Home

Nación

Artículo

Los guiños no necesariamente se reflejan en las urnas, pero en un país aún tan uribista es casi seguro que éstos podrían incidir en la campaña

POLÉMICA

Los guiños del Presidente

Las afirmaciones de Álvaro Uribe sobre la continuidad de su gestión abrieron el debate sobre si, como servidor público, está participando ilegalmente en política.

13 de marzo de 2010

Desde el momento en que la Corte Constitucional tumbó el referendo reeleccionista no ha pasado ni un solo día en que el presidente Álvaro Uribe no haya mandado mensajes sobre las características que, según él, debe tener la figura que lo suceda en la Casa de Nariño.

Sólo 24 horas después de que la Corte anunció el fallo, Uribe se reunió con Juan Manuel Santos y con Andrés Felipe Arias en Cali. De estos encuentros se filtró el interés del mandatario en que ambos concentren esfuerzos en acercar aún más a la U y al conservatismo para mantener la coalición unida cuando sea elegido su sucesor. El Presidente no declaró abiertamente su apoyo a ninguno de los dos candidatos, pero ambas campañas hicieron ver las reuniones como guiños a su favor.

De ahí en adelante no ha parado de repetir lo mismo. Que los colombianos deben elegir la continuidad de la seguridad democrática; que hay candidatos que "nos engañan" porque hablan bien de esta política "sólo para conseguir votos" y que hay que develar a aquellos que tienen una "debilidad disfrazada de que son los buenos".

Estas expresiones nada tendrían de malo en democracias avanzadas, donde el trabajo del Presidente es político y, por tanto, tiene derecho a opinar sobre todos los procesos del poder.

En Colombia, la intervención en política del Presidente como servidor público, está prohibida por la ley. Por eso, mientras Arias y Santos están felices con los 'guiños', críticos como Andrés Pastrana y el abogado Jaime Bernal Cuéllar ya le pidieron al procurador Alejandro Ordóñez tomar cartas en el asunto y explicar con exactitud qué significa participar en política. "El país no está acostumbrado a guiños ni a dedazos", dijo Pastrana, después de que Uribe insistió en que "es muy importante que los colombianos escruten quiénes ofrecen genuina convicción para avanzar en la seguridad democrática, en la inversión y en la política social".

Además de las declaraciones que ha dado todos los días el Presidente en emisoras radiales, el martes se desató un escándalo que salpicó al gobernador del Valle, Juan Carlos Abadía, también cuestionado por presunta participación en política. Estalló cuando se revelaron unas grabaciones en las que el padre del gobernador afirmó que Uribe le pidió a su hijo apoyar a Arias en la consulta conservadora. "Siempre he dicho que Arias es un hombre preparado e íntegro", se limitó a contestar el Presidente. Su respuesta generó más suspicacias, pues en ningún momento negó que hubiera intercedido por ninguno de los candidatos uribistas. Mucho menos por Arias, quien se autodefine en su propia campaña publicitaria como "el del Presidente".

El alboroto llegó al tope al final de la semana, cuando Uribe mencionó que tenía un informe en el que constaba que un país extranjero estaba interesado en impulsar a un candidato presidencial en Colombia. Como no dijo qué país ni qué candidato, la oposición saltó inmediatamente. Rafael Pardo y Gustavo Petro reclamaron que precisara de quién era el informe y cuál era su contenido, mientras insinuaron que con esa declaración Uribe generaba un ambiente de zozobra sobre las elecciones. Al fin y al cabo, semejante declaración por parte del Presidente podía ser interpretada como un 'antiguiño'.

El Presidente se ha cuidado de no mencionar el nombre de ningún candidato. Muchos dicen que, más que por prevención, es porque en privado ha impulsado a más de uno para que se meta en la carrera presidencial. Entre ellos Santos, Arias y Rodrigo Rivera.

En todo caso, independientemente de cuál sea su elegido, en un país aún dividido entre uribistas y antiuribistas, las reflexiones públicas de Uribe sobre el perfil de su sucesor son suficientes para despertar suspicacias sobre su participación en política. También, para imprimirle letargo al debate electoral. Al fin y al cabo, por responderles a las encuestas y ajustarse a los postulados presidenciales, casi todos proponen lo mismo: continuar con la seguridad democrática y avanzar en lo social.

Las cavilaciones del Presidente han generado tanta confusión que ya ni siquiera está claro si éstas son un guiño o se deben a una mesiánica obsesión de que el próximo mandatario continúe con su obra. Pero más allá de su intención y del debate sobre la pertinencia o no de que pueda intervenir en política, el Presidente tiene el deber de enviar un mensaje de apego a la ley que lo obliga a mantenerse ajeno a la campaña. Y esto precisamente es lo que, a pesar del fracaso del referendo, ha dejado en duda Álvaro Uribe en los últimos 15 días.