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LO QUE DA LA TIERRA

En medio de voces que piden un Contralor perfecto, el Congreso piensa elegir entre sus imperfectos.

6 de agosto de 1990


Para la mayoría de los colombianos las elecciones ya pasaron. Sin embargo, para los parlamentarios éstas están apenas comenzando, porque a nivel de Congreso todo está por elegirse. Y el plato más apetecido es la Contraloría General de la República. En un país donde el control de la burocracia es el poder, los 14 mil cargos de la Contraloría son el bocado de Cardenal más jugoso para la clase política colombiana.

La entidad, controvertida siempre, ahora está más controvertida que nunca. Ocho años con Rodolfo González a la cabeza, un hombre muy inteligente y muy ambicioso, la han convertido en un factor clave de poder en Colombia, no contemplado en la Constitución, ni en ninguna norma o estatuto. La polémica en torno a la acumulación de poder político ha opacado la eficiencia y el nivel técnico de la gestión de González. La entidad, diseñada como un organismo de fiscalización de las cuentas del Estado, se desvió tanto de sus funciones originales, que hasta juega un papel fundamental en la selección de los candidatos a la Presidencia de la República. El apoyo de Rodolfo González a la candidatura de Virgilio Barco fue uno de los elementos decisivos de su triunfo. En el caso de Hernando Durán Dussán perdieron, pero demostraron que la pelea es peleando. De ahí que en la década que comienza, en Colombia si el cuarto poder es la prensa, el quinto es la Contraloría. Es por esto que muchos consideran que es prioritario neutralizar este factor de poder, y la puja entre su mantenimiento y se desmonte apenas está comenzando.

En medio de este conflicto tendrá lugar la elección del próximo Contralor, a finales de este mes. Como para todo puesto importante, los candidatos son muchos: Ramón Gómez Ovalle, César Pérez García, Miguel Pindeo Vidal, Rodrigo Garavito y Manuel Francisco Becerra. De esta baraja, hay dos con posibilidades, Garavito y Becerra; dos que ya se descartan, Gómez Ovalle y Pinedo Vidal, y uno en la mitad, Pérez García. Pinedo Vidal y Gómez Ovalle soltaron un globo para ver qué pasaba, pero no pasó mucho y sus campañas no despegaron. Pérez García tiene a su favor su reciente presidencia de la Cámara y el hecho de haber pertenecido a la Comisión de Cuentas de la Cámara, que es la que mantiene una relación directa con la Contraloría. Además de ésto, está haciendo campaña y en serio. Aún así, su candidatura, aunque respetable, es más una iniciativa personal, que el resultado del apoyo de unas fuerzas políticas.

Las fuerzas políticas que deciden tienen dos candidatos. El exministro de Educación, exgobernador del Valle y actual senador suplente, Manuel Francisco Becerra, y el representante a la Cámara por Caldas, Rodrigo Garavito. Ambos son controvertidos y ambos son competentes. El exministro había sido objeto de suspicacias por haber desempeñado la presidencia del Club América de Cali cuando el fútbol se volvió un tema caliente. Sin embargo, su posición vertical frente al fútbol desde el Ministerio -que lo llevó inclusive a suspender el campeonato nacional- fue considerada tan valerosa, que hoy su candidatura cuenta con la bendición de sectores amplios del galanismo y del samperismo. También despertó controversia la acusación de que estaba haciendo campaña desde el Ministerio, lo cual fue considerado por sus rivales como competencia desleal y desembocó en su renuncia, en medio de negativas no muy convincentes. Fue un buen ministro de Educación y quienes lo conocen afirman que llena los requisitos para ser Contralor. Garavito, por su parte, cuando tenía 29 años y se desempeñaba como director del Instituto de Crédito Territorial, fue objeto de una polémica alrededor de excesos burocráticos, lo cual le mereció un jalón de orejas por cuenta del expresidente Carlos Lleras en Nueva Frontera. Se le formularon cargos, pero fue exonerado de todos ellos y hace pocos días se reunió con el expresidente liberal, quien le deseó buena suerte en su aspiración. Aunque lleva sólo un período en la Cámara, se ha convertido en uno de los representantes más activos y ha jugado papel clave en múltiples negociaciones políticas que han tenido lugar. Cuenta con el apoyo del duranismo, la mayor fuerza en la Cámara y tiene simpatía entre algunos miembros de los otros sectores del liberalismo. Tiene a su favor el hecho de tener curul, ya que existe la tradición de que Cámara vota Cámara, y en esa situación no están sino él y César Pérez. Ha hecho una intensa campaña hombre a hombre, recorriendo todo el país para pedir el voto, gestión que los columnistas critican, pero los congresistas agradecen. Es un hombre con formación académica y competente.

Entre estos dos nombres, con sus virtudes y con sus defectos, parece estarse definiendo a la fecha la suerte de la Contraloría. Ambos afirman tener a su favor 70 votos y la competencia está estrecha. Algunas voces, como los editoriales de El Tiempo y Alvaro Gómez piden no políticos de letra menuda, sino figuras nacionales más allá del bien y del mal. Roberto Posada, columnista de El Tiempo, ha sugerido que como un gesto de buena voluntad de la Cámara, se debía pensar en un Contralor que no fuera del Congreso. Dirigentes alvaristas y pastranistas consideran que el próximo Contralor debería ser de filiación conservadora, para que la fiscalización quede en manos de la oposición. Todas estas sugerencias, sin embargo, causan entre indignación y risa entre las mayorías parlamentarias liberales, que son las que finalmente van a elegir. Suena ingenuo pensar que uno de los pocos residuos de poder real que le queda a la Cámara, lo vaya a entregar así como así.

La campaña por el Contralor perfecto ha tenido un efecto de bumerang entre los Congresistas que, con Constituyente a la vista donde no los van a dejar participar directamente, cierran filas donde pueden para defender sus fueros. Por todo ésto, el pronóstico es que la Contraloría se decidirá entre Becerra y Garavito, y que el único palo posible podría ser el tercer período de Rodolfo González. -