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| Foto: Policía de Bogotá

CRIMEN

Los escalofriantes audios del peor sicario de Bogotá

Esta es la macabra historia de un sangriento exparamilitar que ordenó más de 40 asesinatos en el sur de Bogotá.

22 de septiembre de 2018

El Viejo era como un fantasma. Era el delincuente más temido y tristemente célebre del sur de Bogotá; al mismo tiempo, un desconocido. Solía pasearse por las calles de Ciudad Bolívar a pie, desarmado y solo, como cualquier parroquiano, pese a que sus enemigos pululaban en las esquinas. Vivía confiado porque nadie conocía su rostro. Entraba en las cantinas y les armaba charlas casuales a sus vecinos. A veces, entre los tragos, algún delincuente desprevenido, sin saber a quién tenía en frente, se atrevía a cuestionar el control del capo de la zona. Luego llamaba a su gatillero y ordenaba la muerte del imprudente.

El Viejo llegó a Bogotá en 2005 desde Palocabildo, un pueblo al norte del Tolima, Pero ya tenía encima un prontuario de tráfico de estupefacientes, porte de armas, hurto y fuga de presos. En ese entonces, en Ciudad Bolívar, había influencia de grupos guerrilleros y paramilitares. Él terminó envuelto con los segundos.

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Con los paramilitares hizo carrera y aprendió el crimen. Solo así los investigadores se explican su capacidad de infundir miedo y controlar el territorio desde las sombras. Durante meses, hombres de la Sijin de la Policía Metropolitana de Bogotá le siguieron los pasos y, pero apenas lograban una pista, su rastro se esfumaba. Cada vez que capturaban a un criminal y lo interrogaban, mencionaba el alias de El Viejo. Cuando llegaban a una escena del crimen, entre los familiares del muerto, señalaban al mismo capo como el culpable. Pero nunca había algo concreto que los encaminara a develar su identidad.

El Viejo controlaba el microtráfico en Ciudad Bolívar, una localidad de más de 600.000 habitantes, y cada vez que otro capo quería meterse en su territorio, él lo espantaba. Tenía varios métodos y un arsenal para cada ocasión. Si el lío era porque un jíbaro cualquiera se negaba a vender su droga, enviaba a uno de sus sicarios con revólver. Si era un delincuente de alto perfil que se atrevía a desafiar su mandato, ordenaba que le lanzaran una granada. Cuando algún líder social de la zona empezaba a denunciar las ollas o la delincuencia, mandaba a imprimir panfletos con amenazas de muerte a nombre de las Águilas Negras. El Viejo era el responsable de ese rumor de que las estructuras paramilitares seguían operando en el sur de la capital.

Para eso tenía sus hombres de confianza, los únicos que realmente sabían su identidad. El Flaco era su jefe de sicarios; María, su pareja, la encargada de las finanzas, y el Gordo Medellín le ayudaba a coordinar el microtráfico. Así logró establecer una red criminal que podía producir alrededor de 80 millones de pesos semanales y que, según los investigadores de la Sijín, pueden ser los responsables de unos 40 asesinatos en los últimos cuatro años.

El secreto de El Viejo quedó al descubierto por El Flaco. Los investigadores lograron interceptar las comunicaciones del sicario, de un perfil mucho más visible en la zona, y por medio de él tuvieron noticia directa, por primera vez, de la existencia del capo. Escucharon macabras conversaciones en las que ordenaba asesinatos y hasta regañaba a sus hombres por no matar con eficiencia.

A partir de las interceptaciones, los investigadores armaron el rompecabezas de la estructura. El pasado 20 de julio, en un megaoperativo, la Policía de Bogotá capturó a 12 miembros de la banda, entre esos al Gordo, a María y a el Flaco. El Viejo escapó, pero se quedó solo y desarmado. Semanas después, en Ciudad Bolívar corrió el rumor de que había vuelto y que era imposible atraparlo. Pero el discreto criminal fue imprudente. Encaletado entre comida le envió a la cárcel un celular a María, su pareja. Los agentes detectaron el aparato, lo interceptaron y se lo hicieron llegar a la mujer sin que tuviera idea de que los habían descubierto. Por las conversaciones de los cómplices dieron con el escondite de El Viejo, en un gigantesco edificio de apartamentos.

Ya con su localización exacta solo quedaba esperar el momento. El pasado 27 de agosto, El Viejo salió del edificio y uno de los policías que vigilaba le pidió una requisa, como a cualquier ciudadano. El delincuente intentó engañarlo con una cédula falsa, pero cuando se vio descubierto le ofreció un soborno millonario. En vez de aceptarlo, el agente lo esposó y envió a prisión al hombre que durante años, y desde el anonimato, causó terror en el sur de la capital.