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LOS MISMOS CON LAS MISMAS

Las organizaciones guerrilleras agrupadas en la Goordinadora invitan a varios periodistas a descubrir que el agua moja.

22 de septiembre de 1986

Si los grupos guerrilleros que aparecieron en el país en la década de los sesenta esgrimían como su razón de ser (parafraseando a Mao) la búsqueda de "un nuevo orden bajo los cielos", hoy lo único que pueden exhibir es un gran desorden bajo sus toldas. Y parece que lo que buscan es generalizarlo en todo el país.
En medio de un desorden de ideas en el que se expresaban conceptos como el de la "humanización de la guerra" y la justificación del atentado personal; la condena a la extorsión, el chantaje y el boleteo, pero no al secuestro; o la calificación del nuevo gabinete nombrado por el presidente Barco, como un "gabinete de guerra", se celebró hace 15 días en las montañas del nordeste antioqueño una cumbre guerrillera en la que participaron los comandantes del ELN, el EPL, el M-19, Patria Libre y el PRT, los miembros de la llamada Coordinadora Nacional Guerrillera. A ella fueron llevados, en medio de agotadoras jornadas de viaje, 6 periodistas de diferentes medios, quienes aceptaron la invitación confiando en la posibilidad de escuchar una propuesta de diálogo para el nuevo gobierno que apenas completaba una semana de instalación.
La desorganización se hizo más evidente cuando los periodistas se dieron cuenta de que habían sido llevados allí prácticamente sólo para enterarse de que la guerrilla estaba en guerra.
Pero más sorprendente que el hecho de que hubieran invitado periodistas para no decirles nada diferente de lo que han venido diciendo con los hechos, fue la incapacidad política que parece brotar por los poros de los dirigentes del M-19. Oti Patiño, Rosemberg Pabón y Vera Grave se vieron en calzas prietas para responder a los cuestionamientos que hicieron los reporteros acerca de los atentados contra el ex ministro de Gobierno y el actual ministro de Defensa. También tuvieron respuestas evasivas y poco seguras en cuanto al proceso de paz, llegando máximo a aceptar que nunca debieron entrar en él y que han cometido errores en cuanto a la seguridad de sus cuadros. Sin embargo, como si hubieran entendido mal el principio marxista de no conformarse con interpretar las cosas sino transformarlas, decidieron transformar la realidad -o al menos la concepción que de ella tienen- y aseguran que están en uno de los mejores momentos de su historia y que nunca como ahora habían gozado de tanto arraigo popular.
Si los del M-19 no impresionan, o más bien impresionan por su miopía política, los del EPL no se quedan atrás. Al "camarada Ernesto Rojas", como se le conoce en el EPL, se le hace agua la boca recitando el mismo discurso de hace 20 años sobre "la elevación del nivel de la lucha de los trabajadores" y,"la confrontación armada en busca de una alternativa popular"
El ELN, en cambio, si impresiona. Refleja un considerable reencauche organizativo, y sobre todo deja ver un gran poder económico. Sus uniformes son los mejores, casi nuevos, con banderitas bien cosidas. Eran los anfitriones de la asamblea. Su dirigente máximo, el sacerdote español Manuel Pérez, se destaca entre los de las demás organizaciones, pero no precisamente por ser un hombre brillante, sino porque sus respuestas son más sencillas y realistas. Sin embargo, asombra la frialdad con que justifica el "ajusticiamiento" del otrora líder de esa organización, Ricardo Lara Parada. "Le hicimos varios llamados para que dejara su comportamiento en contra de los intereses de la organización, pero él siguió insistiendo en ello y hubo que quitarlo de en medio", afirma.
La decepción de los periodistas no pudo ser mayor. En cada uno de ellos hubo una especie de juramento "in pectore" de nunca más asistir al espectáculo inútil de una guerrilla que a juicio de ellos estaba "orinando fuera del tiesto".
No fue suficiente la frustración periodística, ni la mano de picaduras de zancudo para que, la sensación de ir por "chiva" y salir trasquilados, se hiciera palpable. A la llegada a Medellín, tres de los seis periodistas tuvieron que vérselas con los agentes del F2 y con la IV Brigada del Ejército. Fueron detenidos durante cerca de 24 horas, sus materiales fueron decomisados y para colmo quedaron reseñados.
Queda flotando en el ambiente la idea de que las cosas han cambiado. Las épocas del secuestro de periodistas que inauguró Jaime Bateman con Germán Castro Caicedo ya no son las mismas, ni siquiera son los mismos los entrevistados, cuyas barbas guerrilleras dan hoy la impresión de ser postizas. Ha cambiado en particular el M-19: una organización que nació en la década de los setenta hablando de desmitificar la izquierda y condenando la mayoría de los vicios que caracterizaron a las organizaciones de los años anteriores, ha caído en los mismos vicios y ha regresado a buscar a los mismos grupos que había criticado, los cuales, por su parte, no han cambiado nada.