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Los hijos del poder

Rodrigo Lara, Simón Gaviria y Juan Manuel Galán se lanzaron a la política. ¿Qué tanto les ayuda ser hijos de Rodrigo Lara, César Gaviria y Luis Carlos Galán?

12 de febrero de 2006

De mi papá no heredé poder. Lo asesinaron cuando yo tenía 8 años", cuenta Rodrigo Lara, candidato al Senado por el Partido de la 'U'. Agrega que ser hijo del ex ministro Rodrigo Lara Bonilla, asesinado por el narcotráfico en 1984, no le garantiza el éxito a su futuro político. "Me ha tocado abrirme camino solo", dice. Como Lara, en la actual competencia electoral por las curules del Congreso se encuentran otros candidatos que cuentan con la ventaja, que también es un karma, de ser hijos de políticos famosos. Juan Manuel Galán, el heredero mayor de Luis Carlos Galán Sarmiento, aspira llegar al Senado en representación del liberalismo, apoyando la candidatura presidencial de Rafael Pardo. Y Simón Gaviria, el primogénito del ex presidente y hoy jefe único del Partido Liberal, César Gaviria, decidió distanciarse ideológicamente de su papá y hacer parte de la lista peñalosista a la Cámara por Bogotá. Lara, Galán y Gaviria son vistos como los clásicos 'delfines'. Con frecuencia los señalan de tener el poder asegurado, de poseer privilegios ilegítimos para competir electoralmente, y de tener de antemano todo ganado por hacer parte de dinastías políticas. El voto de sus padres es una especie de herencia. Se les señala incluso de ser los culpables de que en el país haya poca renovación política, de que los gobernantes tengan siempre los mismos apellidos y de que, en últimas, Colombia siga siendo manejado por los mismos con las mismas. La historia no se va a iniciar en esta elección. Ospina, López, Santos y Lleras son apellidos de familias que durante varias generaciones mantuvieron cercanía con el poder. En una famosa elección presidencial, la de 1974, compitieron tres hijos de ex presidentes: Alfonso López Michelsen, Álvaro Gómez Hurtado y María Eugenia Rojas, cuyas juventudes transcurrieron cerca del despacho presidencial en las administraciones de López Pumarejo, Laureano Gómez y Rojas Pinilla. Este tipo de sucesión no se limita a los partidos tradicionales: el actual presidente del Polo Democrático, Samuel Moreno, es hijo de María Eugenia y nieto del general Rojas Pinilla. El "delfinazgo", sin embargo, no es una institución tan colombiana como se cree. En Estados Unidos, la dinastía de los Kennedy ha tenido un papel protagónico. El propio presidente George W. Bush heredó la vena política de su padre, quien también gobernó su país. Lo que sí es un hecho es que en la actual campaña los llamados delfines están en temporada. En las agitadas aguas de la política se encuentran los hijos de tres protagonistas de importantes capítulos de la historia reciente del país. Pero también de una generación. Simón Gaviria, Juan Manuel Galán y Rodrigo Lara son hijos de quienes tuvieron su mayor fuerza electoral a finales de los 80 que -más allá de estar unidos por el galanismo- tuvieron que enfrentar, desde la política, el auge del narcoterrorismo. Los tres progenitores fueron protagonistas de la feroz guerra del cartel de Medellín contra la extradición. Galán y Lara fueron asesinados y a Gaviria le correspondió, como presidente, liderar la persecución del sanguinario capo. A finales de los años 80, Gaviria, Galán y Lara Bonilla encarnaron la idea de la renovación política. Hoy a sus hijos se les exige la responsabilidad -que según ellos es más pesada de lo que parece- de continuar proyectando esa imagen. Calificarlos de delfines es una fórmula fácil, a pesar de la juventud, la vocación y la sobresaliente preparación académica e internacional que -con una que otra ayuda de la diplomacia- han recibido los tres. Para empezar, a ellos se les exige más que a sus competidores. Por su doble condición de jóvenes y de venir de familias políticas, de ellos se espera que innoven más que el resto de candidatos. A ellos no les gusta que por lo que más atención reciben es su relación con sus ancestros. "Los delfines heredan poder, y yo heredé de mi papá la frustración de que lo hayan asesinado. Nos quedó el dolor de su muerte. Eso fue lo que nos quedó", dice Juan Manuel Galán. El otro argumento que tienen para responderles a quienes los llaman 'delfines' es que la renovación no depende de la edad de un candidato ni del partido al que pertenece. También pueden presentar propuestas renovadoras personas mayores. "Los gobernantes se deben juzgar después de que han estado en el poder." dice Juan Manuel Galán, e insiste en que él, Lara y Gaviria tienen propuestas propias con las que esperan convencer a sus electores (ver recuadros). El calificativo de 'delfín' tiene una innegable connotación peyorativa que se debe a la falta de confianza en los políticos. Son más criticados, pero no necesariamente más frecuentes, los políticos hijos de políticos, que los que siguen la profesión de los médicos, artistas o periodistas. Si en algo coinciden Lara, Galán y Gaviria es en afirmar que desde que eran niños oyeron hablar de política y que, contrario a lo que pasa con los demás miembros de su generación, a ellos les interesó. "Somos hijos de la generación a la que le tocó sufrir a Pablo Escobar. Una generación apática, pero también una generación que reacciona contra la violencia ¿cómo no nos iba a interesar la política? Oímos de ella desde la cuna?", dice Simón Gaviria. La gran ventaja del "delfinazgo" es el reconocimiento. El primer objetivo de cualquier campaña, darse a conocer, lo obtienen los hijos de los políticos reconocidos con el solo anuncio de la candidatura. También los beneficia el atractivo que tienen en los medios de comunicación. Pero también hay herencias negativas. Las de los odios y enemigos de sus progenitores, por ejemplo. Con lo cual, en la ecuación final el balance depende de lo que hagan y propongan por cuenta propia. Una cosa es cómo llegan a las aguas de la política y otra, muy distinta, si saben nadar en medio de las tempestades. Por eso, en el largo plazo, deben ser juzgados más por lo que son y menos por lo que representan.