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Son tan complejos los días que vive el ministro que en varios escenarios políticos se interpretó que Vargas Lleras llegó a poner orden en la casa. | Foto: SEMANA

POLÍTICA

Los aciagos días que vive el ministro de Defensa

Es una paradoja: el talón de Aquiles de Santos es hoy su ministro más apreciado. Análisis de Semana.com

Armando Neira
25 de febrero de 2014

Los acontecimientos que por estos días rodean al ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, han sido convertidos por los opositores al presidente Juan Manuel Santos en la munición favorita para dispararle día y noche.

En cualquier otro momento, podría interpretarse como una serie de infortunadas coincidencias propias de una actividad tan sensible como es la seguridad del país. Pero en época electoral, pueden tener un enorme impacto a la hora de depositar el voto.

¿El comandante supremo de las Fuerzas Armadas tiene en el ministro al hombre adecuado para que los colombianos duerman tranquilos? Es una de las preguntas que se hacen los analistas en los espacios de opinión.

Algunos valoran su enorme preparación, sus conocimientos de estrategia, su empatía con la tropa -es hijo de militar-, su entrega incansable en el trabajo y, muy importante, la sólida lealtad que los une con el presidente: fue su viceministro para la Estrategia y la Planeación en el Ministerio de Defensa y su secretario general en la Presidencia.

Otros, en cambio, gritan a los cuatro vientos que cómo es posible que no haya renunciado tras los sonoros escándalos recientes.

“El ministro Pinzón debe asumir la responsabilidad política. Debe irse”, sentencia el miembro de la Alianza Verde, el concejal Antonio Sanguino. “¿Por qué sigue en el cargo? El país espera su renuncia de manera inmediata”, agrega el senador Luis Carlos Avellaneda, del Polo Democrático Alternativo. Cualquier ciudadano creería que es natural que las voces de la oposición exijan su retiro para crearle fisuras al gobierno.

Pero, no son los únicos. El domingo pasado, en el reportaje para El Tiempo el periodista Yamid Amat lo entrevistó para que hablara sobre la crisis en el Ejército. Estas fueron las primeras preguntas con las que se encontraron los lectores: “¿Por qué dispone el retiro de seis generales y usted mismo no ofrece su dimisión, si, aparentemente, era usted tan responsable como ellos de las faltas de control? ¿Usted se siente responsable de algo en esta crisis?

¿Pero usted no se siente un poco responsable, como los generales retirados, por esa falta de prevención, o de vigilancia o de control? Pero, ante la crisis, muchos sectores de opinión esperaban su renuncia… Perdone que le insista: ¿por qué los generales y no usted?”.

Las dificultades del ministro no son de ahora. La Corte Constitucional le tumbó el fuero militar lo que creó un sacudón en la oficialidad. Luego se repitió el escándalo de Tolemaida, un centro de reclusión en donde los militares presos hacían y deshacían, después hubo un debate nacional por la veracidad de las cifras de la inseguridad en el país.

En este caso, se alegó que las diferencias con las mostradas por los opositores se debían a cuestiones metodológicas. Lo cierto es que el ministro sorteó estos tres escollos y siguió al frente del despacho.

Luego vino la revelación de la sala de espionaje del barrio Galerías en Bogotá y el rostro de desconcierto del ministro al enterarse de lo que allí ocurría. A los 15 días se sumó la supuesta corrupción en el Ejército que terminó con el cambio de cúpula y en el que el ministro no se sabía bien cómo actuaba y que dio motivo para toda clase de comentarios. “Señor presidente, nombre un ministro de Defensa civil”, trinó el columnista Daniel Coronell.

Y en línea con la ley de Murphy, que dice que todo lo que va mal es susceptible de empeorar, se conoció que las cuentas de correo electrónico del jefe del Estado y de miembros de su familia habían sido infiltradas. ¡Qué inseguridad, por Dios!, se escuchó en la calle. Y otra vez el ministro Pinzón a dar explicaciones.

Pero faltaba más. El ataque a bala a la caravana de la candidata de la Unión Patriótica, Aida Avella, en Arauca. Desde el Ministerio de Defensa se sindicó primero a las FARC, luego al ELN, dudas que fueron tomados por ella como una cortina de humo que la llevó a preguntar: ¿Por qué el ministro seguía en su cargo?

El ministro tiene razón en las enormes dificultades para responder por las acciones, buenas o malas, de cada uno de casi medio millón de personas que están bajo su mando y máxime en un país en guerra, situación que impide ver las cosas en blanco y negro. Tener a todo mundo apegado a la ley es un imposible.

Pero ahora Pinzón enfrenta una delicada situación por su propia firma. La compra de un apartamento por 280 millones de pesos en Unicentro, al norte de Bogotá. Él alega que son rumores malintencionados que “circulan en un pasquín” y que han llegado a los medios de comunicación: “No hay derecho de que traten de inventar semejante hecho tan absurdo”, argumenta.

En su defensa, Pinzón explica que ya le dio detalles suficientes a su jefe natural, el presidente Santos; y los entes de control, la contralora Sandra Morelli; y a sus hombres a su cargo, a 67 generales con los que se reunió el viernes en la Escuela Militar. Sin embargo, deja un mal sabor de boca que haya comprado su vivienda a una persona vinculada con una firma contratista del Ejército.

Y, como si todo esto no fuera suficiente, el candidato a la Vicepresidencia Germán Vargas Lleras salió a justificar su silencio de más de medio año sobre el proceso de paz con el argumento de que él cumplía órdenes, porque, señaló, el presidente Santos dio la instrucción precisa que además de él y de los negociadores gubernamentales en La Habana, “nadie, absolutamente nadie, puede hablar de la negociación”.

Y Pinzón casi todas las semanas daba una opinión no del proceso pero sí de las FARC: “Ratas”, “culebras”, les decía. Los guerrilleros en La Habana le respondían. Y el ‘toma’ y dame era frecuente.

Son tan complejos los días que vive el ministro que en varios escenarios políticos se interpretó que Vargas Lleras llegó a poner orden en la casa y, entre otras cosas, le mandó un viajado al ministro para que guardara silencio por lo que ocurre en La Habana y al vicepresidente Angelino Garzón por vivir paseando. ¿Será así? Por lo pronto, Angelino ya renunció a la embajada de Colombia en Brasil.