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Entre varias cosas, queda también el ajuste del gabinete ministerial | Foto: Archivo particular

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Los nombramientos pendientes de Santos

Aunque el presidente Santos no quiere una “crisis ministerial”, tiene tantos cambios en el tintero, que terminará recomponiendo su gobierno para sus últimos dos años.

12 de abril de 2016

Hay una gaveta del escritorio de Juan Manuel Santos que se ha ido llenando en los últimos días: la de nombramientos pendientes. Con la posesión de los magistrados que faltaban en la Corte Suprema y la culminación del proceso público de nominaciones, corren las horas para que defina su terna de candidatos a fiscal. Y si en ella incluye al actual ministro de Justicia, Yesid Reyes, deberá pensar en su reemplazo y, de paso, en quién se quedará con la cartera de Minas, que tiene, en calidad de encargada, María Lorena Gutiérrez. Y la opinión pública está a la espera, también, de cuál será el equipo negociador del Gobierno en la mesa con el ELN, que arrancará motores en pocas semanas en Quito, Ecuador. Mucho nombramiento pendiente.

Las vacantes provienen de dinámicas muy distintas y cada una tiene su propia naturaleza. En la definición de la terna para fiscal general Santos tiene el dilema que siempre tienen los presidentes en este caso –encontrar un equilibrio entre lealtad y credibilidad–, pero en esta ocasión deberá sortear dos variables adicionales. De una parte, que quien salga elegido no sea un radical en materia penal –un justiciero– incapaz de entender que en la justicia transicional pactada con las FARC hay, a cambio de la paz, una dosis necesaria de impunidad.

Y lo segundo, que sólo tiene tres cupos en los que tiene que hacer caber varios objetivos: (1) Meter a Néstor Humberto Martínez, cuya ausencia en la terna sería muy mal recibida por el vicepresidente, Germán Vargas Lleras; (2) Incluir al ministro de Justicia, Yesid Reyes, de buena presentación y confiable para la casa de Nariño; (3) Sumar una mujer, como obliga la ley de cuotas; (4) Agregar a alguien que haya surgido del proceso de nominación y que se haya hecho conocer gracias a él, para no consolidar la impresión de que era un saludo a la bandera; (5) Agregar al fiscal Fernando Perdomo, con quien ha habido una estrecha colaboración durante el cuatrienio de Eduardo Montealegre. No es fácil cuadrar ese círculo.

Tampoco es sencillo definir el equipo negociador con el ELN. La experiencia con las FARC dejó varias lecciones. La primera, que en la transición de la fase exploratoria a la etapa pública de los diarios puede involucrar algunos relevos. Ni De la Calle, ni los generales Mora y Naranjo formaron parte del equipo que negoció el “Acuerdo para la terminación del conflicto”. Entraron en la fase formal. Y son pesos pesados, hasta el punto de que el jefe de la delegación, Humberto De la Calle, dejó un cómodo retiro y termina en una comprometida precandidatura presidencial. Es poco probable que, con estos antecedentes, el presidente Santos se vaya –para los diálogos con el ELN– por un grupo de bajo perfil.

Y queda también el ajuste del gabinete ministerial. Santos no es partidario de las “crisis” tradicionales, en las que se cambia medio gabinete para cambiar la composición política del Gobierno. Es casi seguro que la Unidad Nacional seguirá, al menos por ahora: La U, los liberales, Cambio Radical y una parte del conservatismo. No se espera una recomposición política. 

Sin embargo, hay varias razones por las cuales se van a producir relevos: (1) Los nombramientos de los ministros de Minas y Justicia; (2) El cambio en algunas carteras en las que el titular lleva mucho tiempo y se ha desgastado; (3) La necesidad de oxigenar a un gobierno acorralado por bajos índices de popularidad, favorabilidad y optimismo. Y (4) El eventual ingreso de Clara López Obregón para consolidar la Alianza por la Paz, y darle piso a la fase final de las negociaciones con las FARC y el comienzo de los diálogos con el ELN.

Juntadas todas las piezas, lo cierto es que el presidente tiene muchos nombramientos pendientes en el equipo del alto gobierno. La coincidencia de todos ellos, un momento en el que la administración atraviesa su momento más difícil, se convierte en una oportunidad para barajar y buscar aire para los últimos dos años del segundo cuatrienio santista. Porque al presidente puede no gustarle las crisis de gabinete, pero en esta ocasión le conviene analizar con sentido estratégico qué puede hacer a la hora de llenar tantas vacantes de peso. Lo cierto es que, por una razón o por otra, el bolígrafo presidencial estará muy activo en los próximos días.