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Vargas, hoy ministro de Vivienda, selló una alianza con Santos hace dos años en Barranquilla después de haber sido su contradictor. A la derecha, el senador Vargas discutía con el ministro Santos en el Congreso.

POLÍTICA

Los afectos de Santos, del odio al amor

El círculo de amistades de Juan Manuel Santos ha dado un vuelco. Contradictores como Germán Vargas, Rafael Pardo, Hugo Chávez y Rafael Correa son hoy 'mejores amigos', mientras que Álvaro Uribe, que fue su jefe, no lo puede ni ver.

9 de junio de 2012

Hace exactamente dos años, en plena temporada electoral, sucedió un evento insólito en Barranquilla. En un auditorio atestado con más de 2.000 personas y a 33 grados de temperatura, Germán Vargas Lleras, candidato presidencial de Cambio Radical, selló una alianza con Juan Manuel Santos, candidato de La U. Una foto emocionada de los dos, vestidos de blanco y con las manos arriba, quedó de recuerdo.

Aficionados y seguidores de la política no lo podían creer pues, aunque dicen que del amor al odio hay solo un paso, pocos esperaban el apretón de manos entre Vargas Lleras y Santos. A pesar de compartir sus orígenes liberales la relación entre estos dos curtidos políticos era más un camino de espinas que de rosas, pues sabían que se encontrarían en algún momento como competidores en el partidor presidencial. Uno de sus desencuentros más fuertes fue en 2007 cuando el entonces senador Vargas Lleras impulsó tras bambalinas la moción de censura contra Santos, entonces ministro de Defensa, y lo puso contra las cuerdas.

Ese no fue el único giro de afectos que daría Santos en campaña. Días después de que arrasara en segunda vuelta, el Partido Liberal, en cabeza de Rafael Pardo, entró a la coalición de gobierno después de años en la oposición. Esto también sorprendió, pues la relación entre Pardo y Santos también era muy mala. En 2006, Santos acusó a Pardo de hacer parte de un supuesto complot con las Farc, lo que generó gran indignación en el exministro. Incluso, en un debate electoral de la primera vuelta, Pardo increpó a Santos y le dijo de manera cándida "¿usted de verdad creía que eso podía ser cierto?".

Ni qué decir de los contradictores internacionales. Hasta la campaña presidencial de 2010 Juan Manuel Santos fue uno de los antichavistas más reconocidos y recalcitrantes en Colombia. El primer mandatario no solo criticaba la supuesta cercanía entre Chávez y las Farc, sino también la doctrina económica y la proyección hemisférica de la revolución bolivariana. El sentimiento era mutuo. No era raro, por ejemplo, que el presidente venezolano se refiriera a Santos como "una amenaza para la paz del continente."

Una tensión similar se presentaba con el presidente de Ecuador, Rafael Correa. El otro vecino casi no perdona la incursión militar en su territorio que autorizó Santos cuando era ministro de Defensa y que dio con el cabecilla de las Farc Raúl Reyes. El ocupante del palacio de Carondelet no perdía oportunidad de decir que esa decisión había sido un "horror, irrespeto, insensatez". Esos antecedentes llevaron a pensar que la política exterior santista sería una continuidad de los permanentes enfrentamientos de Uribe con ambos gobiernos extranjeros. Por eso generó la mayor sorpresa cuando en su discurso de posesión el presidente Santos extendió una rama de olivo a Caracas y a Quito: "Queremos vivir en paz con todos nuestros vecinos". En poco tiempo, las relaciones de la Casa de Nariño con Ecuador y Venezuela mejoraron ostensiblemente.

Dos años después, Germán Vargas es el encargado de jalonar la locomotora de vivienda y uno de los ministros con más ascendencia en el gabinete. Pardo, por su parte, es la cabeza de la cartera de Trabajo, Chávez no ahorra elogios para Santos y le ayuda a capturar criminales, y Correa, aunque puso en jaque la Cumbre de las Américas, también se considera un aliado y amigo. ¿A qué se deben estas nuevas amistades?.

Según expertos consultados por SEMANA, la actitud de Santos se debe a una mezcla entre cálculo político y la necesidad de asegurar gobernabilidad -hacia fuera y hacia dentro- y pasar grandes reformas.

En América Latina, Santos no es el único mandatario que fue elegido con una plataforma pero que gobernó con otra. En los últimos 20 años también se pueden contar las experiencias de Alberto Fujimori en Perú y Carlos Menem en Argentina. "Lo importante no es el cambio de ideas sino el fundamento o las razones de Estado que el presidente tiene para hacer el viraje" dice el académico Francisco Gutiérrez. Santos dio ese timonazo en aras de acabar con la polarización que amenazaba con volver inviable el modelo político de Álvaro Uribe. Por esto, llegó en una actitud conciliadora con las fuerzas políticas internas, bajándole la tensión al choque de poderes dentro del Estado, y tendiendo puentes con los vecinos.

Su primera tarea fue armar una amplia coalición de gobierno con espacio para varios partidos del espectro político y logró incluir en su gobierno figuras de la talla de Vargas y Pardo. En la posesión de este último Santos dijo "lo conozco hace mucho tiempo, conozco sus habilidades y su destreza. Por eso decidí que era mejor tenerlo de mi lado que del lado contrario". En otras palabras, el famoso 'equipo de rivales' que la historiadora Doris Kearns Goodwin retrató en su libro sobre Abraham Lincoln.

Por definición, una apuesta política como la Unidad Nacional implica hacer acuerdos con quienes fueron derrotados en las elecciones, asegurar su apoyo y, a cambio, incluir sus propuestas en el plan de gobierno. Al final del día, se trata de ampliar la base, asegurar la gobernabilidad y pasar grandes reformas. Sin esa unión con sus 'enemigos', probablemente leyes bandera como la distribución de las regalías o incluso la Ley de Víctimas no habrían sido posibles.

Además, vale la pena recordar que Pardo, Vargas y Santos comparten más similitudes que diferencias. Los tres son de origen bogotano, miembros de familias tradicionales, pasaron por el uribismo, son de origen y talante liberal y hasta han compartido más de un juego de póquer. También son expertos de la política, que por definición es el arte de lo posible. Esto implica dejar los sentimientos a un lado, dominar las técnicas de negociación, hacer cálculos y tener claras las fichas que se tienen que mover.

Y en el ámbito internacional, cambió la esencia de la política exterior colombiana, que pasó de ser una enfocada hacia Estados Unidos a una de integración con América Latina. Esto ha sido evidente en las buenas relaciones que ha mantenido con los vecinos, la presidencia de María Emma Mejía en Unasur y la creación de la Alianza Pacífico. El presidente se tragó algunos sapos, sobre todo con Chávez y Correa, para reconstruir puentes quemados y así reactivar el comercio y la cooperación en temas tan sensibles como la seguridad y la frontera.

Lo curioso es que mientras Santos se rodea de 'nuevos mejores amigos' los que ahora no lo pueden ver son algunos de sus antiguos colegas. Los uribistas purasangre, con quienes compartió gabinete, hablan de un gobierno derrochador, traidor y "de anuncios". Su antiguo jefe, el expresidente Álvaro Uribe, es hoy el líder de la oposición y alfiles como Francisco Santos, Luis Carlos Restrepo, Fernando Londoño y José Obdulio Gaviria no pierden oportunidad para criticar al presidente en sus columnas, cuentas de Twitter y programas de radio. Aunque Santos hizo lo posible por evitar la pelea, se subió al ring y, por ahora, una reconciliación no entra en las cuentas de nadie. Sin embargo, como lo ha demostrado el propio jefe de Estado, más tarde que temprano los enemigos de hoy podrían convertirse en los aliados de mañana. Así es la política.