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Para el presidente Uribe, estas elecciones serán una prueba de equilibrio político. Sabe que todos los uribistas necesitan de su guiño, pero no podrá darselo a todos

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Los elegidos

Uribe tiene ganas de apoyar candidatos a las alcaldías y gobernaciones. Sin embargo, la ley se lo prohíbe y en el juego hay altos riesgos políticos. ¿Qué hará?

23 de junio de 2007

La carta más buscada en la campaña electoral que comienza se llama 'guiño presidencial'. Preferiblemente, compartir tarima con Álvaro Uribe. Pero valen una foto con él, o una cuña con su voz, aunque sea para decir -sin que nadie lo desmienta- que existe el apoyo del popular mandatario.

La camiseta uribista ya ha mostrado su rentabilidad electoral en elecciones anteriores. Desgastados caciques liberales se reencaucharon con La U en el pecho, porque los asociaron al Presidente que buscaba la reelección. Figuras tan desconocidas como Gina Parody y Martha Lucía Ramírez, de la mano de Uribe lograron votaciones altísimas y entraron a las grandes ligas sin hacer fila. Conocida ya la fórmula ganadora, el problema es que no hay dosis disponibles para tantos aspirantes.

A Uribe le encantan las campañas, adora los votos y entiende el valor de contar con aliados en los gobiernos locales. Pero la ley no lo deja actuar con mucha libertad: prohíbe la participación en política de los funcionarios públicos. Ya no es candidato, como en 2006, y en consecuencia no tiene el permiso que el año pasado le otorgaba la Ley de garantías. Sus apoyos a candidatos y su hábil manejo de la imagen, en esta ocasión podrían ser considerados participación indebida en política y constituir una falta disciplinaria.

La combinación de ganas con restricciones legales quedó plenamente ilustrada con la llamada que hizo Uribe desde el avión presidencial a la convención nacional de Cambio Radical para expresar su preferencia por algunos candidatos. Lo hizo con gusto, pero le llovieron rayos y centellas, y sus enemigos lograron encender el debate sobre los alcances de las anacrónicas normas vigentes, de origen en el Frente Nacional, que prohíben el proselitismo oficial para buscar "menos política y más administración".

¿Cuál será, bajo las actuales condiciones, el juego el Presidente? "La ley no limitará a Uribe. Él seguirá moviendo sus fichas como siempre lo ha hecho", según el senador liberal Juan Fernando Cristo. Agrega que ante la baja probabilidad de que la politizada e ineficaz comisión de acusaciones del Congreso -la entidad que tendría que investigarlo- sancione al primer mandatario, este no se quedará quieto. "Llamará congresistas, alcaldes y gobernadores y los pondrá a favor de su candidato en cada región. Y utilizará los consejos comunitarios para inclinar la balanza", añade Cristo.

Otros niegan esta hipótesis. Creen que Uribe no será tan frentero. No tanto por apego a la ley, sino porque estas elecciones son una sumatoria de realidades políticas totalmente distintas en cada municipio. No hay grandes corrientes nacionales, ni las elecciones locales reflejarán la competencia entre el gobierno y la oposición. Y ese es un escenario que tiene demasiados riesgos. El mayor de todos es conservar el equilibrio entre los distintos partidos que componen la coalición de gobierno: La U, Cambio Radical, el Partido Conservador, Alas-Equipo Colombia, Colombia Viva y demás, serán aliados en algunos lugares, pero competirán en otros.

Es un campo minado. En muchos lugares habrá candidatos uribistas compitiendo con otros uribistas, y cada uno con aliados que incluso pueden ser de la oposición. Lo más probable es que el Presidente, ante semejante galimatías, limite sus guiños solamente a candidatos estratégicamente valiosos. La lucha por la Gobernación de Santander es un buen ejemplo.

La candidatura del tres veces ex candidato presidencial liberal Horacio Serpa dividió a los senadores uribistas. Varios conservadores y miembros del partido de La U la apoyan, pero otros están con Didier Tavera, aspirante por Convergencia Ciudadana, movimiento que también pertenece a la coalición de gobierno. ¿Con quién se irá Uribe? ¿A cuál de sus aliados le volteará la espalda?

Pero hay otros modelos totalmente distintos, como Nariño. Es una de las elecciones más importantes para el Polo Democrático, porque es una de las pocas que realmente puede ganar. Antonio Navarro es un competidor muy sólido. Por eso, todas las fuerzas uribistas lograron unirse contra él. Y en ese tablero, el 'guiño' es mucho más fácil: todo el mundo sabe que el Presidente está con Germán Chamorro de la Rosa, actual diputado conservador.

El panorama nariñense tiene algún parecido con el de la preciada Alcaldía de Bogotá, considerada la joya de la corona por el poder que tiene y por la cantidad de votos que se requiere para alcanzarla. Aunque Enrique Peñalosa cuenta con el apoyo del liberalismo, que está en la oposición, ha logrado la mayoría de fuerzas uribistas. Lo cual, sumado al objetivo estratégico de desbancar al Polo y de la simpatía que existe entre Uribe y Peñalosa, anticipa dónde estarán los amores presidenciales.

A la hora de predecir cómo se moverá Uribe también hay que tener en cuenta sus afectos personales. Hay candidatos muy cercanos al primer corazón de la Nación. En Córdoba es vox populí que Margarita Rosa Andrade, empresaria del transporte y directora departamental de la campaña de Primero Colombia en 2006, es la candidata 'pechichona' de Uribe a la Gobernación. Es tan cercana al mandatario, que su hermanafue nombrada recientemente en un importante cargo diplomático.

En la Alcaldía de Montería también hay un elegido. Es el conservador Marcos Daniel Pineda, funcionario clave para el gobierno en la aprobación de la reelección: fue el enlace del ministro del Interior Sabas Pretelt con el Congreso, durante la compleja aprobación de la reforma constitucional.

Para la Alcaldía de Cúcuta, aparece otro consentido de Uribe: Luis Hernando Angarita, ex viceministro del Interior que ha juntado, sin mucho esfuerzo, el apoyo de todos los partidos de la coalición gobiernista y hasta del Partido Liberal. Parece una carta segura.

Por Cali está Kiko Lloreda, quien a pesar de ser un reconocido pastranista, se ha ganado los afectos del Presidente. Se han visto cercanos en recientes consejos comunitarios, por lo que se cree que Uribe confía en el ex director del periódico El País, para entregarle los destinos de una de las ciudades más problemáticas de Colombia.

Pero el guiño presidencial más curioso, hasta el momento, se lo ha ganado el famoso periodista de deportes Édgar Perea. Uno de los serpistas más furibundos en el pasado, liberal de trapo rojo, y que conquistó al Presidente. Perea sería el elegido para la Alcaldía de Barranquilla, aunque además de sus rivales, tiene que superar dos investigaciones que podrían inhabilitarlo. Esta clara preferencia ya levantó ampolla en el otro candidato uribista: Alex Char, quien va por Cambio Radical y se ha negado a acompañar al Presidente en sus últimas giras por La Arenosa.

En la campaña habrá, en síntesis, todo tipo de juegos, alianzas y pactos. No va a ser fácil jugar simultáneamente en tantas mesas, de tan diferente naturaleza. Ni siquiera para un jugador nato como Álvaro Uribe. ¿Qué hará ante la candidatura a la Gobernación de Antioquia de alguien tan cercano como Luis Alfredo Ramos? ¿O a la de Luis Pérez, ex liberal que se volteó al uribismo y puntea en las encuestas para la Alcaldía de Medellín? Más de un consejero en Palacio optaría por abstenerse. Pero Uribe es un apostador del que sólo se puede hacer un vaticinio: que no hará nada predecible porque su capacidad de sorprender no se quedará amarrada.