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Los mapas del nuevo sistema de rutas todavía ponen a pensar a los viajeros. En las estaciones, funcionarios de TransMilenio les explican a los usuarios cuál bus deben tomar. No es fácil acostumbrarse a un esquema que ofrece tantas rutas

crónica

Los colores de TransMilenio

Un recorrido por la mayor parte de las troncales del sistema permite ver sus puntos fuertes y débiles.

27 de mayo de 2006

La mejor manera de regresar a Bogotá de vacaciones y estrenar el nuevo orden de TransMilenio es con una primiparada. Por ejemplo, subirse a la loca en la estación de la calle 127 en el J70 como si fuera el antiguo 70 rumbo a Los Héroes y descubrir, demasiado tarde, que se trata de un super-expreso de hora pico que sólo para en la Jiménez antes de subir a Las Aguas. Resultado, llegar una hora tarde a una cita por no haber mirado con calma el mapa de la estación.

En TransMilenio ya no funciona el refrán que dice "en el camino se arreglan las cargas". Subirse a un bus equivocado se puede convertir en un inesperado city tour y casi siempre obliga a hacer complicadas maromas de cambio de bus para corregir el rumbo.

Toca armarse con un poco de paciencia para entender los colores y las zonas, y familiarizarse con la oferta de 46 rutas distintas que permiten atravesar Bogotá de al menos 16 maneras distintas, sin contar las rutas que no cruzan la ciudad de un extremo a otro.

La mejor manera de viajar a la fija es en los buses que paran en todas las estaciones. Pero, según señalan varios usuarios, estos han perdido protagonismo y es casi obligatorio conocer los distintos expresos y sus horarios. Los hay de lunes a viernes, de lunes a sábado, dominicales, así como rutas que sólo operan en horas pico.

Como sucede con el metro de cualquier gran ciudad, basta con aprenderse las rutas habituales que llevan de la casa al trabajo y acudir al mapa en el momento de aventurarse por rumbos desconocidos.

El jueves 25 se había decretado paro de transporte en Bogotá y, contra todos los pronósticos, el sistema no colapsó. A las 7 y media de la mañana se notaba la habitual aglomeración de ciertas estaciones, pero las cosas marchaban con bastante fluidez. Una señora lo explicó: "es que la gente madrugó mucho".

El nuevo esquema de zonas, colores y letras tiene la ventaja de que hace posible una gran cantidad de rutas y, además, facilita conocer el destino de cada bus y por dónde transita. Sin embargo, presenta algunos inconvenientes. Las estaciones más congestionadas, es decir, las de la Avenida Caracas, son las más estrechas y en las entradas se acumulan decenas de personas que esperan hasta seis rutas diferentes. El contraste entre dos estaciones álgidas como Ricaurte (en el cruce de la 30 con calle 13) y Calle 76 (donde se bifurcan los ramales de la Autopista Norte y la Avenida 80) es del cielo a la tierra. Con el agravante de que por la 76 se mueven muchos más pasajeros. Ese es tal vez uno de los puntos débiles del sistema: que el eje de la Caracas, de lejos el de mayor demanda, cuenta con las estaciones más incómodas.

La solución no necesariamente es poner más buses. De hecho, en ciertos lugares ya se ha saturado el sistema y los buses deben esperar bastante tiempo para llegar a la puerta de la estación que les corresponde. En un recorrido a las 9 de la mañana (fuera de la hora pico), el bus que iba rumbo a Las Américas se demoró 31 minutos para recorrer las más de 60 cuadras que separan Los Héroes de la Jiménez y casi cinco minutos en darle la vuelta a dicha estación para tomar rumbo a Las Américas. Los semáforos también entorpecen en gran medida la entrada y la salida de buses en estas estaciones congestionadas.

La otra queja viene de tiempo atrás: a TransMilenio lo llaman 'Transmilleno'. En parte esto sucede porque mucha gente se queda en las puertas y no avanza hacia el centro de los buses. Pero no es fácil moverse dentro de un bus atestado de pasajeros porque los pasillos son estrechos. Una posible solución sería ponerles una sola hilera de sillas, como en el Metro de Medellín.

El nuevo sistema permite atravesar Bogotá en tiempos inimaginables hace apenas cinco años. Pero sigue latente una pregunta cuando, luego de haber viajado de Las Américas a Bosa, y de allí a Suba, el recorrido llega a su fin a las 2 de la tarde en la detestable y estresante estación de la calle 76. ¿La troncal de la Décima y la Séptima resolverá el hasta ahora insoluble problema de demanda de la Caracas? ¿O Bogotá definitivamente sí necesita metro, al menos en ese eje?