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La mayoría de los seis petardos estallaron en el norte de Bogotá. Los artefactos fueron detonados en lugares en donde no causaron mayor daño y que no tienen ningún valor como objetivos para la guerrilla

JUDICIAL.

Los ‘falsos’ explosivos

El 'modus operandi' indica que la guerrilla no es responsable de los petardos en Bogotá. Y si no fueron las Farc, ¿quién?

25 de octubre de 2008

Desde hacía muchos años los habitantes de Bogotá no vivían una zozobra tan grande como la del jueves de la semana pasada. Hacia el medio día cinco petardos estallaron de forma casi simultánea en diferentes sectores de la capital. Aunque fueron pequeñas las explosiones, localizadas en el occidente y el norte de la ciudad, causaron pánico.

El desconcierto de las autoridades era generalizado y frente al reporte de los medios de comunicación sobre la posibilidad de nuevas explosiones, algunas empresas, colegios y universidades dejaron salir a sus empleados y alumnos antes de finalizar la jornada. Poco antes de las 5 de la tarde un sexto y último artefacto estalló cerca de Unicentro. Para ese momento el objetivo de sembrar terror se había cumplido y se notaba en aspectos cotidianos como una notable disminución en el tránsito de personas y vehículos en las calles.

El balance de la jornada terrorista fue de 16 personas con heridas leves. Al caer la noche la oleada desencadenó un choque entre el alcalde Samuel Moreno, y el comandante de la Policía de Bogotá, general Rodolfo Palomino. La razón es que el oficial dijo que los responsables de los atentados eran guerrilleros del frente 51 de las Farc. Esto desencadenó la indignación del mandatario, quien públicamente cuestionó al alto oficial. "Siempre se acusa aceleradamente a las Farc, pero esta vez tenemos que tener esa certeza y no descartar ninguna hipótesis al respecto. Aquí no hay espacio para los engaños. ", dijo Moreno, visiblemente molesto, en rueda de prensa. Pero el Alcalde no es el único que tiene motivos para creer que la guerrilla no fue la responsable de los ataques.

Aunque apenas comienzan las investigaciones, hay suficientes elementos para dudar que las acciones hayan sido ejecutadas por la subversión. El explosivo utilizado en los ataques era una mezcla de benclo con nitrato de amonio, elementos de fácil consecución y que rara vez son usados por la guerrilla en artefactos explosivos. La carga de los seis petardos no superaba los 200 gramos cada uno, lo cual deja en evidencia que se quería producir el menor daño posible a la población y a las propiedades, como en efecto ocurrió. Este tipo de consideraciones no se ve cuando se trata de atentados de la subversión. No menos extraños son los lugares de las detonaciones, ya que no hay objetivos definidos. Las cargas detonaron en canecas de basura o parques de zonas de la ciudad con poco tránsito de personas. No se atentó contra instalaciones militares, policiales, gubernamentales o contra intereses de gremios como la banca o el comercio. Con excepción de una, todas las explosiones ocurrieron en sectores en donde no hay cámaras de vigilancia y la secuencia de las detonaciones sugiere una gran coordinación por parte de las personas que las instalaron. Frente a estos hechos surgen, entonces, dos preguntas: ¿Cuál era la intención? y la más importante, ¿quién puede estar detrás?

Los petardos buscaban perturbar y concentrar la atención de la opinión pública, como ocurrió. Hechos como la marcha de las centrales obreras, los problemas con los indígenas en Cauca y el escándalo por los seguimientos del DAS al senador Gustavo Petro y miembros del Polo Democrático quedaron, al menos por ese día, en un segundo plano.

Si bien tampoco es posible descartar con certeza absoluta que algún reducto de las Farc esté tras estos hechos, lamentablemente en el pasado la ciudad ha sido víctima de hechos similares en los cuales los responsables han terminado sido miembros de organismos del Estado. Hace dos años una investigación de la Fiscalía por una serie de supuestos atentados de la guerrilla en Bogotá terminó por descubrir que los autores de dichos actos no eran subversivos, sino que habían sido perpetrados por ocho integrantes del Ejército, entre ellos varios oficiales investigados y condenados por esos hechos. Justamente por antecedentes de este tipo, y por las dudas que existen hoy con los casos de la semana pasada, es necesario que las investigaciones avancen con la mayor rapidez y contundencia posible. Por el bien de la ciudad y de las instituciones, es fundamental no dejar duda alguna en este caso.