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Los 13 del patíbulo

La liberación de estos comandantes exigida por ‘Tirofijo’ en el intercambio humanitario podría cambiar el curso de la guerra.

9 de abril de 2001

Del canje de guerrilleros presos y soldados secuestrados se ha dicho mucho. Inicialmente se habló de intercambiar uno por uno los casi 500 soldados y policías que están en manos de las Farc por un número equivalente de guerrilleros detenidos. Ante los múltiples problemas jurídicos y políticos que entrañaba el canje se buscó una alternativa más presentable para la opinión pública: el intercambio humanitario. Este se limita a las personas gravemente enfermas según un listado presentado por cada bando.

El comandante de las Farc, Manuel Marulanda Vélez, ‘Tirofijo’, entregó el suyo a finales del año pasado al alto comisionado de Paz, Camilo Gómez. Se sabe que el número de personas es de 85 pero los nombres se han mantenido en secreto. Pero en cambio el gobierno no ha entregado listado alguno. Sobre todo porque los militares se oponen rotundamente a cualquier canje por más camuflado que sea.

En términos generales la cosa no es muy fácil pues el gobierno quiere que el intercambio humanitario aparezca como decisión unilateral de cada uno de los bandos sin reciprocidad pactada. La guerrilla, sin embargo, no va a dar un paso hasta que haya un acuerdo negociado y firmado, lo cual elimina la posibilidad de presentar las decisiones de cada bando como independientes. Si bien los detalles no se han hecho públicos flota en el aire la sensación de que si el gobierno libera a los enfermos terminales de las Farc éstas corresponderían dejando libres a un número indeterminado de soldados y policías capturados en combate.

Se sabe que algo se está discutiendo en este momento. Los términos de esta negociación seguramente se darán a conocer en poco tiempo y el resultado será una combinación de satisfacción y frustración. Satisfacción porque un número de soldados quedará libre. Frustración porque va a quedar la impresión no sólo de que el gobierno cedió sino que la guerrilla recuperó un gran activo militar en los hombres liberados.

¿Cuánta importancia militar pueden tener los guerrilleros que ‘Tirofijo’ quiere liberar? SEMANA ha obtenido la lista de los nombres mantenida en reserva hasta ahora para aclarar este interrogante. La primera conclusión es que ni los 85 solicitados son enfermos terminales ni tampoco son todos pesos pesados dentro de la jerarquía militar de la organización guerrillera. Enfermos terminales incuestionables son apenas cuatro. El resto tienen afecciones poco evidentes y muy debatibles. Y en cuanto a qué tan duros son los de la lista desde el punto de vista militar la conclusión es que hay algunos que podrían ser denominados ‘los 13 del patíbulo’, en referencia a un clásico del cine en el cual el gobierno norteamericano, para efectuar una misión suicida durante la Segunda Guerra Mundial, tiene que ir a las cárceles a buscar a los criminales más peligrosos. Encuentran 12 cuyo profesionalismo delincuencial era tan grande que cumplieron su misión de asesinar a varios generales nazis en su propio cuartel. La película se conoció como Los 12 del patíbulo.

La nueva película colombiana tiene 13 en lugar de 12. Pero esa es la más insignificante de todas las diferencias. La más importante es que esos avezados guerrilleros estarían siendo liberados por ‘los malos’ para combatir a los ‘buenos’.

En lo que sí se parecen las dos historias es en que los dos grupos de protagonistas se ven igual de peligrosos. De los 85 de la lista estos 13, sin lugar a dudas, tienen la posibilidad de mejorar la capacidad militar de las Farc. Se trata de jefes de verdad. Hay otros cuatro que son de menor calibre pero que constituyen cuadros directivos cercanos a un nivel equivalente de un coronel. Como se dijo anteriormente, hay cuatro enfermos de verdad. El resto de la lista, los otros 64 nombres, son guerrilleros rasos anónimos equivalentes a la mayoría de los soldados y policías retenidos por la guerrilla.

¿Quiénes son los 13 del patíbulo? Los nombres no dicen nada para la opinión pública pero algunos de los crímenes por los que están en la cárcel sí. Ellos son responsables del secuestro de industriales como Carlos Upegui, Luis M. Sarmiento y el ex alcalde de Bogotá Julio César Sánchez. De masacres como la perpetrada en La Chinita, Apartadó, donde perdieron la vida más de 40 personas. Del exterminio contra ex guerrilleros reinsertados del EPL ocurrido en Urabá. Según informes de ese grupo desmovilizado el número de muertos ascendió a 600 en todo el país y a 400 en la región de Urabá. Los 13 también son responsables de asesinatos como el del dirigente gremial José Raimundo Sojo Zambrano. De extorsiones a empresas multinacionales, que han tenido que pagar millonarias sumas para continuar operando en el país. De pescas milagrosas como las ocurridas en los retenes montados en la vía a Villavicencio, donde no menos de 20 personas cayeron en manos de algunos de los hombres de las Farc que hoy están tras las rejas. De ataques contra poblaciones y estaciones de policía donde perdieron la vida agentes y oficiales de esa institución.



Importancia en la guerra

Todos estos hombres del grupo de 13 que hoy solicitan las Farc a través del intercambio humanitario son comandantes de frente. Expertos en explosivos, en estrategia de guerra, en el manejo de finanzas, en la creación de redes urbanas, una modalidad que en los últimos años ha impulsado el Secretariado con el fin de crear las bases de las milicias urbanas en las principales ciudades del país.

Las Farc también los necesitan porque tienen un gran déficit de mandos en todos los bloques. Así lo hizo saber el Secretariado durante su pleno de estado mayor efectuado a mediados de marzo del año pasado. En esa reunión se acordó iniciar cuanto antes un proceso de formación de mandos para cubrir el vacío que en ese momento se presentaba en varios de los principales frentes que operan en el país. Durante estos dos años y medio que lleva el proceso de paz se estima que las Farc han incrementado su pie de fuerza en por lo menos 4.000 unidades. Pero el problema es que esos nuevos combatientes son guerreros noveles dirigidos por comandantes inexpertos que no cuentan con el respaldo de las tropas.

Por esa razón buena parte de las derrotas militares que han tenido las Farc obedecen a que en el campo de batalla han tenido que llevar combatientes adolescentes que apenas saben manejar un fusil. Los resultados obtenidos por el Ejército así lo demuestran. Durante el año pasado las tropas lograron dar de baja a 888 guerrilleros, la captura de 986 y recibieron en sus cuarteles a más de 200 desertores. Las bajas de soldados en combate fueron de 200.

Ha habido un cambio de ecuación en la guerra. Lo ocurrido en Patascoy, las Delicias, Puerres, entre 1996 y 1998, donde fueron retenidos la mayor parte de los soldados que hoy están en manos de las Farc, no se volvió a repetir. En esos ataques la guerrilla demostró por primera vez que era capaz de derrotar militarmente en un enfrentamiento abierto al Ejército colombiano y llevarse a sus soldados secuestrados. En ese momento se llegó a pensar que las Farc estaban pasando de una guerra de guerrillas —cuyo punto de lanza es el elemento sorpresa— a una guerra de posiciones, en la cual su fortaleza militar les permitiera defender un pedazo de territorio.

Pero entonces se produjo un cambio de estrategia de las Fuerzas Militares. La incorporación de una nueva cúpula con liderazgo dentro de la tropa, la profesionalización de los soldados y una mejor coordinación entre las armas, Ejército, Armada y Fuerza Aérea, con énfasis en la participación de esta última —el avión fantasma— han desaparecido esas dantescas derrotas. Las Farc se vieron obligadas a regresar a lo de antes: a atacar pueblos, emboscar patrullas, asaltar bancos y realizar las mal llamadas ‘pescas milagrosas’ en las carreteras.

Hoy en día el problema de las Farc no es el número de efectivos. Por el contrario, con el negocio del narcotráfico han logrado reclutar un buen número de combatientes que acerca a este movimiento subversivo a los 20.000 hombres en armas. Pero la guerra no se define por el número de combatientes. Es más una combinación de táctica militar, inteligencia y capacidad ofensiva. O sea que, en el fondo, las guerras las ganan los generales y los coroneles. Y ahí radica la gran debilidad de las Farc: carecen de cuadros que puedan liderar a la tropa. Por eso la lista de los “13 perros de guerra” tiene tan preocupados a los mandos militares. El reintegro de esos cabecillas aumentaría considerablemente la capacidad de confrontación de ese grupo subversivo.

El fondo es que esos guerrilleros que están en las cárceles tienen muchos años de experiencia en el campo de combate. Por más de 10 años han sido preparados para ser líderes. Para conocer el enemigo y convertirse en expertos en explosivos, en inteligencia, en redes urbanas. De llegarse a dar el canje sería cambiar alfiles por peones.



Oposicion militar

Es por esas razones que la cúpula de las Fuerzas Armadas se opone rotundamente a cualquier cosa que signifique canje. Pero su preocupación no se limita al aspecto castrense. En el campo político los generales consideran que el intercambio es una figura del Derecho Internacional Humanitario no aplicable a los conflictos internos. “No podemos permitir el intercambio de delincuentes por funcionarios estatales”, señaló una fuente consultada por SEMANA. Además creen que de llegarse a dar el intercambio se estaría reconociendo el estado de beligerancia que las Farc tanto la han buscado internacionalmente.

Ahora bien, en la medida en que sea un acuerdo entre enfermos el intercambio no tendría problemas y estaría cobijado por los Protocolos I y II de Ginebra. Sería un gesto humanitario con el que todos estarían de acuerdo. El problema empieza cuando los guerrilleros que van a salir de la cárcel sufren de dolencias menores que pueden ser atendidas dentro del mismo penal.

El gobierno ha dicho con vehemencia que va a ser un intercambio por una sola vez. Pero muchos piensan que es sólo un eufemismo para hablar de canje por el número de personas que van a intercambiar. Si es por una sola vez, como está planteado, ¿qué va a pasar con el resto de soldados y policías secuestrados? ¿Y qué va a pasar con los más de 1.000 civiles secuestrados por las Farc? ¿No habría un tratamiento desigual? ¿Más aún si los soldados cayeron en manos de las Farc cumpliendo con su deber mientras los civiles no son parte del conflicto?

El otro gran interrogante que queda flotando es si este canje, disfrazado de intercambio humanitario, va a estimular la guerra sucia. Al ver que los capturados en combate (guerrilleros o soldados) pueden ser canjeados en el futuro, sus enemigos preferirían darlos de baja. Otra gran duda es cómo va a reaccionar la tropa frente a este intercambio. Pues no se conoce hasta qué punto los soldados estarían dispuestos a dar su vida en un combate si saben que si se entregan en un futuro no muy lejano podrían hacer parte de un intercambio de soldados por guerrilleros.

No es la primera vez que se habla de intercambio o de canje en los conflictos armados. Para no ir más lejos, en Centroamérica esa figura se dio. Pero los intercambios se hicieron en la etapa final de las negociaciones, cuando ya había un acuerdo sobre los puntos fundamentales del proceso. Pero aquí el tema del canje fue manejado mal por el gobierno desde el principio. Fue una botella que lanzó al mar Marulanda y que el presidente Pastrana recogió cuando dijo que analizaría la lista que días después entregó ‘Tirofijo’ al Alto Comisionado. El problema es que esa lista está conformada por ‘coroneles’ para la guerra que valen oro en polvo para las Farc.