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Los enviados especiales

SEMANA revela los nombres y la agenda de los emisarios del presidente Hugo Chávez para reunirse con las Farc en el Caguán y con el ELN en la Serranía de San Lucas.

1 de enero de 2001

La oficina del Mono Jojoy’ en La Sombra, corregimiento aledaño a San Vicente del Caguán, parece el despacho del director del departamento de quejas y reclamos de una entidad oficial. Por allí desfilan diariamente una veintena de angustiados familiares y amigos de personas secuestradas por las Farc. El ‘Mono’ los recibe en una rústica casa de bahareque de apenas dos habitaciones: una sirve de sala de recibo y en la otra el jefe militar de las Farc se dedica a atender a sus visitantes.

Uno de esos días de atención al público —la mañana del sábado 20 de noviembre del año pasado, para ser exactos— un grupo de siete personas le hacían antesala a ‘Jojoy’. Todos ellos acababan de llegar de Bogotá en un vuelo comercial. Y todos iban a lo mismo: pedir por la liberación de familiares o amigos. Entre los visitantes había dos hombres que llamaron la atención de los demás por su acento de forasteros. Rondaban los 50 años, atléticos, bien vestidos y con buenos modales. ‘Jojoy’ se demoraba en llegar y la espera se hizo larga. Para aliviar la tensión los hombres comenzaron a conversar. Dijeron que eran ganaderos venezolanos. Que llevaban varios meses buscando una cita con el ‘Mono Jojoy’. Y que después de tocar muchas puertas estaban allí sentados, con la esperanza de ser escuchados por el jefe guerrillero. Explicaron que una cuestión humanitaria los había llevado a San Vicente del Caguán: 10 ganaderos venezolanos habían sido secuestrados cinco meses atrás por las Farc y no tenían un solo dato sobre su suerte.

Estaban contando su historia cuando apareció el ‘Mono Jojoy’. Sin mediar palabra, abrió la puerta de madera que daba acceso a su rústico despacho. Sacó una lista y comenzó a llamar uno a uno a sus visitantes. “A las primeras personas que atendió fue a los dos hombres venezolanos y habló con ellos durante unos 20 minutos”, contó a SEMANA un testigo del encuentro. “Cuando salieron de la reunión comentaron que se iban para el aeropuerto de San Vicente porque esa misma noche tenían vuelo a Caracas desde Bogotá”. En efecto, tal como consta en el registro migratorio del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), dos venezolanos, Ramón Emilio Rodríguez Chacín y José Remigio Castro Barrera, salieron del aeropuerto El Dorado en el último vuelo comercial con destino a Caracas. Los dos habían llegado a Colombia el día anterior procedentes de la capital venezolana según el mismo reporte del DAS.

Pero no eran ganaderos, como se habían presentado en el Caguán. Eran el capitán de navío Rodríguez Chacín y su asistente personal José Remigio Castro Barrera, dos oficiales del ejército de Venezuela, amigos personales del presidente Hugo Chávez. Tampoco era la primera vez que estaban de visita en el Caguán. De acuerdo con informes de Inteligencia de las autoridades colombianas, Rodríguez y Castro han ingresado a Colombia en más de 10 oportunidades desde 1992. El año pasado lo hicieron en cuatro ocasiones. Y la última vez fue el pasado 20 de noviembre, cuando ocurrió la liberación del industrial Federico Arango Bacci. Este había sido secuestrado por el Ejército de Liberación Nacional (ELN) en junio de 1999 en la Ciénaga de El Torno, a pocos kilómetros de Barranquilla.

En esa ocasión la presencia de Rodríguez y su asistente Castro fue autorizada por el gobierno colombiano ante una solicitud expresa del presidente Hugo Chávez, quien en comunicación con el presidente Andrés Pastrana le informó que el ELN estaba dispuesto a liberar a Arango pero para ello exigía la presencia de un delegado del gobierno venezolano. Chávez le informó a Pastrana que ese delegado era el capitán Ramón Rodríguez Chacín.

Algunos de los presentes en la liberación del industrial barranquillero afirmaron a SEMANA que, en efecto, Rodríguez Chacín fue clave para que el ELN devolviera a Arango sin que este grupo subversivo recibiera un solo peso por la devolución.

Rodríguez Chacín fue hasta hace poco comisionado de la poderosa Dirección de los Servicios de Seguridad y Prevención del Estado (Disip). Quienes lo conocen afirman que siempre ha mantenido un bajo perfil: discreto, de comunicados escuetos, eficaz y rápido en sus acciones. Fiel a su estilo, se ocultó de los fotógrafos venezolanos que lo buscaron cuando fue nombrado comisionado de la Disip el pasado 23 de enero.

A ese cargo llegó, según su ex jefe Jesús Urdaneta Hernández, después de haber favorecido los movimientos y conexiones de los guerrilleros de las Farc y el ELN en Venezuela. Urdaneta Hernández fue uno de los tres hombres que acompañó a Chávez en el juramento de liberar al país de la corrupción. Llegó a la dirección de la Disip y como segundo a bordo nombró a Rodríguez Chacín. Pero su relación con Chávez y Rodríguez muy pronto se deterioró. A tal punto que antes de abandonar el cargo señaló que se iba porque “el presidente es un traidor a la patria”.

Uno de los favores que, según Urdaneta, Rodríguez Chacín le hacía a la guerrilla, fue la elaboración de un documento secreto que permitía a los guerrilleros recibir apoyos especiales, como medicamentos, asilo y tránsito a cambio de cesar las acciones de extorsión y secuestro contra ciudadanos venezolanos en la frontera y fue firmado por el propio comisionado y entregado a Chávez el 10 de agosto de 1999.

Ya en el cargo, el pasado 6 de junio, Rodríguez Chacín envió una carta al Comité Internacional de la Cruz Roja, delegación regional de Venezuela, para facilitar el tránsito de un guerrillero herido, procedente de Colombia, en dirección a Cuba. Al día siguiente él mismo supervisó la llegada en el aeropuerto de Maracaibo del helicóptero Hughes 500, HK 1934, con el herido. Además pagó los 134.000 bolívares de impuestos de salida y el valor del contrato de la empresa aérea para enviarlo a que recibiera su tratamiento médico.

Pero esta no fue la única acusación de Urdaneta contra Rodríguez Chacín. De acuerdo con sus declaraciones, Rodríguez utilizó 350.000 dólares de gastos reservados de la Disip para destinarlos al sostenimiento de grupos guerrilleros en Colombia. No obstante, Rodríguez se defendió de las acusaciones y señaló que éstas eran producto de la enemistad con su antiguo jefe. Llama la atención que hasta el momento no ha habido investigación alguna para determinar quién tiene la razón en este episodio.

El florero de Llorente

El papel que desempeña José Remigio Castro Barrera como enlace del gobierno de Chávez con la guerrilla colombiana es tan valioso e importante como el que realiza su jefe Rodríguez Chacín. En efecto, Castro es el hombre encargado del ‘protocolo’ cada vez que un guerrillero de las Farc o del ELN llega a Caracas. “Los familiares que hemos tenido que viajar a Venezuela para reunirnos con Pablo Beltrán o con Antonio García hemos sido recibidos en el propio aeropuerto de Maiquetía por el señor Castro Barrera. El es el encargado de manejar la agenda de los guerrilleros colombianos en Venezuela”, señaló a SEMANA una persona que a comienzos de este año tuvo que viajar a la capital venezolana a cumplir una reunión con Pablo Beltrán.

Esta historia también fue corroborada por funcionarios del gobierno colombiano, quienes pidieron reserva de su nombre. “Castro Barrera es el enlace entre Chávez y los comandantes guerrilleros de las Farc y el ELN. El se encargó personalmente del recibimiento de Olga Marín, la compañera de Raúl Reyes, quien asistió como delegada de las Farc a un foro sobre el Plan Colombia en Caracas”, señaló la fuente.

Este episodio fue el florero de Llorente de las relaciones entre los dos países y llevó a que la semana pasada el presidente Pastrana llamara a consultas a su embajador Germán Bula. La presencia de Marín en el congreso latinoamericano también hizo que durante la posesión del presidente Vicente Fox, en México, Pastrana y Chávez realizaran una reunión urgente para tratar de bajarle la temperatura a los problemas entre los dos países.

La estrecha relación entre Rodríguez Chacín y José Remigio Castro con el ELN recientemente ha sufrido un traspié, según revelaron varias fuentes. Hace dos meses hubo un enfrentamiento armado en la frontera en el que varios ciudadanos venezolanos perdieron la vida. Lo ocurrido entonces llevó al propio canciller, José Vicente Rangel, a reclamar públicamente una postura más enérgica del gobierno colombiano frente al ELN.

La mediación de Rodríguez y Castro no sólo se ha limitado al tema de la liberación del industrial Arango en Barranquilla. El gobierno colombiano también autorizó su participación en el caso del avión de Avianca, en el cual fueron secuestradas 35 personas en pleno vuelo. En esta ocasión el trabajo que realizaron los dos oficiales fue para lograr la devolución de varios de los secuestrados del Fokker de Avianca.

Los organismos de seguridad del Estado también tienen entre sus registros de ingreso de oficiales de Venezuela a Colombia los nombres de José Alberto Carrera González y Ramón Madrid Moreno, quienes también cumplen funciones similares a las de Rodríguez y Castro, pero de menor envergadura. No hay que olvidar que Rodríguez Chacín es un influyente asesor cercano al presidente Chávez y hombre clave de la comunicación entre guerrillas colombianas y gobierno venezolano.

Es la primera vez que se comprueban viajes y contactos específicos entre oficiales de confianza del presidente Hugo Chávez y comandantes guerrilleros colombianos. Hasta dónde lleguen estas relaciones peligrosas es difícil establecerlo. Pero con esta nueva evidencia ya no se pueden descartar como inventos de “una rancia oligarquía inconforme enemiga de la paz”, como lo afirmó hace poco el canciller Rangel.

El niño terrible

Alguien podría argumentar que las gestiones de los enviados de Chávez ante la guerrilla colombiana simplemente comprueban el interés de un Estado por proteger su propia seguridad y la de sus ciudadanos de los violentos vecinos. Si hay buenas relaciones con ellos no atacarán al país ‘amigo’. No obstante, estos contactos se dan al tiempo que el presidente venezolano se ha convertido en el niño terrible del continente, con un discurso desafiante frente a la potencia mundial y un acercamiento escandaloso con sus peores enemigos. Sin ir más lejos, Fidel Castro.

El jueves de la semana pasada, por ejemplo, Chávez llegó radiante al aeropuerto internacional Simón Bolívar. Lo inspiraba un sueño cumplido. Ese día se marcharon hacia Cuba 50 niños enfermos, acompañados de sus padres, para ser tratados en hospitales de La Habana en desarrollo de la primera fase de un programa de atención a 5.000 menores venezolanos de escasos recursos en la isla a cambio de petróleo, que Fidel Castro necesita con urgencia. “Hace 40 años que decidieron bloquearla, sancionarla y castigarla porque no se quiere comportar como los que quieren ser amos del mundo pretenden que se comporten”, exclamó el presidente en el aeropuerto caraqueño al explicar porqué su país debía volcarse en solidaridad con Cuba.

Y “el exhibicionismo y la actitud provocadora de Chávez frente a Washington”, como lo describe Vilma Petrash, internacionalista venezolana especializada en Estados Unidos, es diario. Esa misma mañana los periódicos venezolanos informaban en primera página el nacimiento del llamado ‘Plan Venezuela’, que en palabras de Julio Montoya, presidente de la Comisión de política exterior de la Asamblea, busca “paliar los efectos negativos” del Plan Colombia.

En esta línea es lógico que Chávez se estrelle de frente con el gobierno de Andrés Pastrana cuando las relaciones entre Bogotá y Washington viven una dulce luna de miel.

No sólo se trata de una cuestión de forma sino también de contenido. “Cuando se presentaron problemas entre los dos países privó la sensatez porque de lado y lado había gobiernos democráticos, dijo a SEMANA en Caracas el respetado historiador Manuel Caballero, la diferencia es que hoy aquí tenemos un gobierno típicamente militar interesado en exacerbar las pasiones nacionalistas”. Eso explica porqué las relaciones entre los dos países han caído a un punto tan bajo como cuando el incidente de la corbeta Caldas en agosto de 1987.

Para sorpresa de todos, Chávez no sólo decidió nadar entre las aguas nacionalistas sino que, de paso, se zambulló entre una ideología que él llama “bolivariana” y que, según Adolfo Salgueiro, abogado especialista en derecho internacional y profesor de varias universidades venezolanas, “tiene ingredientes populistas y de izquierda”. Para él, este pensamiento lo ha ido moldeando “por una persona de peso en el gabinete como es el canciller José Vicente Rangel, cuya formación y génesis provienen de la izquierda”.

Los desafíos a Estados Unidos comenzaron a los pocos días de asumir su mandato. En febrero de 1999 Chávez le envió una carta de su puño y letra a Carlos Illich Ramírez Sánchez, el tristemente célebre ‘El Chacal’, en la que le reiteraba que su gobierno “contribuiría en su proceso de defensa” y además le expresaba “su solidaridad en su situación de reo”.

De esta manera Chávez desempolvó una figura que estaba en el olvido y que en los años 70 adquirió la cima de la fama por los atentados terroristas que estremecieron principalmente a Europa. Cuando menos lo esperaban los abogados de ‘El Chacal’, nacido el 12 de octubre en 1949, recibieron en París al canciller Rangel para comunicarles que el gobierno venezolano iba a ayudarlos. Fue durante la visita oficial el pasado 22 de noviembre en la que Rangel aprovechó, además, para hablar mal del Plan Colombia y “la actitud militarista de Estados Unidos”.

Ante el malestar de varios círculos de la sociedad venezolana Chávez refutó con el argumento de que la “ayuda” para ‘El Chacal’ era “humanitaria” similar a la repatriación “de los cuatro compatriotas que fueron retenidos en Colombia, acusados de ser colaboradores de la guerrilla”, en referencia a los venezolanos que el Ejército Nacional sindicó de auxiliar a las Farc. Por eso, mientras que para las autoridades francesas ‘El Chacal’ es un sangriento terrorista para los fervientes seguidores de Chávez este hombre es un “revolucionario que tuvo el valor de abrazar la causa palestina”.

En la medida en que Chávez se ha ido haciendo más fuerte en Venezuela se ha radicalizado más. En este proceso ha dibujado una clara diferencia con todo lo que tenga que ver con Estados Unidos, incluyendo, naturalmente al Plan Colombia. Así, mientras que esta iniciativa incluye una ayuda militar estadounidense nunca vista en la historia de Colombia, Chávez se muestra categórico para rechazar cualquier ayuda de este corte para su país.

En diciembre pasado, por ejemplo, hizo devolver dos barcos norteamericanos que habían zarpado con 1.600 militares expertos en reconstrucción de vías en misión humanitaria especial para ayudar a atender los estragos de los deslizamientos invernales que causaron cerca de 200 muertos, según los estimativos más conservadores. El hecho, naturalmente, produjo la molestia de Bill Clinton.

Igualmente, mientras Washington y Bogotá le daban los toques al Plan Colombia y que en esencia le abre los cielos a los Black Hawk para fumigar los cultivos ilícitos, Chávez le dijo a Clinton que no aceptaba siquiera el sobrevuelo de aviones destinados a la lucha contra el narcotráfico. Estados Unidos respondió con la instalación de unidades militares en las fronterizas islas de Aruba y Curazao y con un jalón de orejas de parte de Peter Romero, subsecretario adjunto para asuntos hemisféricos, quien aseveró en público: “En Venezuela no hay manejo de gobierno”.

Además, en privado, Bill Clinton le envió una carta a Chávez, según información que se filtró al diario caraqueño El Universal, en la que le expresaba “su

preocupación por el incremento del paso de los vuelos ilícitos en el espacio aéreo venezolano”. Chávez no se calló. Por el contrario, respondió duro: “A Venezuela se respeta”, exclamó en la Asamblea Nacional.

Por esta serie de hechos el pasado 6 de noviembre The New York Times dedicó su editorial a Chávez, en el que sugirió que Washington debe “observarlo con cautela” porque “se propone ser un símbolo fundamental de resistencia a la influencia, no sólo en América Latina sino en todo el mundo”. El influyente rotativo cuestionaba además “el galanteo de Chávez con las Farc” porque “ha añadido otra complicación estéril a la larga y cruenta guerra civil colombiana”.

El afecto de Chávez a las Farc es público, tal como lo escribió el pasado 21 de noviembre el periodista Roberto Giusti: “A la misma hora en que el presidente (Chávez) se pelea con Andrés Pastrana, elenos y farrucos llenan en la frontera los vacíos dejados por el Estado. Imparten justicia, dirimen en los pleitos por linderos, dirigen las invasiones, se ocupan del orden público y hacen también que en la zona se acaben delitos de vieja data como el robo de ganado”.

Los venezolanos han visto las cada vez más frecuentes caravanas de escoltas oficiales que protegen a los comandantes del ELN cuando pasan de ‘visita’ por su territorio. Sin embargo es la relación con las Farc la que más eco ha tenido. Y al parecer es porque el afecto es mutuo. Raúl Reyes dijo la semana pasada desde San Vicente del Caguán: “Chávez es una persona que admiramos, somos como él, marxistas y bolivarianos”. A esto Chávez atizó el fuego con la acusación de que la paz en el país no se hace por “culpa de la rancia oligarquía colombiana” al tiempo que explicó que las relaciones caen por la “hipersensibilidad” del presidente Pastrana que “pierde con facilidad el buen juicio”.

Sus declaraciones, asimismo, coinciden con sus halagos a Fidel Castro, de quien dice es “su verdadero hermano”. El sólido poder de Chávez radica en la gran influencia que tiene sobre el ejército venezolano y que, según dijo Raúl Reyes cuando estuvo en Caracas de visita oficial en tiempos de Víctor G. Ricardo, “es bolivariano que no dispara contra su pueblo” mientras que el de Colombia tiene raíces “santanderistas que asesinan a los más humildes”.

El asunto narco

No obstante hay aún otro factor que provoca inquietud en Venezuela por el rumbo que han tomado las relaciones entre los dos países desde que Chávez llegó al poder. Este es el desplazamiento del narcotráfico desde Colombia. Los rumores de que en Caracas están germinando pequeños negociantes de la droga son cada vez más frecuentes. El pasado 26 de marzo el vicepresidente, Isaías Rodríguez, asistió en representación de Chávez a los estudios de Radio Nacional de Venezuela para hablar en el programa dominical Aló, presidente, que goza de una alta sintonía. Al dar el balance de la operación Sierra 15 informó que se habían destruido cuatro laboratorios de procesamiento de drogas y ocho depósitos de materiales y químicos precursores. De esta manera admitía por primera vez el procesamiento de droga en Venezuela.

Se puede concluir que ante la retórica chavista antigringa, los contactos ahora probados entre los enviados de Chávez y la guerrilla y la simpatía ideológica declarada por jefes de las Farc y los gobernantes de Venezuela se puede afirmar con certeza que hay una suerte de alianza entre Chávez y las Farc, o inclusive ir más allá y pronosticar que Caracas va a terminar exportando revolución. No es fácil aventurar una respuesta.

Para Teodoro Petkoff, ex guerrillero de los años 60, exministro y hoy director del crítico vespertino Tal Cua,l no hay ninguna evidencia de que haya una línea política entre las Farc y Chávez sino que esto corresponde a “truculentas versiones que hasta dan por hecho una línea telefónica entre San Vicente del Caguán y Miraflores”. Para él, el rechazo del Plan Colombia de parte de Chávez no hay que verlo como una empatía con las Farc sino como una respuesta más de la comunidad internacional, a la que se suman los presidentes de Brasil, Perú, Ecuador y Panamá, quienes han vislumbrado que cuando éste entre en plena vigencia producirá un desplazamiento hacia las fronteras de cientos de colombianos. “Esas consecuencias militares son las que nos preocupan”, explica el ministro de Defensa de Venezuela, general Eliécer Hurtado.

Para otros, como el ex candidato presidencial Oswaldo Alvarez Paz, “los delirios bolivarianos han trasladado la capital desestabilizadora desde La Habana a Caracas”.

No hay respuestas definitivas. Se puede, sin embargo, hacer un pronóstico: que las relaciones colombo-venezolanas correrán como en una montaña rusa y se va a requerir la mejor información, la mayor sensatez y la más aguda habilidad diplomática para que Colombia no subestime lo que puede ser una alianza peligrosa Chávez-guerrilla en gestación, ni exagere lo que apenas puede ser una retórica coincidente y la búsqueda de protección de la seguridad de un Estado que ve a las guerrillas colombianas con el mismo terror con que se ven en Colombia.