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Pablo Catatumbo, acompañado por Ricardo Téllez e Iván Márquez anunció que se levantaban de la Mesa de negociaciones luego de que el gobierno anunció su intención de convocar un mecanismo para consultar a la opinión pública si aceptaba el proceso de paz. | Foto: AP

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Los diálogos de paz, en pausa

La semana que inició con las Farc reconociendo a sus víctimas, terminó con el gobierno llamando a consultas a sus negociadores.

24 de agosto de 2013

La que pasó fue tal vez una de las semanas más contradictorias del proceso de conversaciones entre el gobierno y las Farc desde que este empezó, hace nueve meses, en La Habana.

El martes 20, las Farc reconocieron públicamente, por primera vez, que con su guerra han provocado “crudeza y dolor” y se declararon dispuestas a manifestar un “sentimiento de pesar” por las víctimas que han causado en el conflicto armado. 

Apenas tres días después, este importante paso hacia el perdón y el reconocimiento de las víctimas quedó en suspenso: el viernes 23, luego del anuncio del presidente Santos de abrir paso en el Congreso a un referendo para refrendar un eventual acuerdo final, las Farc pidieron una “pausa en la discusión” para analizar esa propuesta, y la semana terminó con la primera interrupción de los diálogos desde que estos empezaron.

 Aunque circuló la información de que las Farc tendrían la intención de reanudar la negociación el lunes 26, el presidente ordenó a sus negociadores volver a Colombia, lo que significa que, al menos por unos días, las conversaciones no se retomarán. 

Esta es la primera vez que una de las partes interrumpe unilateralmente las negociaciones y, aunque no se prevé que las circunstancias lleven a una crisis o un impasse serio, sí es revelador de las distancias entre las partes en ciertos temas y de las tensiones naturales que existen en un proceso de esta naturaleza.

La paz no está sumida en una crisis pero sí en una ‘pausa’. Esta fue decretada por la guerrilla pero fue en buena medida provocada por el gobierno. Si se leen con atención los tres breves artículos del proyecto de ley estatutaria que este presentó al Congreso con mensaje de urgencia, la administración Santos no ha convocado un referendo, como lo precisó su jefe negociador, Humberto de la Calle, pero sí ha pedido al Congreso abrir la posibilidad de que, en caso de un acuerdo final con las Farc en Cuba, esta consulta se pueda realizar simultáneamente con las elecciones parlamentarias de marzo de 2014 o con las presidenciales, en mayo de ese año. 

La breve exposición de motivos, además, es categórica: “El gobierno ha sido claro –dice– en que no está dispuesto a convocar una Asamblea Nacional Constituyente”. Las Farc, que han insistido en que el mecanismo para refrendar los acuerdos debe ser precisamente la Constituyente, ‘pegaron el brinco’ y pidieron pausa.

Así terminó la semana. Para hacer una lectura de lo ocurrido hay que tener en cuenta que en los procesos de paz una cosa son los actos simbólicos y otra muy distinta las mecánicas políticas. Y la semana pasada se mezclaron esas dos realidades.

De las víctimas…
Uno de los elementos más simbólicos de este proceso es que las Farc (y el Estado) sean capaces de pedirles perdón a sus víctimas y al país. Un perdón creíble. El Estado ha empezado a hacerlo de diversas maneras, pero la guerrilla, pese a algunas tímidas insinuaciones, se había resistido a plantear el tema de frente. Por eso, se asumió como un primer paso positivo cuando las Farc, el pasado martes, dijeron: “Debemos reconocer la necesidad de aproximar el tema de las víctimas, su identificación y su reparación con total lealtad a la causa de la paz y la reconciliación”.

Esas palabras, leídas por Pablo Catatumbo, marcaron un contraste notorio con lo que hasta ahora venían diciendo las Farc. La negativa constante y a veces descarada a reconocer su condición de victimarios había generado mucho escepticismo sobre su real disposición a la reconciliación. 

Al inicio formal de las conversaciones, Humberto de la Calle, jefe del equipo negociador del gobierno, había dicho que “las Farc deben darle la cara a las víctimas”  a lo cual replicó Iván Márquez: “No hemos cometido crímenes contra el pueblo”. Jesús Santrich, otro influyente miembro de la delegación de las Farc, ante la pregunta de un periodista por la disposición de la guerrilla al reconocimiento de las víctimas, había respondido en tono burlesco: “Quizás, quizás, quizás”.

De ahí la trascendencia de las declaraciones de la semana pasada. En una entrevista Catatumbo agregó: “Yo no tengo problema en decirle a una señora, a una familia, que siento el dolor que le hemos producido con la muerte de su ser querido”. Y puntualizó: “¿Hay que pedir perdón? Muy bien, lo pediremos”.

Esta disposición expresada por las Farc por primera vez en las palabras de Catatumbo es un elemento importante para el proceso, tanto como indicador de la disposición de la cúpula guerrillera de reconocer su papel como victimaria, como para infundir en sectores escépticos de la población la confianza de que las Farc están embarcadas en reconocer su responsabilidad sustancial en el conflicto armado, algo que es indispensable para que las negociaciones ganen respaldo en la opinión pública. Pero, es solo un primer paso: tendrán que hacer mucho más gestos de perdón y arrepentimiento, y mucho más contundentes y abiertos, para que puedan reconciliarse con los colombianos. 

… a la ‘realpolitik’

El jueves, sin embargo, el proceso de paz se trasladó del terreno de los símbolos al escenario de la política pura y dura. El presidente Santos, con el respaldo de la Unidad Nacional, anunció la presentación de un proyecto de ley estatutaria para permitir que “los referendos constitucionales que se realicen con ocasión de un acuerdo final para la terminación del conflicto armado” puedan llevarse a cabo el mismo día de las elecciones ordinarias. 

De aprobarse este proyecto (lo cual se da por descontado, pues cuenta con el respaldo de la coalición mayoritaria), permitiría hacer coincidir el referendo que refrendaría el acuerdo de paz con las Farc con las elecciones legislativas del 9 de marzo o las presidenciales del 25 de mayo.

La propuesta tiene implicaciones de fondo, tanto para la negociación con las Farc como para la compleja política colombiana.

En primer lugar, se trata de todo un mensaje para las Farc, tanto sobre el ritmo del proceso, que viene avanzando últimamente a paso paquidérmico, como sobre los mecanismos para buscar la refrendación popular de los acuerdos. 

Todo indica que la presentación del proyecto al Congreso no se discutió previamente con los negociadores de la guerrilla. De allí, su reacción de frenar, por primera vez, las conversaciones.

Catatumbo dijo el viernes a primera hora desde La Habana que su grupo decidió “hacer una pausa en la discusión de la Mesa para centrarse exclusivamente en los análisis de los alcances de la propuesta gubernamental”. Insistió en que las Farc han propuesto como mecanismo de refrendación una Asamblea Constituyente y se quejó de que el gobierno no mencionara “los procedimientos de construcción democrática de lo que sería refrendado”, en abierta alusión a que el mecanismo de refrendación debe ser pactado por las partes, como dice la agenda.

El jefe negociador, Humberto de la Calle, salió a precisar desde Cali que el gobierno no ha convocado un referendo y que el mecanismo de refrendación deberá discutirse en el marco del punto seis de la agenda de La Habana. Insistió, como lo hizo el presidente, en que el proyecto de ley tiene el objetivo de prever de antemano un mecanismo para refrendar los acuerdos, si estos se dan, pero que el mecanismo mismo deberá pactarse en la mesa. Santos calificó como “un acto de responsabilidad” prever desde ahora tal mecanismo y declaró que ese es el sentido del proyecto presentado al Congreso. 

La propuesta del gobierno tiene la peculiar propiedad de generar a la vez una reacción de rechazo casi instintiva de parte de las Farc, pues se trata de un referendo y no de una Constituyente –por eso declararon la ‘pausa’–, pero, también, de no sumir las conversaciones en una crisis. A fin de cuentas nada, ni referendo ni otro mecanismo está convocado (y eso es lo que seguramente los negociadores oficiales dirán a su contraparte en la Mesa). Así, lo más probable es que, pasados unos días, se retome el punto de participación política que actualmente se está discutiendo.

Sin embargo, el mensaje para las Farc no puede ser más claro. Por una parte, el gobierno está poniendo con contundencia sobre la mesa que quiere referendo, no Constituyente, y está preparando los mecanismos legales para ello. Por otra, les está diciendo a las Farc que el proceso demanda más ritmo. 

El presidente Santos y De la Calle les pidieron a los guerrilleros que no se tomen mucho tiempo para estudiar la propuesta del gobierno al Congreso, y el primero volvió a insistir en que un acuerdo es posible antes de diciembre. En todo caso, con la perspectiva de un referendo sincronizado con las elecciones del año entrante para refrendar un eventual acuerdo final entre el gobierno y las Farc, la discusión de ese acuerdo sigue siendo una cuestión de meses, no de años, como ha sido el mantra oficial. 

Por otra parte, la propuesta del gobierno tiene también implicaciones de fondo en la política interna. Por un lado, no es gratuito que la declaración del presidente se haya dado en medio de una singular oleada de paros y protestas en todo el país. Las Farc, que estaban concentradas en la protesta social,  tienen que volver los ojos hacia los tiempos y los mecanismos de La Habana.
 
Lo mismo ocurre con la opinión pública y los partidos. La paz pasa a ser un tema central no solo en la campaña electoral sino en las votaciones mismas. Un referendo sobre acuerdos con las Farc el día de las elecciones a Congreso o a presidente pondrá el tema de la paz como el eje y desplazará a segundo plano otros temas, como el de la escogencia de candidato presidencial del uribismo. 

Por algo la primera reacción del expresidente Uribe fue áspera: “Referendo para el terrorismo, es maniobra de presión del gobierno para distorsionar las elecciones de Congreso y de Presidencia”, dijo en un trino.

Este es el otro aspecto de la propuesta oficial. No se trata solo de enviar un mensaje a las Farc, ni tampoco solamente de prever los aspectos legales de un eventual mecanismo de refrendación de los acuerdos. Introducir en el Congreso la discusión sobre un referendo para los días de elecciones es introducir una nueva variable en los comicios. Una variable favorable para los partidarios de la paz y desfavorable para sus contradictores. 

Sin hablar de que, de aprobarse la Ley Estatutaria, pondría al referendo sobre la paz en el mejor escenario posible, pues, como se demostró en tiempos de Uribe, el primer enemigo de una consulta popular es la cantidad de votantes que acudan a las urnas.

Habrá que esperar unos días, pero es probable que la ‘pausa’ decretada por las Farc en las negociaciones no sea más que eso, una pausa, y que la guerrilla y el gobierno retomen en poco tiempo el proceso que traen desde hace unos meses. Está por verse si este incidente contribuye a imprimir más ritmo a un proceso que lo está necesitando a ojos vista. El punto de participación política pasa ya de dos meses y apenas se están redactando los primeros acuerdos. Y es tan solo el segundo de seis puntos en la agenda.

Sin embargo, y pese al final de semana en suspenso, la decisión de las Farc de ponerle el pecho a la discusión sobre su responsabilidad frente a las víctimas del conflicto armado puede ser decisiva para reforzar la credibilidad del proceso. Quizá sea este elemento y no la pausa, el decisivo de esta contradictoria y agitada semana en el frente de la paz.