustancialmente a crear un clima de credibilidad y de confianza en la opinión". Que es justamente el clima que, pese a los éxitos y las casualidades, o quizás a causa de ellos, se deteriora cada día más.-